“Me los ch…”
Desde que tenía como ocho años comenzó mi amor y pasión por el fútbol. Fue un gran amigo quien me invitó a asistir a los entrenamientos en la cancha del seguro social (IMSS), ubicada en el meritito corazón de Jiutepec, ahí donde también aprendí a nadar y a jugar basquetbol.
Desde entonces y hasta ahora, a mis 46 bendecidos años disfruto cualquier oportunidad que tengo para practicar este hermoso deporte. Soñé, como muchos de mis amigos, con llegar al fútbol profesional, pero lamentablemente le dije no a mi última oportunidad que, me llegó a los 25 años.
Obviamente el momento en el que me nació este apasionado amor por el juego de pelota coincidió con la mejor época de las Águilas del América, por allá de los años 80, cuando entre sus filas, entre otros se encontraban el Capitán Alfredo Tena, Cristóbal Ortega, Alex Domínguez, Gonzalo Farfán, Juan Antonio Luna, el gran Miguel Zelada.
Fue un equipazo que lo ganó todo en aquella época. Así fue creciendo mi afición y mis habilidades en el fútbol; nunca fui un dotado de talento, pero sí de garra y fuerza.
Llegaron los años 90 y comenzó una nueva camada de jugadores, entre los que surgió el que para mi es el mejor jugador que ha tenido el América, por encima de todos, aunque muchos no estén de acuerdo, sobre todo porque nació en Coapa, en la catedral de los americanistas, porque viene de una familia de escasos recursos, porque salió de un barrio bravo de la Ciudad de México y porque prácticamente en el quedaba cumplido el sueño de muchos que, como yo, siempre soñaron con llegar al máximo circuito del balompié.
Si, hablo precisamente de Cuauhtémoc Blanco, aquel que le dio un nuevo color al futbol mexicano, el que nunca se achica en la cancha; el que se puso al tu por tu con los mejores del planeta; si, el mismo que le arruinó la quiniela a su equipo cuando enfrentaron al Real Madrid y con un tiro libre, le tumbo la apuesta al presidente de su club; al que inventó la cuatemiña, una jugada que todos en el barrio siempre hacíamos pero que nadie se atrevía a ejecutar en un partido oficial.
El mismo que regresó como un grande, después de que un jugador de Trinidad y Tobago prácticamente le destrozó la rodilla. Cuando el apareció, a pesar de crecer en una familia de aficionados del Cruz Azul, disfruté y viví con más pasión mi amor por las águilas.
Desde luego que México ha dado grandes futbolistas, de entre los cuales destacan sobre todo tres: Hugo Sánchez, Rafael Márquez y por supuesto Cuauhtémoc. Pero, sin temor a equivocarme el que siempre fue factor en sus equipos y en la selección, fue Cuauhtémoc, aún en la etapa final de su carrera profesional nos metió a un mundial.
Cuando entre el 2014 y 2015 supe que un partido “chiquito” tenía la intensión de traer a Cuauhtémoc Blanco como candidato a presidente municipal, me pareció una locura y llegué a comentar: “seguro es una de las payasadas que hacen los hermanos Roberto y Julio Yáñez, hacen solo para llamar la atención. Pero, la locura se hizo realidad y luego de tres años, además de conquistar la capital del estado, conquistó todo el estado de Morelos, con una votación copiosa, como no se había visto nunca.
Lo demás, hoy ya es parte de la historia y usted lo conoce. Hoy, Cuauhtémoc Blanco está a punto de regresar a su amada Ciudad de México, para querer gobernarla, como lo hizo en los últimos cinco años aquí en Morelos.
Desde la primera vez que platiqué con Cuauhtémoc Blanco, en una entrevista cara a cara, que tuvimos con él, mi director general Miguel Crisanto y un servidor, corroboré que Cuauhtémoc es una buena persona, que tenía el deseo y la voluntad de hacer algo diferente, pero el tiempo le fue ganando, la falta de un equipo sólido para gobernar le causó mella y el haber sido el mejor jugador de futbol de México, no fue garantía de nada, por lo que lamentablemente durante todo su sexenio ha ocupado los dos últimos lugares en desempeño, de todos los gobernadores del país.
Insisto, como persona es un ejemplo de superación, con sus claroscuros desde luego; es un ser humano imperfecto como todos y sé que lo que ha venido haciendo en los últimos años no le llena el corazón. En aquella primera ocasión que platicamos, su rostro cambió y sus palabras comenzaron a fluir con mayor naturalidad, cuando le pregunté sobre el fútbol. Hoy veo que sigue siendo lo mismo.
Para Cuauhtémoc, el ídolo del barrio, hablar de política le pone de malas, saca su peor versión y le hace hasta perder los estribos, pero el fútbol, eso si es la gloria para él. Sobre su desempeño como futbolista, nadie puede objetarle nada, salvo el “soplamocos” que le propinó a David Faitelson (no pude evitar mencionarlo), pero en la función pública, ha dejado mucho que desear; su paso por Morelos es una clase de falta grave en su carrera, es quizá más grave que aquella patada que recibió de Ancil Elcock.
Y no es culpa de Cuauhtémoc, sino de quienes lo pusieron en esta cancha: más de 500 mil morelenses quienes hartos de la vieja clase política favorecieron la llegada de un nuevo personaje en la vida pública, famoso y que abanderaba muy bien las quejas que todos teníamos. La esperanza de un cambio, el sueño de algo diferente provocó que muchos votaran por el enemigo natural de Graco, “el que si lo iba a meter a la cárcel”.
Los resultados de Cuauhtémoc en el servicio público están a la vista de todos y cada quien puede tener su mejor análisis, lo que cierto es que el ídolo del fútbol hoy está opacado por el gobernador cuestionado por un desempeño que en nada se compara con el que tuvo en todas las canchas de futbol que pisó.
Lo más triste de todo es que quizá, ahora que se regrese a la Ciudad de México podría a volver a decirnos a todos los morelenses lo que aquella ocasión cuando ganó la presidencia de Cuernavaca: “Me los chingué”