Niños y jóvenes se preparan para La gran fiesta de Miquixtli

Lo asumen como una celebración de alegría, colorido y tradición

Los niños, con su desbordante algarabía, lo asumen como la oportunidad de un disfraz, el maquillaje, espantar a la gente a cambio de una moneda... La tradicional "calaverita". Las jóvenes, muchas de las cuales están de visita en la entidad, usan el maquillaje no para asustar, sino para verse más hermosas, con motivos en rostro y vestimenta acordes a la celebración del Miquixtli, para el cual se declaran listas.

El plan es que no hay planes, sino tomar los festejos como vienen e integrarse a una fiesta de alegría, colorido, música, aromas, flores y ofrendas, lo mismo que los disfraces, la cultura, todo aquello que nos da identidad. Es la voz de dos jovencitas que se lanzan a la aventura de celebrar los Días de Muertos en Morelos. No son de esta entidad, pero quieren visitar los lugares emblemáticos, saber cómo se festeja aquí...

-Lo tomamos como una fiesta... No tenemos planes, lo que venga está bien -afirma una de ellas, mientras su compañera, cuyo rostro ya está pintado con motivos alusivos a la celebración, termina los últimos toques y pinceladas en el rostro de su amiga.

Y sí, para los niños son días inolvidables en los que recorren las calles asustando a la gente, entre risas y bailes. Y claro, para las y los jóvenes es la oportunidad de desbordar energía, vitalidad, más allá de la solemnidad con que otras culturas y países asumen la muerte, su evocación y sus tradiciones.

Para los adultos, en cambio, es otra la perspectiva: primero, comprar todo lo necesario para preparar la ofrenda: el pan, las flores, el copal, los ingredientes indispensables del guiso que tanto gustaba a los que se fueron para complacerlos en su furtiva visita anual a nosotros, los que en este plano quedamos para mantener vivo su recuerdo y amor.

La fruta, el vino o el tequila, el mezcal, los cigarros, las figuras religiosas, las veladoras, el hurgar en los bolsillos, ver si alcanza el dinero para adquirir todo lo necesario y repasar la lista, por si algo se olvidó en la ofrenda.

Y los recuerdos... Las dudas en torno a si expresamos suficientemente nuestro amor en vida, si hicimos lo correcto para mejorar su tránsito por esta tierra... Y la culpa, porque muchos siempre nos quedamos con la impresión de que pudimos dar más en vida, y sobre si estamos a la altura con lo que ofrendamos ahora. También la reflexión en torno a los que se fueron, pero igual sobre nosotros mismos, cuando las sombras nos alcancen, la duda de cuánto tiempo nos queda, lo que hicimos de nuestra existencia, el miedo al último suspiro, el aliento para continuar en la lucha por los que detrás nuestro vienen...

Polvo somos y en polvo nos convertiremos, reza la escritura sagrada... Pero solo el cuerpo, porque el alma es inmortal, nos dice la enseñanza religiosa. Y en la esperanza de que así sea vivimos, y así nos enfilamos a la rendición de cuentas frente al Supremo, porque el día y la hora de nuestra partida, solo Dios lo sabe...
Y, finalmente, la sonrisa. Tanto la vida como la muerte constituyen una gran fiesta a la que todos estamos convidados...