Clásico de otoño
En estos días en que los calderos de la política preparan sus brazas para provocar esa ebullición de ideologías en las elecciones del año siguiente, me parece pertinente hablar de la práctica democrática, es decir, debemos hablar del rey de los deportes, el béisbol.
En referencia al clásico de otoño, en este bendito deporte se practica una democracia sin par ya que cualquiera puede participar mediante el desempeño de un talento particular que pueda sumarse a un esfuerzo colectivo.
No importa si por tu esbeltez puedes ser confundido con Dr. Simi; o si mides tres centímetros menos que Tom Cruise; no importa si te pareces a Jorge Falcón o algún político menos agraciado, basta con ser un buen conectador de hits y siempre serás bienvenido.
Haré una breve comparación, sin afán de ofender ni reducir la valía de ningún deporte, es sólo para poner en contexto la importancia en la gestión de la incompetencia –parafraseando a Gabriel Ginebra-. En el futbol soccer puedes ganar el partido con la simple estrategia de “no jugar”. ¡Así es! Escondes el balón, das un largo pelotazo, te tiras al pasto gritando que fuiste abusado verbalmente, en fin, diferentes prácticas para poder mantener, aunque sólo sea por la mínima diferencia, la ventaja en el marcador.
En el béisbol, esas prácticas no podrían aplicarse pues cada lanzamiento del pitcher tiene una determinación probabilística para definir el resultado. Messi ha ejecutado cerca de 150 penales en su carrera de los cuales ha anotado casi el 80%, en el futbol soccer es importante reconocer los buenos desempeños.
Y es por ello que en este sentido me atrae la idea de que el béisbol es un deporte para perdedores, porque un pelotero que pega de hit tres veces de cada diez ocasiones que se para en el plato, es considerado uno de los mejores con tan sólo el30% de efectividad.Eso representa un número mayor de oportunidades para el manejo de la frustración.
El béisbol es un deporte donde se practica la inclusión, donde la diversidad nutre el espectáculo.
La actividad física,mediante el modelo de competencia deportiva, resulta de gran ayuda para desarrollar diferentes habilidades tanto cognitivas, como de desarrollo físico, además de los enormes beneficios en la socialización, el manejo del estrés, la consecución de objetivos, toma de decisiones con incertidumbre, maduración de las funciones ejecutivas y un sinfín de micro refuerzos para el desarrollo integral de la juventud.
Sin embargo, habrá que cuidar las formas en que se desarrollan las prácticas,ya que en distintas ocasiones nos encontramos con instituciones y entrenadores que tienen un concepto de éxito deportivo centrado en los resultados de los partidos, sin considerar la cultura del logro y dirigiendo con la cultura del ogro.
En un mundo tan competitivo e infectado por el provocador bicho de “la prisa”, donde se valora la inmediatez de la recompensa, con escaso esfuerzo y baja tolerancia, será necesario atender no sólo las necesidades de quienes gozan de un talento nato, sino de quienes representan la sangre fresca de las fuerzas básicas, con el propósito de mantener su entusiasmo durante el desarrollo de sus habilidades deportivas o el descubrimiento de su capacidad corporal.
El hecho de incursionar en la práctica de algún deporte y obtener un desempeño sub estándar que claramente nos aleja de las olimpiadas, no debería ser motivo de agrias peroratas que dejen cicatrices morales.
Debería ser una trayectoria edificante, que nos ayude a explorar nuevas opciones, a descubrir nuestras destrezas corporales y nos lleve a ese hermoso lugar que es el conocimiento de nuestro cuerpo.
Permitamos que las nuevas generaciones experimenten en un clima donde todos son bien recibidos y donde el abanico de capacidades y destrezas encuentren un lugar donde estirar sus pericias, practiquemos la democracia en cualquier ámbito donde sea pertinente su aplicación y disfrutemos en familia del clásico de otoño.