La asistencia a la escuela, para estudiantes y docentes, debe ser una experiencia inolvidable y maravillosa; porque es en sus aulas, donde ambos se transforman de orugas, en mariposas.
Si de manera metafórica, consideramos a nuestros alumnos como orugas; los docentes estamos obligados a asumir la responsabilidad de generar las condiciones propicias, de calidad, seguridad y calidez del medio ambiente; para garantizar un saludable y óptimo desarrollo de esos Seres alados, que poseen un infinito potencial, vigoroso y latente.
Debemos estar conscientes que, en nuestras relaciones con nuestros estudiantes, al prodigarles nuestros amorosos cuidados y atenciones; por correspondencia natural, recibimos también nosotros, el fruto de nuestras nobles acciones.
El mito de que el amor acaba o nos acaba, es una soberana falsedad; educar con amor, es una fuente inagotable de infinita felicidad; y nada reconforta y nutre tanto como una relación de mutuo respeto y fraternidad.
Está comprobado que el método de dividir, segregar, marginar, discriminar; produce ambición, competencia, confrontación y violencia; y en estas condiciones es mucho más fácil domesticar y dominar a las conciencias.
El salón de clase es como un amplio jardín, donde pueden coexistir la flora y la fauna; no nacimos para ser depredadores de otros Seres Humanos; nuestro desarrollo y florecimiento no dependen de que otros sufran de carencias o padezcan de tormentos.
La escuela es un espacio de permanente renacer, quien no la conciba así, debe con urgencia capacitarse y actualizarse para que despierte su conciencia, ablande la dureza de su corazón y haga más llevadero su noble quehacer.
Aunque nuestras existencias son recursos no renovables, pero sí lo son trascendentes y heredables; habrá que continuar entregándolas y donándolas a nuestros estudiantes; porque sólo así se recibe y disfruta de auténtica felicidad interna; y sólo de esa manera nuestras vidas se vuelven eternas.
Aprendamos a tomar a cada momento las más sabias decisiones; siempre con la certeza de que, a nuestras vidas, les otorguen un significado; y sus frutos sean valiosos y apropiados; los docentes nos auto transformamos y nos reinventamos; en la medida que a nuestros alumnos con amor en lo emocional e intelectual los educamos y alimentamos.
Habrá que rescatarnos a nosotros mismos, apoderarnos de nuestra personalidad; tomar conciencia crítica e histórica, de nuestra misión libertaria y transformadora.
Recordar y sumarnos todos a la función de la escuela de desarrollar y darles rostro a nuestros estudiantes y llevarlos a un estado de dignidad superior; a una autoestima adecuada, a un compromiso ético, humanitario; a un proyecto de vida cuyo destino sea la libertad, la paz, la felicidad y el bienestar comunitario.
El sistema neoliberal ha sido un permanente obstáculo en el sano y natural desarrollo de las funciones ejecutivas tanto de docentes como de estudiantes; no promueve la conciencia crítica; tampoco la unidad ni la solidaridad en las decisiones y acciones.
Aunque está en estado decadente; sigue siendo una factura pendiente; ganarle la batalla al neoliberalismo, sin docentes y estudiantes, comprometidos y conscientes; es una situación macabra y cómica; que quienes debemos enfrentarla, fuimos previamente domesticados y sometidos por esa corriente económica.
Por fortuna contamos con suficientes referentes y ejemplos de luchadores y combatientes; que nos legaron dignidad y patriotismo; valentía y heroísmo; debemos recuperar y practicar el nosotros, los egos de la individualidad, son una calamidad; juntos y unidos nos corresponde forjar un destino más grande, un futuro luminoso; los rebeldes con causa tienen garantizado un sendero vibrante y venturoso.
Cierto que la pandemia ha sembrado y esparcido el temor en la población; no respeta clases sociales; y todos sin excepción, hemos sido víctimas de sus males; nuestras existencias, se juegan la vida en cada una de nuestras decisiones; eso ha calado en lo más profundo de nuestros corazones.
Pero no podemos ni debemos dejarnos paralizar por el pánico; el virus es cada vez, aunque más virulento, menos lesivo; se debe insistir en la modificación drástica de nuestros hábitos; suspender el consumo de chatarra, de venenos embotellados, de embutidos; consumir más frutas de temporada, verduras bien lavadas; caminar, hacer deporte; el estrés evitar y dormir lo suficiente; actuemos como seres iluminados e inteligentes.
*IR