Preguntas sobre Caro Quintero
Se han vertido ríos de tinta sobre la detención, el viernes pasado, de Rafael Caro Quintero, fundador histórico del cártel de Guadalajara, en el poblado de San Simón, en Choix, Sinaloa, su refugio natural.
Analizando las cosas, hay cinco detalles en torno a esta curiosa detención:
1.-La primera es la repetición incansable de que Max, un perro antinarcóticos, fue el que literalmente ubicó a Caro Quintero entre los matorrales. La narrativa, ¿hacia quién va dirigida? En el sentido de que no se le agredió ni se violentaron sus derechos humanos.
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2.-No menos repetida es la fotografía de Caro Quintero, retratado con una botella con agua y la orden de aprehensión en la mano. Nuevamente, ¿a quién se le está enviando el mensaje de que la detención fue pulcra, digna de clase de Ciencias Penales?
3.-Los 14 integrantes de Fuerzas Especiales de la Marina Armada, que en helicóptero resguardaron el perímetro de la operación, ¿fueron abatidos desde tierra? Los marinos suelen poner los muertos en esta clase de operaciones de máximo riesgo.
4.-La liberación de Caro Quintero se dio en 2013. ¿Será posible que una persona de edad avanzada como este jefe criminal, eludiera por 9 años a sus perseguidores? O, ¿algo tuvo que ver la visita de Andrés Manuel López Obrador a Joe Biden a Washington D.C.?
5.-La detención de este personaje, ¿le sirve a México o a Estados Unidos?
Algunos dicen que su aprehensión e inminente extradición, la cual le fue notificada la madrugada del domingo a Caro Quintero, es simbólica para el gobierno estadounidense.
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La DEA nunca perdonará al gobierno mexicano la horrenda muerte de Enrique Camarena y la detención de Caro Quintero apenas palia esa herida.
Son preguntas que tardaremos en encontrar la respuesta, en el entendido que en política no hay casualidades.
De las anécdotas que se cuentan
Las agencias de noticias lanzaron una nota que llama la atención, no solamente por lo curioso del tema sino por lo que puede producir una conducta como la que describen.
Y el motivo de la preocupación es que, en México, ese tipo de cosas deben ocurrir con frecuencia.
El evento se dio en Osaka, Japón. Hace unos días, un hombre terminó una maratónica semana laboral, de ésas de más de doce horas diarias.
Fastidiado, decidió irse a un bar a olvidarse del estrés y después, dormir a pierna suelta.
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La escena termina cuando aquel hombre se despierta, ya de día, todavía agobiado por la borrachera, pero no estaba en su casa, sino sobre la banqueta.
Como puede, el hombre se incorpora y va caminando hacia su casa.
Comienza a revisarse los bolsillos. Y se le encoge el corazón cuando se da cuenta que no trae en la bolsa un USB que portaba a la salida de su trabajo.
En ese USB, el hombre traía nombres, números de cuentas bancarias y teléfonos de medio millón de personas que viven en Osaka.
Imposible identificar si el USB lo dejó en el bar, se le cayó cuando daba traspiés hacia su vivienda o se lo robaron mientras dormía en la calle.
La empresa para la que trabaja, había sido contratada por el gobierno para realizar un censo e identificar qué personas podrían ser beneficiadas con una reducción impositiva por encontrarse en la línea de pobreza.
Japón al fin, el USB tenía los datos encriptados.
Pero el escalofrío ahí sigue, igual que una enseñanza, en el sentido que irse de copas puede ser peligroso si se cargan los datos personales de otras personas, particularmente cuando en México no suelen encriptarse esos dispositivos.
Ahí queda la lección y hoy apenas empieza la semana.
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*ARD