Amenazas, agresiones y atentados contra su vida, padecen buscadoras de desaparecidos
Como si no fuera suficiente la agonía de no saber el paradero de un ser querido, si aún está con vida o yace en alguna fosa clandestina, los familiares de personas desaparecidas que por su cuenta y por sus propios medios siguen la búsqueda, son víctimas de amenazas, agresiones y hasta intentos de asesinatos, algunos de los cuales, por desgracia, son consumados.
Este es el caso de Jael Jacobo, quien desde hace más de dos años busca a su hermano Pablo Shezaman Capistrán, desde el 12 de marzo de 2022.
Ella pertenece al colectivo Buscadoras del Sur de Morelos, y también es integrante de la organización a nivel nacional denominada Unidas Siempre Buscando, y refiere que los ataques a madres y familiares que intentan dar con el paradero de sus seres queridos las convierten en víctimas de persecución y agresiones, al parecer para que desistan de su lucha.
En su caso, refiere, ya en dos ocasiones ha sufrido agresiones, la primera en la región sur de la entidad, donde fue balanceada mientras por sus propios medios realizaba pesquisas, y la segunda, fue víctima de un intento de "levantón" en pleno Cuernavaca.
Se vive con el dolor por la persona desaparecida, pero también con el miedo permanente de perder la vida, solo por no conformarse, por no resignarse, sin ninguna explicación, a que un ser querido haya desaparecido.
Y en su situación, numerosas personas de distintos colectivos padecen también de amenazas, de agresiones y algunas terminan muertas, como ha sido el caso de una madre buscadora de Morelos que hace poco más de un año fue asesinada.
Para ubicar a los responsables de esos intentos de silenciarlas, de persuadirlas de no continuar en su búsqueda, de amedrentarlas para no seguir luchando, a su juicio, solo hay dos posibilidades: es el propio gobierno, o son las organizaciones criminales que se están llevando a nuestras familias, sin que se sepan las razones, tampoco si aún siguen con vida.
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El gobierno, plantea su hipótesis, porque no quiere que se haga ruido con esta problemática. Tan es así, que, durante este sexenio, el gobierno de la República ha hecho ajustes al padrón de desaparecidos, y de un listado original de 112 mil casos, ahora clasifica y reconoce sólo 12 mil. En torno a su segunda hipótesis, puede ser el crimen organizado, para acallar todo intento de esclarecer los crímenes y que sigan gozando de impunidad para operar.
Y sí, se vive con miedo, pero no sin esperanza, no sin el coraje y el valor para continuar, por sus propios medios, sin técnicas ni equipo, pero sí con el amor a sus familiares desaparecidos, porque al margen de las agresiones e intentos de asesinarlas, predomina la fe de hallar a sus familiares, la convicción de que si a las autoridades no les interesa la búsqueda porque no se trata de uno de los suyos, a los colectivos de buscadoras sí importa perseverar en su causa, porque está de por medio la vida y el paradero de los que aman.
Dolor, persecuciones, amenazas y hasta la propia muerte de algunos de los familiares que buscan a personas desaparecidas no las predisponen a la desconfianza, sino lo que han recibido de las autoridades hasta ahora: desinterés, falta de apoyo, el intento de restarle visibilidad al problema. Por eso ya no creen en partidos políticos, en los gobiernos, sean de color que quieran, porque no han visto resultados.
Seguir solas en su búsqueda, sin más respaldo que el de cada una de sus compañeras, parece ser el único camino que les queda... O la muerte en el intento, porque hay a quienes estorba, molesta o perjudica el humano anhelo de saber qué pasó con las personas que aman... Incluso así sea para darles cristiana sepultura y, al fin que descansen en paz... Y que los buscadores también encuentren esa paz.