Contraviolencia
La capacidad de podemos tener los seres humanos cuando somos solidarios, cuando perdonamos y más aún al desarrollar la capacidad de guiarnos por el amor y la compasión es mayor a cualquier otra cuando se ejerce como estilo de vida, como el argumento primordial en nuestras relaciones humanas.
Los seres humanos damos lo mejor de nosotros cuando nos apoyamos unos a otros y no cuando nos condenamos por nuestros errores; cuando nos ayudamos a crecer, cuando nos educamos y nos guiamos a la redención, eso es lo mejor que tenemos como sociedad, “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”.
Y lo hemos dicho en algunas ocasiones, que lo más fácil para muchos es condenar, es apuntar y señalar a los demás; hemos perdido la empatía y se nos olvida pensar antes de expulsar odio, ira y rabia contra quien sea. Las redes sociales son un campo fértil para los odios y las contiendas. Sabemos de cientos de casos en los que una noticia falsa o como antes se le decía “un chisme” causa problemas familiares, peleas y hasta muertes.
Lo más fácil hoy más aún con las nuevas tecnologías es señalar, muchas veces incluso sin sustento. El ambiente social y político de nuestra nación y desde luego del estado está saturado de odios, el humor social provocado por nuestra actual clase política es cada vez más áspero. La confrontación y las peleas provienen desde distintos flancos y no hay quien ponga un alto. Gobiernos municipales, estatales y hasta personajes ligados al gobierno federal destinan diariamente millones de pesos a las llamadas “campañas de guerra sucia o campañas negras” para atacar a sus enemigos políticos o a todo aquel que no está contento con su desempeño.
Numerosas investigaciones provenientes de la psicología social y clínica explican por qué. El odio posee gran capacidad de aprendizaje y de contagio. Es fácil de activar y muy difícil de controlar. Nos hace vulnerables y sobre todo muy manipulables, lo que puede transformarnos en seres dañinos y sin escrúpulos. Pero lo cierto es que a pesar de conocer sobradamente sus consecuencias hoy el odio sigue alentándose. A veces de manera sutil. Odio es la palabra que mejor define el sentir de ciertos islamistas radicales por occidente o el de algunos aficionados por el equipo contrario o el de habitantes de unos territorios por otros… En la moral de los líderes se encuentra la clave. Lo que todos los estudios coinciden en afirmar es que el odio es un sentir patológico y con consecuencias graves para aquel que lo siente y para aquellos a los que éste va dirigido.
Sin embargo, no siempre es fácil reconocer a personas con emociones tan dañinas, dado que el odio favorece el desarrollo de capacidades para encubrir esa emoción. Pero también porque los que odian poseen mecanismos aún no suficientemente estudiados, que les permiten llevar una vida normalizada cuando conviven con esa parte de la humanidad a la que no odian. Es cierto que vivimos en un mundo habitado desde siempre por la violencia, como nos lo prueba la historia de la Humanidad y la sociedad actual. Pero hace cincuenta años moría un hombre cada minuto, víctima de la violencia de sus semejantes. Hoy muere un hombre cada veinte segundos por la misma razón en todo el mundo.
Por eso, la acción no violenta, la lucha no violenta contra la mentira, la injusticia, la opresión y la explotación es una alternativa verdadera, que no tiene nada de fracasada, contra la historia vivida hasta el presente, que ha sido una historia de odio y de violencia. La lucha no violenta no es un invento de nuestros días. Pero nunca ha sido tan actual, tan realista, tan posible y tan necesaria como hoy. Tiene su origen en la conciencia de una superioridad intelectual y en el convencimiento de que con métodos bárbaros no se puede dar forma a una sociedad más humana. Esa lucha es pregón de una época nueva, posible y humana en la que los conflictos no se resolverán con estacas y bombas atómicas, sino por medios pacíficos a todos los niveles...
Esa lucha anuncia modos de comportamiento entre personas que han llegado a ser verdaderas personas y que, por tanto, ya no piensan en aniquilarse mutuamente... La lucha no violenta es hasta ahora la forma más sublime, más pura y, a la larga, la más eficaz de todas las revoluciones. No sólo transforma estructuras sociales deshumanizadas, sino también a los hombres. Esa revolución no piensa ya según las estrechas nociones de raza, clase, nación y religión; piensa global y razonablemente. Y actúa cómo piensa.
¿Habrá alguien en el medio político de nuestra entidad y del país que se atreva a comenzar una lucha no violenta desde las palabras, a iniciar una guerra de propuestas, de discursos de altura y elevado compromiso social? Lo más fácil es quedarnos como estamos y seguir la inercia que nos llevara a un estallido social de grandes dimensiones, pero lo más necesario es cambiar las estrategias y las formas de convivir en sociedad…Es necesario parar que, la violencia nos arrolla.