¡Hechos, no palabras!
Aun cuando en el inicio de cada año, todos de una u otra manera se hacen a la idea de lograr nuevos propósitos, no caer en la idiotez de la ilusión, porque los ilusos son los decepcionados y amargados que hacen la vida imposible a quienes les rodean, todo porque se fueron más allá de una realidad que duele, pero que nos enseña a vivir en lo crudo de la vida, que duele, pero sostiene. Los tiempos y las fechas se cumplen, por ejemplo, el mes de diciembre se espera durante once meses, porque es el tiempo que nos promete un descanso, un extra la economía y la posibilidad de un reencuentro con la familia y los amigos, es tiempo de los buenos deseos, luego, enero es el mes de la esperanza y las ansias de que las cosas mejoren, y no a tontas y a locas, sino con la gana de dar un nuevo impulso, de hacer un cambio en la rutina y buscar y encontrar los medios de lograr un mejor estilo de vida, cosa que es posible lograr si damos un giro en la acción del trabajo, no solamente llenar las horas, sino sacarles el mejor provecho en bien personal y de quienes viven con nosotros, pero en un bien colectivo que cada uno nos hagamos responsables y aceptemos de que lo que no hagamos por nosotros, nadie lo va a hacer, y en este asunto van involucrados todos los que un día se echaron a la calle a buscar un puesto público, como lo es una presidencia municipal, que en el caso de Cuernavaca durante los últimos trienios ha dejado más amargura y decepción que buenos recuerdos. De los últimos munícipes lo único que los diferencia es el color de su divisa, pero todos los ex, tienen un denominador común, mentirosos, ladrones, irresponsables, faltos de pudor y conocimiento de la ética, inmorales y cínicos, porque sabiendo que eran incapaces para el desempeño de un trabajo de alta responsabilidad se inflaron y se regodearon en el despilfarro y la mediocridad, se enriquecieron de tal forma que su sola presencia se hizo una ofensa a quienes viven de un salario que solamente da para mal vivir, y mientras en la acera de enfrente se daba el lujo exagerado en la de enfrente se veía la pobreza y la miseria. Como si fuera poco, y para ser concreto, el caso del último presidente municipal, se ha ido en la más abominable impunidad porque deja a una ciudad en la más terrible orfandad, en cuanto a su inseguridad, porque los actos criminales se fueron a la alza y nunca se pudo hacer nada por cuidad de que los ciudadanos vivieran y trabajaran en la tranquilidad de que su vida no corría peligro, la ineptitud y holgazanería se refleja en cada uno de los baches que hay en calles y avenidas, el miedo que cunde al caminar por las calles de la ciudad ya cuando la luz del sol se ha ocultado, porque no hay luminarias que inhiban a los ladrones de peatones o casas habitación y dejan a quienes regresan a sus domicilios después de las horas de trabajo, ya no se diga a la buena de Dios sino en las manos del hampa que ha florecido al amparo de quienes también roban a las personas valiéndose de un uniforme que ya no garantiza seguridad sino miedo de que también lo hagan víctima de delitos que nunca se han cometido, Cuernavaca, la otrora Ciudad de la eterna primavera, ahora es mugre, basura, abandono, desorden, falta de garantías y lo que eran calles y avenidas con olor a flores, con prados y jardines, ahora las personas, los peatones se juegan la vida porque se tiene la necesidad de caminar por donde transitan automóviles a gran velocidad, un servicio de transporte colectivo que es una vergüenza por lo sucio de las unidades y donde los operadores no usan el cubrebocas y tampoco le exigen al usuario en desprecio de la salud de todos, porque no hay calle, banqueta o esquina que sea un lugar de fritangas y comercio de alimentos donde se reúnen personas que necesitan algo para comer y hacen desprecio de las medidas de higiene y de seguridad todo porque el dinero no alcanza para más. Los exfuncionarios ya se fueron en la seguridad de que han logrado el bienestar de sus familias, en el entendido de que no pasará nada y este cuadro patético y desolador es que hereda el nuevo gobierno capitalino, al que no se le puede desear la buena suerte, porque la buena suerte es la virtud de los pendejos, que como el que se fue, se sacó la lotería sin haber comprado billete, todo porque fue el producto de la imposición.
El pueblo desea, espera, necesita recobrar la confianza y volver a creer en su gobierno. Por eso, señores sólo hay un camino, trabajar con honradez, porque hechos son amores y no buenas razones. FELIZ AÑO Y HASTA LA PRÓXIMA.
*IR