Guerra sucia y politiquería
En Morelos las llamadas campañas negras o guerra sucia no iniciaron con el proceso electoral.
Incluso la vimos muy acentuada en el proceso interno del Movimiento de regeneración nacional (MORENA), partido en el que sus mismos “representantes” o “militantes” se dieron con todo desde antes de comenzar formalmente el proceso que actualmente se desarrolla.
Hoy ya la guerra sucia es algo tan común en tiempos electorales, no sólo en México sino en todo el mundo. Sin embargo, las campañas negativas no son nuevas en la política electoral.
En el año 53 A.C. Marco Tulio Cicerón recibió de su hermano el siguiente consejo en la lucha por un cupo en el senado romano: “procura que tu campaña sea brillante, espléndida, popular, y si te fuere posible, que se levanten contra tus rivales rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos”.
Así también, en el siglo XVI Nicolás Maquiavelo dijo que: “cuando el pueblo esta inclinado a hacer una mala elección, es lícito dar a conocer en público los defectos del que va a ganar para que sabiéndolos, el pueblo pueda elegir mejor”.
Ahora bien, no es fácil medir la efectividad de las campañas negativas sobre la decisión final de los votantes. Aquí se enfrentan dos teorías, unos dicen que su utilización no quita votos a los adversarios y tampoco suma votos a los impulsores; mientras que otros opinan que las campañas negativas si aportan insumos para que el elector forme su opinión y decida conscientemente.
Una campaña negativa o de guerra sucia se evidencia cuando su perfil comunicacional contiene críticas ilegitimas, publicidad negativa, insidiosa o dañina y su foco principal son las acciones, posturas y propuestas de los candidatos en la vida pública y privada.
La utilización de esta estrategia, en una campaña electoral, casi siempre termina de la mano de la estrategia del miedo. Su propósito, hacer causa común a fin de que el votante decida oponerse a su adversario y termine votando a favor de quien impulsa la estrategia.
En este caso, el objetivo es avanzar para opere el efecto de la negatividad, que enseña que los seres humanos poseen mayor registro y recuerdo sobre los mensajes negativos que sobre los positivos.
Varias son las tácticas de ataque que se utilizan para desarrollar una estrategia de campaña negativa o sucia, aquí las más comunes: Presentar al contrincante como el que encarna todo lo negativo, asociar al candidato con entidades evaluadas negativamente, relacionar al contrincante con hechos que provocan miedo, incertidumbre, desprecio o terror, acusar al rival de acomodado, chapulín o “camaleón”, mostrar al competidor como alguien que genera rechazo y que apoya ideas opuestas a las de la comunidad, distorsionar la verdad manipulando la información para inducir a errores, volver al oponente “chivo expiatorio” culpándolo de todo lo malo que sucede, presentándolo como malvado e inhumano, incumplido y poco confiable, y en los debates, efectuar críticas o cuestionamientos al rival si se encuentra ausente.
Las anteriores son algunas de las acciones que emprenden aquellas campañas electorales que asumen el riesgo de diseñar y poner en marcha estrategias de comunicación orientadas a lo negativo o a lo sucio.
Es muy común, que quienes carecen de un plan estratégico claro y definido fracasen cuando, sin prever los efectos, utilizan aisladamente tácticas como las arriba señaladas.
En los últimos días hemos guerra sucia contra todos los frentes, pero sobre todo contra las candidatas punteras en la lucha por la gubernatura, Margarita González Saravia y Lucía Meza Guzmán, de la Coalición Sigamos Haciendo Historia y de la coalición Dignidad y Seguridad por Morelos Vamos Todos, respectivamente.
Y no se requiere ser un detective al estilo de la CIA, la DEA y incluso el FBI o la Fiscalía del estado, para dar con el origen de todo eso. Hay equipos que tan sólo tienen que mirar a su alrededor para darse cuenta que quizá el enemigo está en casa. Eso es lo más peligroso en una contienda.
La guerra sucia que viene desde afuera es normal y hasta cierto punto le pone sabor al proceso electoral, pero la que si hace más daño e incluso puede ocasionar graves derrotas es la que viene desde adentro.
Es como pensar en un cuerpo lleno de parásitos que le devoran por dentro. O, una especie de enfermedad crónico degenerativa que no se puede extirpar, quizá porque no se quiere o porque es un enemigo silencioso, pero que poco a poco va acabando con el cuerpo.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, a finales del mes pasado lanzó críticas fuertes contra el uso de la guerra sucia y entre otras cosas manifestó que "Nada de que es el tiempo de la guerra sucia y el fin justifica los medios, y hay que traficar con el dolor de la gente, y hay que mentir".
Sin embargo, también comentó que no se puede presumir de ser democrático, cuando se opta por el ataque por la espalda, las llamadas notas falsas y la guerra sucia para posicionarse entre el electorado. Y lo dijo así: “hacer guerra sucia es ir en contra de la democracia”.
Morelos atraviesa por una guerra en sus calles que ha dejado hasta ahora casi 500 muertos en lo que va del año, por lo que lo menos que se requiere es que la violencia traspase los linderos y contagie todo lo que infiere la participación de la ciudadanía.