Espíritu cercano
De unos años, casi una década, a la fecha, pareciera que el espíritu revolucionario de América Latina despertó.
Los movimientos sociales surgidos en Sudamérica y centro América pareciera que como pandemia ha ido contagiándose por todo el territorio americano; México no dista de poder padecer algo similar. El análisis de Emmanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, nos recuerdan que las transiciones geopolíticas, conllevan eventos antisistémicos de amplias dimensiones: las “revoluciones mundiales”. Verdaderas revoluciones destructivas, anárquicas, diferentes de otro tipo de conflictos en cuanto a las formas de conspiración y liderazgo. Han existido históricamente dos revoluciones mundiales que apuntalaron descontentos extremos. Haciendo un poco de historia, una de estas revoluciones fue la explosión de 1848, que se circunscribió al mundo europeo, a las costas del Mediterráneo. Ese continente era el eje del poder global; ya que América tenía poco tiempo de independiente desde sus orígenes coloniales.
Asia y África, eran todavía controlados por las potencias colonialistas; o estaban distantes de la economía-mundo, como China que permanecía en esa época, aislada. La abrieron más adelante los ingleses envileciendo a la población con el consumo de opio. De ese negocio, por cierto, surgió en 1865, The Hong Kong & Shanghái Banking Corporation, el famoso desde entonces: HSBC. Y es que, en 1848 se padecieron sin duda los efectos del despliegue industrial, los que causaron un desprendimiento de los nexos de la sociedad agraria, cuando se incrustó al surgimiento de la nueva sociedad industrial.
Las contrataciones masivas en las fábricas causaron que la gente del campo se topara con una vida cotidiana imposible, un ambiente hostil, como consta en los relatos de Charles Dickens o Los Miserables de Víctor Hugo. Era una vida espantosa; sin lugares donde vivir, siquiera pernoctar, sin zonas de aseo; sin alimentos que solamente en hambrunas cíclicas escaseaban en el campo; y sin servicios escolares para los niños, acostumbrados a un ambiente rural parroquial. Los nuevos obreros fueron desarraigados del estilo bucólico del campo, para ser insertados en fábricas, que eran tejabanes improvisados, sin pisos, lodazales, sin baños. Empeoraba, que no tenían reguladas las horas de trabajo que se podían prolongar 15 o 18 horas, a necesidad de la producción.
Esas condiciones ocasionaron el estallido, el mas famoso fue la Comuna de París; pero hubo otros estallidos, cientos de ellos alrededor de 1848, que incendiaron a Europa en una jornada de desquiciamiento, sin pies, ni cabeza. Solo destrucción por todos lados. Dice Wallerstein un izquierdista, pero estudioso, algo fuera de lo común; que esa tragedia de 1848 fue la que motivó a Marx a escribir por encargo de una revista, lo que después se conoció como el “Manifiesto Comunista”. El tipo, estaba aterrado, acostumbrado a francachelas y burdeles, veía su mundo de diversión derrumbarse y al desastre, lo llamó: el fantasma del comunismo.
En 1968 sucedió algo parecido con los movimientos estudiantiles, no solo en París con Dani “El Rojo”: Daniel Cohn Bendit, líder de La Sorbona; sino en la Universidad de Berkeley en Estados Unidos; en México en la UNAM y el IPN; en muchas universidades en el mundo. Hubo movimientos como “La Primavera de Praga” con participación de artistas y poetas como Havel Vaclav, que fue sofocada por tanques soviéticos contra el reformismo de Alexander Dubcek. La explosión del 68 fue apagada con violencia. Ese malestar fue esencialmente contra la autoridad. Contra “el establecimiento”, el Stablishment, es decir el sistema en operación. En ambas revoluciones el sistema produjo respuestas. Diecinueve años después de 1848, en 1867, el “Canciller de Hierro” Otto Von Bismarck; ofertó dos asuntos que transformaron la vida institucional sistémica: los derechos sociales, el Estado de bienestar, (Welfare State). Fue Alemania antes que cualquiera, la que los metió en su legislación; y no México, como vende el texto de leyendas gratuitas, que los incorporaron en nuestra Constitución en 1917, 40 años después.
La segunda oferta, fue garantizar que los izquierdismos podían llegar por la vía del voto. Desde entonces la Internacional Socialista, aceptó los medios electorales. Todos lo hicieron, menos el Partido Social Demócrata Ruso posteriormente con Lenin, un agente provocador al servicio del káiser; fue el único que no se plegó al acuerdo sistémico. Las dos decisiones renovaron la fuerza del sistema y crearon nuevas instituciones políticas: los derechos sociales y los derechos electorales. Los antisistémicos claro que los aprobaron.
Hoy enfrentamos una realidad que no deben desestimar las autoridades. América convulsiona y esa sintomatía con todo lo que ha venido sucediendo en el último año en nuestro país, ni dude que pudiera contagiarnos, pero hoy el país se ha divido en dos grandes grupos, los que aprueban al presidente y los que le rechazan. Lo peor de todo es qué hay muchos seudo caudillos y poca tropa.