El arte de la mentira
Desde un punto de vista evolutivo, el engaño en las especies sin lenguaje, se encuentra muy extendido con fines de supervivencia y reproducción y, en el caso de los seres humanos, la mentira tiene una función primordial en cuanto a cohesión social; es decir, mentir, también reafirma el sentimiento de pertenencia, se aceptan las reglas y valores, y así, se afianza el compromiso con el grupo -y aunque se haga de lado la moral y la ética y haya complicidad-, la realidad se falsea para escapar del juicio social, de situaciones incómodas y en lo general, evitar consecuencias negativas.
Con la expansión de internet y las redes sociales, la cantidad de información disponible ha crecido exponencialmente. Esto también ha dado lugar a una proliferación de desinformación y noticias falsas, lo que puede hacer que las personas sean más escépticas y menos propensas a confiar en la veracidad de lo que se comunica.
En la sociedad contemporánea, es evidente la división de grupos ideológicos o políticos que se ven a sí mismos en oposición a otros y esto lleva a una normalización de la mentira como herramienta para defender a un grupo o una causa, donde la verdad se vuelve secundaria frente a la necesidad de afirmarse ante los demás; las personas pueden convencerse de que ciertas mentiras son aceptables o incluso necesarias, ya sea para protegerse a sí mismas o a otros y este tipo de razonamientos han conseguido que las mentiras se normalicen en diversos contextos.
En la era de las redes sociales, la atención y la popularidad a menudo se convierten en monedas de cambio. Las personas pueden sentirse impulsadas a exagerar o distorsionar la verdad para captar la atención, lo que puede llevar a una percepción de que mentir es una estrategia válida para el éxito personal o profesional.
La exposición constante a mentiras y engaños en los actuales medios de comunicación, puede llevar a una desensibilización; cuando las personas ven mentiras repetidamente, pueden llegar a considerarlas como parte de la norma y adoptar una postura indiferente hacia la verdad.
Hoy, las herramientas tecnológicas modernas, facilitan la creación y difusión de información falsa. La manipulación de imágenes, videos e incluso voces (deepfakes) hace que sea más fácil engañar a otros y más difícil detectar la verdad y como se puede inferir, en un entorno donde las mentiras no siempre son castigadas y a menudo tienen recompensas inmediatas por actuar de manera engañosa, las personas pueden sentirse incentivadas a mentir sin temor a repercusiones significativas.
Esta incapacidad de discernir entre la verdad y la mentira, lleva a una alienación colectiva; significa que las personas se sienten desconectadas de su entorno, sobran los sentimientos de falta de sentido, de impotencia, desapego cultural, de autoextrañamiento, de aislamiento social y falta de normas.
Este fenómeno se observa, por ejemplo, en el auge de las "fake news", donde la frontera entre información y desinformación se difumina y genera un clima de confusión que socava la confianza en las instituciones y en la propia capacidad de juicio de los individuos.
En un mundo donde la rapidez de la información es crucial, las verdades a menudo se ven sacrificadas en favor de narrativas llamativas que capturan la atención rápidamente; la manipulación de la verdad, ha sido y es utilizada con fines diversos, desde el deseo de proteger a alguien de un dolor innecesario, hasta la búsqueda de poder personal o control social.
Y hoy, en esta civilización que poco a poco va descubriendo los secretos del Universo y los elementos que lo componen, paradójicamente, la mentira, se ha convertido de manera consensuada, en una forma de arte.