Dignidad para todos
Caminar por el centro de Cuernavaca, se ha convertido en una experiencia totalmente agridulce, lejos quedó aquella eterna primavera que atraía a nacionales y extranjeros. Entre las principales calles se vislumbra el rostro de una problemática que incomoda y preocupa: las personas en situación de calle.
Ya en otra ocasión en este mismo espacio se había hablado al respecto del tema, sin embargo, me es necesario insistir en que, lejos de ser solo un “mal aspecto” o un problema de seguridad, es un reflejo de fallas estructurales que como sociedad hemos permitido y perpetuado.
Cada día es más común escuchar comentarios respecto del olor que se percibe en las calles, incluso hay quienes afirman que es una realidad que la pobreza huele, pero, es que es la pobreza extrema la que ha obligado a muchos a convertir la vía pública en su hogar. Sin importar la hora o la claridad del día, se ha normalizado observar a personas consumiendo sustancias, una señal no solo de adicción, sino de desesperación. Frecuentemente la indignación por dicha situación es dirigida hacia quienes viven en dicha situación, sin asumir la indiferencia que como sociedad ha provoca que el problema siga creciendo.
Tal parece que hemos olvidado que las personas en situación de calle no nacen marginadas; si no, la sociedad las margina: pues detrás de cada una de esas personas existen historias de abandono, violencia, pobreza o problemas de salud mental. Pero, ¿cómo llegamos a este punto? La respuesta de ninguna manera se debe limitar a un gobierno en particular. Durante años, la falta de políticas sociales integrales ha dejado huecos que no solo perpetúan la exclusión, sino que la agravan.
En el colectivo social se tiene la creencia que la solución al conflicto es tan fácil como “retirarlos del centro”, sin dimensionar que esto solo sería relegar el problema a la periferia.
La solución a la problemática debe ser integral, desde la rehabilitación de espacios de atención, hasta la reinserción social y laboral.
Por principio de cuentas, de manera conjunta, sociedad y gobierno deben generar espacios de acogida, en los que se ofrezca no solo techo y alimento, si no, programas de salud integral en el que se atienda lo psicológico, médico y físico, principalmente para quienes sufren de adicciones.
Una vez lograda la rehabilitación médica, deberá pasarse a la fase quizás más compleja, que es la reinserción social y laboral, esa misma que probablemente en algún punto los llevó a dicha situación de calle. Esta reinserción debe ser acompañada de educación escolar, capacitaciones para el trabajo que permita aprovechar sus capacidades y de esta manera sostenerse económicamente.
Cuernavaca no puede permitirse olvidar a quienes habitan sus calles. Humanizar el problema no significa ignorar las preocupaciones legítimas sobre seguridad, pero sí implica enfrentarlo con propuestas que trasciendan más allá de lo estético.
He de insistir en que el problema no puede ser delegado solamente a las autoridades gubernamentales, si no, debe ser en conjunto con la sociedad, y es que, si como sociedad nos unimos, y trabajamos desde la empatía y la acción conjunta, muy probablemente podamos trasformas estas mismas calles en un espacio donde quepamos todos: con dignidad, con respeto y con futuro.
FB. Xóchitl Azpiazu
Twitter. @xoch_azpiazu