El oriente y la Tragedia de la Inseguridad: Un Lamento por el Desarrollo Perdido

Mirador 21

La situación en la región oriente del Estado, con Cuautla como su principal baluarte, es un testimonio desgarrador de cómo la violencia y la inseguridad pueden desmantelar los cimientos de una comunidad. Desde que Cuauhtémoc Blanco asumió la gubernatura, la esperanza de un futuro próspero se fue desvaneciendo, convirtiendo a lo que alguna vez fue un lugar vibrante en un escenario de desolación y desesperanza.
Es innegable que la violencia se ha convertido en un monstruo que devora todo a su paso. Las cifras son alarmantes: empresarios locales han reportado una reducción en sus ventas de más del 2000 por ciento. Alguien me
Comentaba: si antes vendía mil pesos,
Hoy vendo 20 o 30 Pesos. Este dato, que parece sacado de una novela distópica, refleja una realidad que muchos aún se niegan a aceptar. La falta de seguridad ha llevado a la población a replegarse, a cerrar sus negocios y a huir de un entorno que ya no es seguro. Las calles, que antes eran un bullicio de actividad comercial, ahora se encuentran vacías, marcadas por un silencio que duele.
La inseguridad no solo ha afectado a los empresarios; ha calado hondo en la vida cotidiana de los ciudadanos. Las historias de familias que han perdido a seres queridos, de niños que han dejado de jugar en las calles y de comunidades que se sienten sitiadas son cada vez más comunes. La vida en la zona oriente del estado se ha vuelto un acto de sobrevivencia, donde el miedo se cierne como una sombra constante. Las promesas de progreso y desarrollo que alguna vez resonaron en los discursos políticos se han desvanecido, dejando tras de sí un vacío que es difícil de llenar.
La administración de Cuauhtémoc Blanco quedo marcada por una serie de decisiones que, lejos de mitigar la crisis, exacerbaron la situación. La falta de estrategias efectivas para combatir la violencia, la impunidad que logró prevalecer en muchos casos y el desdén hacia las necesidades de la población contribuyeron a que la región se convirtiese en un territorio en guerra. Las instituciones que deberían proteger a la ciudadanía perdieron credibilidad, y la confianza en el gobierno disminuyó  de manera alarmante.
Con el nuevo gobierno encabezado por Margarita González Saravia es imperativo que se tomen medidas urgentes y efectivas para recuperar el control de Cuautla y, por extensión, de toda la región oriente del Estado. La colaboración entre la sociedad civil, el sector empresarial y el gobierno es fundamental. Es hora de que se escuchen las voces de aquellos que han sido afectados por esta crisis, que se valore su experiencia y se tomen decisiones que realmente atiendan sus necesidades.
El desarrollo económico no puede ser un privilegio de unos pocos; debe ser un derecho que todos los ciudadanos disfruten. La tragedia que vive Cuautla no solo es un reflejo de la crisis de inseguridad, sino también de un sistema que falló en proteger a su gente. Si no se actúa con firmeza, el futuro de esta región será un eco del pasado, un lamento por lo que pudo haber sido. La reconstrucción de Cuautla y su entorno no será fácil, pero es una tarea que no se puede postergar más. La esperanza debe renacer, y para ello, es necesario que la violencia y la inseguridad sean enfrentadas con valentía y determinación.

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