Nuestro legado: una huella de carbono
El aumento del nivel del mar, la intensificación de eventos climáticos extremos a nivel global como los resientes huracanes, las terribles sequías, el derretimiento de los glaciares y casquetes polares y las inundaciones, no son un “castigo divino”; son una cadena de consecuencias y un “efecto dominó”; -comprobado por la Ciencia-, y es debido al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y, cada persona, cada uno de nosotros, sin excepción y sin importar la edad, contribuimos en ese inmenso cóctel global, al daño del medio ambiente y, es a través de lo que se define como: huella de carbono.
El efecto invernadero, de origen es un fenómeno natural que mantiene la temperatura de la Tierra en un rango propicio para la vida; sin embargo, nuestras actividades como humanos, han intensificado este efecto al nivel de llevarlo al calentamiento global y en consecuencia a diversos problemas ambientales.
El causante principal de este fenómeno climático es el Dióxido de carbono CO2. Un gas que proveniente de la quema de combustibles fósiles.
En los últimos 20 años, ingresamos a una gran paradoja: somos un mundo globalizado y la característica principal es que, nos entrelazamos gracias al desarrollo tecnológico y nos comunicamos en audio, video, imagen y texto a cualquier parte del mundo en segundos; pero, las tecnologías digitales, incluidos los servidores, centros de datos, redes y dispositivos electrónicos, requieren una cantidad impresionante de energía para operar.
La huella de carbono y las tecnologías digitales, están interrelacionadas de varias maneras. En primer lugar, demandan una excesiva cantidad de energía para funcionar y si esta energía proviene de fuentes no renovables, contribuimos a esa huella de carbono.
Las fuentes de energía no renovables son principalmente los combustibles fósiles, como el petróleo, el gas natural, el carbón y la energía nuclear y se consideran no renovables, porque se formaron a lo largo de millones de años en condiciones geológicas específicas y no pueden reponerse en un plazo humano razonable.
La energía que se utiliza para alimentar los equipos, mantener la conectividad y enfriar los sistemas; especialmente en los centros de datos, donde la acumulación de calor es considerable y su crecimiento es exponencial, demandamos energía sin medida y ello, incrementa aún más nuestra huella de carbono y eso impacta irremediablemente nuestro planeta.
La preocupación por la huella de carbono es cada vez mayor, nuestra huella de carbono se mide en unidades de Dióxido de carbono, equivalente CO2e y esto refleja el impacto de diferentes gases, como el Metano y el Óxido nitroso, que tienen diferentes potenciales de calentamiento global.
Los factores de preocupación a nivel mundial, son varios, y de inicio hablamos del cambio climático, el impacto ambiental, la salud pública, la sostenibilidad y la economía, el desplazamiento de poblaciones y entre otros, la falta de responsabilidad social.
Nuestra huella de carbono está contribuyendo al calentamiento global, así como al derretimiento de glaciares y nuestra indiferencia, se equipara en extremo, a este cambio climático tan acelerado.
No es solo el uso de la tecnología lo que provoca nuestra huella de carbono en la emisión de gases de efecto invernadero GEI, tenemos también en esta lista el Metano CH4, emitido durante la producción y el transporte de carbón y gas natural, las actividades agrícolas que utilizan grandes cantidades de fertilizantes y aunque parezca una broma, se suma el estiércol de los rumiantes y la descomposición de esos residuos.
Así también, los óxidos de nitrógeno N2O, que por igual se generan en la agricultura y es por el uso de fertilizantes; por otra parte, están los gases y las sustancias generadas en procesos industriales, le sigue la deforestación, la tala de bosques reduce la capacidad de los árboles para absorber Dióxido de carbono, lo que aumenta la concentración de este gas en la atmósfera y un agregado más que no es menos importante en esta cadena, es el crecimiento de la población y la urbanización, algo que implica una mayor demanda de energía, alimentos y recursos, lo que a su vez, incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero.
De acuerdo a datos de especialistas en cambio climático, la concentración de Dióxido de carbono en la atmósfera, -recordemos que se trata de un gas que proveniente de la quema de combustibles fósiles- en la actualidad, es la más alta en los últimos 14 millones de años y afirman que en 2022, las emisiones mundiales de Dióxido de carbono fueron de aproximadamente 37 mil 200 millones de toneladas métricas y en 2023, las emisiones de Dióxido de carbono alcanzaron un nuevo récord de 40 mil 900 millones de toneladas.
Un dato adicional, es que la cantidad de Dióxido de carbono, como la huella de cada persona, varía según el país y estiman que la media mundial es de casi cuatro toneladas anuales, pero en países como Estados Unidos, esta cantidad se cuadruplica.
A nivel mundial, la huella de carbono de nosotros los mexicanos, nos ubica en el lugar 66 de un total de 105 países y eso no es ningún consuelo, ni nos reduce la culpabilidad.
Los países que emiten más Dióxido de carbono, y destacan en el cambio climático y el efecto invernadero con su huella, son: China, Estados Unidos, India y Rusia.
Entonces, no es tan complicado suponer cuál será nuestra herencia a las futuras generaciones aparte de basura, que eso es otro tema…
Así que nuestro legado al futuro, sino tomamos conciencia será: una creciente y descomunal, huella de carbono.