Democracia real
La madurez política es un factor fundamental para el desarrollo de una democracia sólida y de primer nivel. En pleno 2024, es alarmante ver cómo seguimos estancados en un sistema político que no ha evolucionado significativamente en los últimos 100 años. La partidocracia sigue siendo la clase dominante y las segundas vueltas que no están consideradas en nuestro país, se convierten en el sueño guajiro en una carrera por alcanzar el 50 por ciento más uno de los electores, en contraste con una falaz realidad que, permite se definan triunfos sin importar si realmente representan los intereses de la mayoría.
Es preocupante que en nuestro país existan autoridades que han sido electas con un respaldo social del 20 o incluso del 15 por ciento. Esto pone en evidencia la falta de representatividad y legitimidad de nuestro sistema político. Si queremos avanzar realmente en la construcción de una democracia sólida y transparente, es necesario realizar cambios profundos en las reglas del juego.
Es fundamental que la representación política sea real y efectiva, y no una mera falacia que beneficia a unos pocos. Los ciudadanos merecen tener líderes que realmente los representen y defiendan sus intereses, y no solo a los de unos cuantos. Para lograr esto, es necesario impulsar reformas que promuevan la participación ciudadana, la transparencia y la rendición de cuentas.
La madurez política implica también la capacidad de dialogar, negociar y llegar a acuerdos en beneficio de la sociedad en su conjunto. Es necesario dejar de lado los intereses partidistas y trabajar en conjunto por el bien común. Solo así podremos construir una democracia plena, en la que cada voz sea escuchada y cada voto cuente.
Un derecho fundamental reconocido universalmente a todos los individuos-ciudadanos es el de participación en el ejercicio del poder político de su país, directa o indirectamente a través de sus representantes a los que concurre a elegir libremente, Lo que caracteriza a una democracia es pues la intervención del pueblo que, en la época moderna, por la impracticabilidad del gobierno directo se identifica con la idea de la representación, en que el cuerpo social es regido por la “voluntad de la mayoría” que es evidente que difícilmente será unánime, por lo que la participación política nos conducirá al consenso, siendo legítimo también, en democracia, el disenso. Tarea vital, en consecuencia, dentro del actual ideal democrático dominado por la doctrina de la representación.
Uno de los propósitos más relevantes es que el sistema logre una mayor y mejor “representatividad” del elegido en relación con el elector. De esta manera, indiscutiblemente el sistema electoral se constituye en el elemento más importante de la democracia representativa
En este sentido, es responsabilidad de todos los actores políticos y de la sociedad en su conjunto trabajar en la consolidación de una democracia de primer nivel, en la que la madurez política sea la norma y no la excepción. Solo así podremos construir un país más justo, equitativo y democrático para todos.