¡Gracias, por el libro!
Hago hoy un agradecimiento a las amigas y amigos, que comparten el gusto por la lectura y el análisis; esa agonizante manía cultural con la que se foguea y adiestra el esgrima intelectual y nutre el pensamiento crítico; agradezco el obsequio del libro: “Nexus, una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la Inteligencia Artificial”, del historiador y escritor israelí, Yuval Noah Harari, autor de Best Sellers como: “Sapiens: De animales a dioses”, “Homo Deus: Breve historia del mañana” y “21 lecciones para el siglo XXI”.
“Nexus”, es la última entrega; recién me la obsequiaron y es una obra que describe la epistemología de la profesión que ejerzo y creo que está de sobra mencionar, que trata sobre el andurrial histórico de la Comunicación enfocada a las masas, y aunque en la UNAM, el plan de estudios nos atiborró hasta la indigestión de autores, teorías y efectivos ejercicios de Análisis de Contenido, en particular con la siempre socorrida Comunicación Política, confieso que ese libro es magnífico y me deslumbró; me tiene sorprendido un capítulo en especial: el número cinco, titulado: “Decisiones: una breve historia de la democracia y el totalitarismo”, donde el autor, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, realiza una radiografía sobre la forma de gobierno que actualmente se expande cada vez más en el mundo, igual a un virus pandémico, y es el Populismo, la fórmula política que hoy lubrica y gesta dictaduras.
Sin abrazar la fácil salida del conspiracionismo, el terrorismo por simulación y el autosabotaje visceral, en ese muy amplio capítulo, se repite de manera recurrente el término “Pueblo” y con insistencia frases como “voluntad y poder del pueblo”, además de los conceptos: “Populismo”, “antidemocracia” y “Democracia”, y respecto a estos asuntos, en el libro se asegura que: “…El populismo socava la democracia de otra manera, más sutil pero igualmente peligrosa. Después de haber declarado que solo ellos representan al pueblo, los populistas afirman que el pueblo no solo es la única fuente legítima de autoridad política, sino la única fuente legítima de toda autoridad. Cualquier institución cuya autoridad derive de algo que no sea la voluntad del pueblo es antidemocrática. En cuanto que representantes autoproclamados del pueblo, los populistas buscan monopolizar no solo la autoridad política, sino todo tipo de autoridad, y tomar el control de instituciones tales como los medios de comunicación, los tribunales y las universidades. Al llevar al extremo el principio democrático de «el poder del pueblo», los populistas se vuelven totalitarios…”.
Sin exagerar, al leer lo anterior, la sinapsis fue un estruendo de luz amarilla semejante a un semáforo. En otro párrafo, se agrega que: “…una parte fundamental de este credo populista se basa en que «el pueblo» no es un conjunto de individuos de carne y hueso con intereses y opiniones variados, sino más bien un cuerpo místico unificado con una única voluntad, «la voluntad del pueblo», –y sigue afirmando el autor-, “…Quizá el ejemplo más conocido y extremo de esta creencia semirreligiosa sea la consigna nazi «Ein Volk, ein Reich, ein Führer», que significa «Un Pueblo, un País, un Líder»”.
Es una lectura que atrapa. Más adelante, en ese imantado capítulo cinco de “Nexus, una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la Inteligencia Artificial”, define: “…¿cómo podemos decir si alguien forma o no parte del pueblo? Fácil: si apoyan al líder, forman parte del pueblo. Esta, según el filósofo político alemán Jan-Werner Müller, es la característica definitoria del populismo. Un populista se define como tal cuando afirma representar al pueblo y considera que cualquiera que no esté de acuerdo con él —ya se trate de burócratas estatales, de grupos minoritarios o incluso de la mayoría de los votantes— o es víctima de falsa consciencia o realmente no forma parte del pueblo. Esta es la razón por la que el populismo representa una amenaza letal para la democracia…”.
Al recibir este regalo, confieso que mi interés, se había enfocado en la parte que señala: “…redes de información desde la Edad de Piedra hasta la Inteligencia Artificial”. En la actualidad, el tema de los alcances de la Inteligencia Artificial es de suma importancia porque está en todo, hay sospechas de generar un desempleo brutal, condiciona preferencias electorales, facilita robos de toda índole y por lo pronto, pocos tienen asegurada la privacidad y los datos junto con las preferencias personales, son el nuevo capital. En esta aparente “breve historia de redes de información…”, Yuval Noah Harari, escritor israelí de origen judeopolaco, que a nivel mundial vende millones de ejemplares y es traducido a casi 50 idiomas, vuelve a sorprender, y es seguro, porque acredita sin miramientos lo que documenta.
El asunto es que voy digiriendo poco a poco el contenido de este nuevo libro, y solo he hojeado de manera superficial aquello de la Inteligencia Artificial, y la razón es porque el tema del Populismo, -sin dudarlo, otro tipo de metástasis en la dinámica de lo político, socio-cultural y económico, está diseñado por otro tipo de inteligencia: la orgánica; y pasma y asombra por igual a lo que se mira y futuriza con el avance de la artificial, que es una herramienta de algoritmos y patrones, valiosa para todo tipo de planes y por mucha y muy buena fe que se ponga en el tema, no deja de sorprender lo que es capaz de ejecutar la inteligencia orgánica en la historia de la humanidad con tal de apropiarse del Poder, pero ahora hablamos de este sobrepoblado y tecnificado planeta de siglo XXI.
¡Y el asombro sigue! cuando este renombrado historiador, afirma que: “…En la imaginación de los populistas, los tribunales no se preocupan de verdad por la justicia; solo protegen los privilegios de los jueces. Sí, los jueces hablan mucho de justicia, pero esto no es más que una estratagema para acaparar poder. A los medios no les preocupan los hechos; difunden noticias falsas para engañar al pueblo y favorecer a los periodistas y a las camarillas que los financian. Ni siquiera las instituciones científicas están comprometidas con la verdad…”. -dice, contundente-.
Ese capítulo cinco, -al igual que los anteriores y seguro que los que le prosiguen-, es otra de las francas advertencias de Yuval Noah Harari, sobre las consecuencias de la manipulación de la información y los alcances de la comunicación en una sociedad global que abraza ciegamente ideologías ortodoxas y busca mesías con doctrinas extremistas. “Nexus”, ha sido muy revelador e interesante. Habrá que terminar de leerlo y después, compartir lo extraído en otra entrega.
La raíz etimológica de Nexus, proviene del latín y refiere aquello que ata o une, que vincula, que enlaza y significa interdependencia entre miembros de una serie o grupo.
Me resta solamente decir: ¡Gracias, por el libro!