El acuerdo nocturno
El federalismo ha funcionado en México, porque somos un país simplemente demasiado grande y demasiado diferente como para ser parte de un mismo gobierno central. Es por eso que cualquier partido político, no es el mismo al centro del país que en el norte conservador o en el sur liberal.
Esto muestra de manera práctica, que México, sí es un estado federal; es decir, que está conformado por gobiernos locales asociados con su propia identidad y necesidades. Pero es importante decir, que México como estado federal, así como cualquier sistema federal del mundo, necesita obligatoriamente una Constitución rígida; es decir, que sea difícil de modificar y que para hacerlo necesite un consenso de todas las partes de la federación.
Porque en el caso, de que no fuera necesaria la aprobación de dos cámaras, conformadas por representantes de todos los rincones del país y pudiera modificarse con decretos desde el centro de una oficina presidencial, pronto caería el sistema federal. Y a pesar, de que quizá Ricardo Monreal, Adán Augusto López y López Obrador, podrían decirme que no ha sido nada sencillo lograr las mayorías, en las pasadas semanas ha habido una cantidad obscena de modificaciones a la Constitución que hacen parecer que fuera algo sencillo.
Un ejemplo, casi igual de preocupante para mí: que la reforma al Poder Judicial, es la reforma aprobada la semana pasada en el Senado de la República, donde se prohíbe que el Poder Judicial pueda detener reformas constitucionales.
Yo estuve en el Senado de la República el día de su aprobación. Y puedo decir, que igual que un ejército que espera la llegada del ejército contrario para iniciar la batalla, se esperaba que su aprobación fuera por lo menos complicada. -Como todo lo que da pena-, esta reforma no sería discutida durante el día, si no durante la noche y se esperaba que su aprobación ocurriera durante la madrugada.
Desde las ocho hasta las diez de la noche, la sesión consistió exclusivamente en votos particulares, donde los senadores se atacaban en la forma, sin llegar al fondo, como es común, era difícil que un senador terminara su intervención sin preguntas, mociones de orden o algún encontronazo con otro legislador. Poco a poco, en el patio del federalismo, pude observar cómo los senadores empezaban a meter bolsas negras al pleno del Senado y casi a las 12 de la noche, empezó el espectáculo.
En cuestión de minutos, la sesión se convirtió en una batalla, en donde las armas eran las pancartas, las cartulinas y los megáfonos, tanto los senadores de la oposición como del oficialismo tomaron la tribuna para gritarse, atacarse y hacer sonar sus alarmas tan fuerte como fuera posible.
Pronto, el Senado dejó de tener condiciones para sesionar; sin embargo, junto a la tribuna se unió una junta de Coordinación Política de alto nivel, donde no solo hablaron privado (pero frente a las cámaras) los coordinadores de grupos parlamentarios y se sumaron también los presidentes de los partidos. Ellos platicaron mientras el presidente del Senado los observaba fijamente y al finalizar su plática, el coordinador de Morena, subió a decirle algo a Noroña y la sesión continuó a pesar de los gritos, las alarmas y que el debate estaba muy lejos de ser productivo.
De manera extraña, el siguiente orador declinó la posibilidad de participar e igualmente, lo hicieron los próximos oradores, hasta acabar la lista y, cuando el presidente preguntó por los próximos oradores, nadie levantó la mano, provocando que la discusión que se supone duraría horas, fuera reducida a minutos. Rápidamente la reforma fue votada y esa misma hora todos los senadores, estaban subiendo a su carro para irse a lejos del recinto.
Considero que, en esa plática, el acuerdo pudo ser “ustedes gritan y enseñan pancartas, pero dejan que la reforma pase” y lo pienso porque así fue, al siguiente día, los senadores publicaron su “heroica” fotografía: “defendiendo a México de la dictadura” y Morena pudo entregar cuentas positivas a la Presidenta de la República.