Alguna vez, se llegó a pensaba que el político, debía de ser, aquel que era un honorable, encumbrado y muy buen ciudadano, aquel que tenía la virtud y la calidad moral y ética suficiente para liderar a otros ciudadanos.
Se pensaba que debía ser un ejemplo de rectitud; por igual, alguien que tuviera el tiempo y la capacidad y los recursos necesarios para poder empatizar y pensar en los demás, siempre consciente de que su actuar debía ser igual al comportamiento que los demás debían de detener y llevar a cabo, para caminar hacia un mejor entorno.
En esos tiempos de la búsqueda de la virtud de los políticos, también se llegó a pensar -por curiosas circunstancias- que se debía de eliminar de las ciudades a los artistas; pues según se afirmaba, su trabajo era de imitación y no servían a la sociedad.
Hoy, curiosamente parece que los artistas (pensándolos como imitadores) se han abierto paso al poder dejando fuera a aquellos que piensen que deben actuar con un referente y ejemplo.
Maquiavelo afirmaba en el contenido de su libro, “El Príncipe”, que el gobernante, antes de pensar en el bien común, debía pensar en la conservación del poder y a la fecha, se le atribuye la frase: “El fin justifica los medios”.
Y su corriente de pensamiento, -para muchos- plantea una idea completamente diferente, donde el gobernante no debe ser ejemplo, sino que una víbora, debe estirarse y husmear por todos los rincones para conservar el poder.
Sin rechazar la necesidad de que la gente deba saber cómo comportarse, sino exponiendo que el comportamiento del gobernante, no debe tener la misma ética que el del gobernado, un ejemplo de esto es el Senador Ricardo Monreal, quien orquestó en la Cámara de Diputados la desaparición de organismos autónomos, porque representa, dijo, un supuesto gasto excesivo, y con la bandera de la austeridad republicana, les dio el tiro de gracia, pero al voltearse, se subió a un helicóptero privado para emprender un vuelo.
Entiendo que poco se puede hacer sin el poder, podría incluso entender que su ejercicio merece ciertas licencias por el bien común, pero lo que es cierto, es que el poder que debía ser conservado y que Maquiavelo describe, se pensaba como un medio para alcanzar una mejor sociedad, pero actualmente, el poder que buscan desesperados todos los involucrados en la política, no es un medio para ellos, sino un fin a través del cual, miran su beneficio propio.
Debemos dejar de escuchar a los políticos y empezar a observar cómo actúan, debemos exigir que sus acciones sean congruentes con la ética que intentan proponer.
No debe caminar un morenista por la ruta del totalitarismo cuando llegó de la izquierda, no puede un panista ser clasista cuando critica la polarización. Eso es incongruente.
Todo aquel, que busque una actitud para todos, debe ser congruente y verdadero, debe ser el principal promotor y ejemplo de lo que promueve y pide.