Más personal que lo político
Para este artículo, me gustaría citar dos frases que desde que las escuche, han retumbado en mi mente de manera agresiva.
La primera dicha por mi psicóloga, un sábado, a la 1 de la tarde:
“Es diferente hacer política y ser político”
Y la segunda dicha por el Senador Cravioto a una adversaria al despedirse públicamente de ella:
“Sabe que tengo el máximo respeto por usted, nuestras diferencias siempre han sido políticas, nunca personales”.
Me gustaría empezar con la segunda, que es dicha por muchos políticos profesionales; al diferenciar, la política o los debates, de una persona en específico; y de la opinión que puedan tener de aquella persona que se encuentra en ese momento en los curules, por debajo de la tribuna.
Quizá esta frase cause un conflicto en mí, porque me pregunto seriamente: ¿hay algo mas personal, que lo político?
Y es que estoy convencido, que uno no escoge una corriente política, sino que crece dentro de ella. Uno no va al super y decide frente al estante ser de izquierda, si no que quizá en su casa, había un cuadro de Emiliano Zapata, en la biblioteca se cruzó con un libro de Rius o quizá, su corazón vibró como nunca lo había hecho, cuando en internet, se cruzó con las marchas por los 43 de Ayotzinapa.
Estoy convencido, que cuando alguien expresa una opinión política, no escupe una casualidad, sino, que abre -quizá sin saberlo-, su corazón y muestra sus filias, fobias, traumas y esperanzas; por lo que reitero mi pregunta: ¿qué hay más personal que la política?
No es casualidad que la gente esté dispuesta a dar la vida por ideas, se enamore, odie, construya o destruya por ellas.
Por eso pienso, que es altamente peligrosa la actual narrativa superficial de la discusión política, porque la discusión de estos temas, no puede ser un ejercicio banal, si no terapéutico; donde, entendiendo la visión contraria, incluso desde el amor al prójimo, lleguemos a un punto medio, partiendo que el otro cree lo que cree, como un resultado de toda su vida.
Es por eso que me perturba que, cuando los políticos profesionales, que deberían entender el poder que se tiene al representar ideas, afirman que una cosa es lo político y otra lo personal.
Entiendo que, en un sentido pragmático, sería imposible defender cada ideal con la vida, pues la política es enfermiza y constantemente decepcionante, pero creo que justamente el medio para mejorarla es que los políticos se involucren emocional y personalmente con lo que hoy “critican o defienden” y, dejen de mirar con las vísceras y ver sin pasión, la “realidad” que dibujan. Entendiendo también, que en algo tendrán que ceder para hacer política.
Ahora, retomó la primera frase, dicha por mi psicóloga: “Es diferente hacer política y ser político”.
El libro del Príncipe de Maquiavelo, es un clásico obligado para el político, porque presenta por primera vez, una cruda diferencia entre los valores éticos que debe tener un ciudadano y un político, donde el fin del político sobre todas las cosas, debe ser la conservación del Poder.
Quien hace política, puede expresar ideas, criticar con la voz en alto, cambiar de opinión como resultado de los argumentos, tomar de manera personal, cada corriente, expresarse y pensar con libertad, porque su objetivo es cambiar al mundo.
El político, debe guardar silencio, comprometerse; incluso en la incomodidad; ser duro en la obscuridad y sonriente ante la luz; ser inteligente en sus palabras, moverse con estrategia, nunca con libertad; ser resiliente en la tragedia y expresar de manera planeada y milimétrica cada una de sus acciones, porque su objetivo es la conservación del poder.
Ahora lo entiendo, pero no deja de parecerme decepcionante, porque no podemos dejar que el pragmatismo se robe la intención medular de la política, que es defender aquello que nos hace humanos; o sea, lo que nos mueve.
Un político superficial, enajenado de las causas por las que alza la voz, no es más que un elegante mentiroso.