Celebración y Deuda Pendiente
Por mucho que nos gusten los festejos, los días conmemorativos en México durante las últimas décadas se ha convertido en un recordatorio incómodo de lo que no funciona.
El ejemplo más cercano es precisamente el día de ayer que se celebró el Día del Médico, esta es la ocasión perfecta para agradecer a quienes, con bata y estetoscopio, se encargan de salvarnos la vida. Sin embargo, detrás de las felicitaciones y las fotos con flores en redes sociales, hay un malestar profundo: una deuda monumental del gobierno mexicano con el sector salud.
Para nadie es un secreto que los médicos en este país trabajan en condiciones precarias. En los hospitales públicos (donde atienden a la mayoría de los mexicanos), la falta de recursos se ha vuelto casi parte del diario vivir. Medicamentos que no llegan, equipos obsoletos o inexistentes, plantillas insuficientes y jornadas extenuantes son parte de la rutina.
Sin embargo, tal parece que a las autoridades se les olvida que estos problemas no se resuelven con discursos de agradecimiento ni con bonos ocasionales que apenas compensan el desgaste diario. Y es que, a los médicos no se les cuida como ellos cuidan de nosotros.
El personal de salud en general se enfrenta, además, a un sistema que los expone de manera brutal. La pandemia de COVID-19 dejó al descubierto la fragilidad del sistema: sin insumos adecuados, muchísimos médicos tuvieron que improvisar y poner en riesgo su propia vida. Y pese a esto, hoy lo que duele más es que, aunque la etapa más crítica de la pandemia ya pasó, los problemas siguen igual.
Para muestra: IMSS Bienestar, que pese a que ha sido aclamado por las autoridades como la gran solución (principalmente durante el sexenio de López Obrador), se ha quedado corto en varias regiones donde la falta de especialistas es evidente.
El gobierno, como siempre, promete, pero no resuelve.
¿Cómo es entonces que celebramos a los médicos? Con guardias dobles, contratos temporales y pagos retrasados. A quienes se dedican a esta labor se les exige vocación, como si eso bastara para pagar las cuentas o alimentar a sus familias.
A decir de muchos especialistas de la salud, a diario tienen que lidiar comentarios como el de que “un médico tiene que aguantarlo todo porque es su deber”, y esto, aunque no nos guste, es una forma sutil de violencia.
La realidad es que, en nuestro país, ser médico implica sacrificar incluso la salud propia para cuidar la ajena, ser médico es sinónimo de sacrificar la vida misma con tal de salvaguardar la de otros.
No olvidemos que un sistema de salud deficiente también afecta a quienes lo usan. Pacientes esperando meses por una consulta, cirugías canceladas por falta de anestesia, hospitales al borde del colapso.
El acceso a la salud es un derecho, pero en la práctica parece ser un privilegio. En lugar de promesas vacías, necesitamos políticas que realmente fortalezcan el sistema. Mejorar las condiciones laborales del personal médico es un primer paso. De nada sirve inaugurar hospitales si no hay médicos dispuestos a trabajar en ellos.
Hoy, más que nunca, hay que honrar la labor de quienes nos cuidan. Pero esa gratitud no puede quedarse en palabras; debe traducirse en acciones.
A los médicos no se les festeja, se les dignifica: con sueldos justos, contratos estables, insumos suficientes y el reconocimiento que merecen. Mientras el gobierno no entienda eso, cada Día del Médico será un recordatorio incómodo de una deuda que sigue pendiente.
FB. Xóchitl Azpiazu
Twitter. @xoch_azpiazu