Luchas sociales y jóvenes ante las elecciones del 2 de junio
En 1973 voté por primera vez al cumplir 18 años de edad y luego de que ocurrió la masacre del 10 de junio de 1971, por lo que escribí un nombre sin registro en la boleta al igual que todos los que formamos parte del Club Juvenil "El poder de la razón", donde acordamos no dar ni un solo voto al PRI ni al PAN. Nos sorprendió que Gobernación inició una investigación sobre nuestro Club Juvenil porque tuvimos el segundo lugar en votación en la colonia donde vivíamos. Nos acusaron de subversivos y trataron de impedir que nos reuniéramos en la casa de la familia, pero siempre contamos con el apoyo de papá y mamá, con temor de que algo nos pudiera pasar, pero con la solidaridad que aprendimos desde la niñez en las guardias de las huelgas en la fábrica donde él trabajaba.
No teníamos opción de izquierda en las urnas y hasta 1978, que se realizó la reforma política electoral se hizo posible el registro de partidos como el Comunista y el PRT que recién había sido fundado en 1976. Así que votamos por la primera mujer candidata a la Presidencia de la República en 1982 y 1988, Rosario Ibarra de Piedra, madre de un desaparecido, Jesús Piedra Ibarra y fundadora del Comité Nacional Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, posteriormente conocido como Comité Eureka.
En estas elecciones de 2024 aún no podrá votar mi nieto de 10 años, quien ya comenta sus opiniones críticas al tipo de campaña que escucha a diario. Andrea y Romina, de 18 años de edad, ambas estudiantes, las escucho argumentar por qué sus sueños no caben en éstas urnas donde tienen derecho a votar por primera vez.
Actualmente la juventud en su inmensa mayoría no participa políticamente ante los procesos electorales donde prevalece la denostación, los ataques, la desinformación, las mentiras y la confusión ideológica, la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace desde las alturas del poder. Sin embargo, miles de jóvenes participan en las luchas de las Normales rurales, en el movimiento feminista, en las luchas de los pueblos indígenas en defensa de la tierra y el territorio, en los campamentos estudiantiles contra el genocidio en Palestina, en las nuevas generaciones de sindicalistas, en las luchas ecosocialistas, en los colectivos de buscadoras de personas desaparecidas y por la defensa de los derechos humanos, entre otros.
En las elecciones federales y locales de 2024 constatamos la ausencia de una verdadera izquierda socialista, la ausencia de un partido político que en el nivel institucional exprese y represente los intereses de las clases trabajadoras de la ciudad y el campo. El sistema electoral vigente con su exclusión de partidos de la clase trabajadora impide que se pueda emitir un voto de clase y condena a sufragar un voto como individualidad, como “ciudadano”, es decir, condenado a elegir entre opciones del sistema, entre partidos que, aunque sean pluriclasistas en su composición, están determinados por la hegemonía de las clases dominantes.
El conflicto al final del sexenio va en dos cursos paralelos: el de las campañas electorales y el de la lucha de clases. Para las clases trabajadoras, pueblos en resistencia y las luchas importantes que hemos mencionado no hay alternativa en el proceso electoral. La alternativa está por fuera del proceso electoral. Es la unidad de las luchas, sí, pero en un polo social y político alternativo a los partidos del gobierno y a los partidos de la derecha tradicional. Un polo con un programa de lucha para antes y después de las elecciones, porque gobierne quien gobierne, los derechos se defienden. Más allá de promesas electorales y llamados al voto, la lucha debe continuar y no supeditarse a los intereses de los partidos en juego. Sólo la lucha paga.
A contracorriente de las versiones mediáticas sobre lo que debe ser el actuar de los partidos, el PRT se construye como parte de estas luchas. Así nacimos en 1976, al margen de la institucionalidad, como partido para la lucha. Somos consecuentes con esta definición. El 22 de septiembre de 2019 falleció el camarada Guillermo Almeyra. Consciente de la gravedad de su estado de salud, el 20 de septiembre escribió: “Superar el fin de semana y mejorar mis pulmones: ésta podría ser, por consiguiente, mi última batalla”. Mi última batalla, así tituló su artículo publicado el domingo 22 de ese mes en que finalmente falleció. En este artículo recapitula sus experiencias de lucha y su compromiso militante. Al final concluyó diciendo: “Si no pudiese vencer esta batalla difícil que estoy librando, que estas banderas pasen a quienes me siguen en la carrera. ¡Vivan los trabajadores mexicanos! ¡Viva el internacionalismo proletario! ¡Unámonos todos y construyamos una alternativa al capitalismo!”
Por ello es que los sindicatos independientes y democráticos han señalado claramente que gobierne quien gobierne, los derechos se defienden. Y los colectivos de familiares de personas desaparecidas han lanzado una campaña “No anulamos, votamos con el nombre de las personas desaparecidas en los espacios de candidaturas no registradas”. Generar conciencia sobre la crisis de la desaparición forzada en México, por eso llaman a votar el 2 de junio simbólicamente por personas desaparecidas. Algunos olvidan que el propio López Obrador votó por Rosario Ibarra en 2018, aunque ella murió sin que le regresara la medalla que le dejó en prenda hasta saber la verdad sobre los desaparecidos. El significado de los símbolos es mayor cuando se sigue su ejemplo en la práctica de la lucha para transformar la realidad.
Hoy no existe la campaña que en 2018 realizamos con Marichuy a la presidencia, pero también los padres y madres de los 43 desaparecidos han expresado su rechazo a la priorización de los intereses electorales por encima de los derechos a la verdad y la justicia, por lo que otra opción es escribir en la boleta: “Por los 43 de Ayotzinapa. Vivos los queremos”. Votes o no votes, organízate y lucha, es la conclusión.