Si todo docente visualizara a sus estudiantes, como invaluables diamantes; y en el abordaje dialéctico cotidiano, se aproximara a ellos como lo que son: universos infinitos, inexplorados y bellos; su esfuerzo desplegado en la relación pedagógica, nunca será en vano.
Si está comprobado y experimentado por todos, que no existe peor condena que depender de la opinión ajena; se vuelve indispensable y categórico, que nuestra tarea de educadores, se enfoque en liberar a nuestros alumnos de sus opresores: la ignorancia, el dogmatismo y la esclavitud de nuestros perniciosos hábitos y temores.
Para ello, debe quedar claro a todo educador, que les será imposible a las conciencias dormidas; conocer y mucho menos disfrutar de la tierra prometida; y si mantenemos este razonamiento elemental y lógico; coincidiremos en que sólo la práctica del amor genuino y luminoso, nos inspira a invertir nuestro tiempo e intelecto en ampliar la felicidad de los otros; y esa es la finalidad principal del quehacer pedagógico.
Cuando nos dedicamos a la noble tarea de educar; es saludable alejarnos de vez en cuando del ruido y del bullicio; antes de caer en el vacío del precipicio; los diseñadores de esta realidad virtual que nos envuelve; la han concebido no con sanas ni buenas intenciones; su interés principal es embrutecernos, enfermarnos y manipularnos con diversas informaciones, subliminales y tendenciosas orientaciones y caóticas y superfluas interacciones.
Apartarse y darse un tiempo para la reflexión; si no es posible en el campo, incluso puede ayudar que lo hagamos en la intimidad de nuestra habitación; nos permitirá escuchar a nuestro cuerpo, a nuestro corazón, a nuestra conciencia; y podremos comprobar que cuando los Seres Humanos se conocen y se aman a sí mismos; uno de sus principales rasgos, es que, en sus corazones, no hay espacio para el egoísmo.
Hemos dicho y repetimos que al igual que la Madres, los docentes no tienen otra opción al educar que a sus compañeros y alumnos amar; porque los demás, son el permanente espejo, donde su belleza y riqueza muestran su más claro y nítido reflejo.
La pedagogía del ejemplo hasta la fecha no tiene competidores; siempre será bien recibida y aprovechada por nuestros interlocutores; enseñemos a revertir la cultura de la carencia; no es verdad que nuestra felicidad dependa de tener algo que no poseo; porque ya cuento con todo lo necesario para vivir con plenitud, libertad e integridad; quizá lo que necesito es darme cuenta de ello, para dejar de pensar en la falsa necesidad y desechar el sentimiento de precariedad.
Por supuesto que a partir de lo que tenemos, además de ser suficiente para mi propia felicidad; puedo esforzarme para contribuir a la felicidad de los demás; nuestra capacidad de amar es inagotable y debe influir en los otros para que nuestras existencias sean fraternas y saludables.
Recordemos a nuestros estudiantes para que lo tengan presente; que nuestras carencias y necesidades de subsistencia tempranas; fueron cubiertas y atendidas por la bondad y solidaridad humanas; ello les permitirá actuar con gratitud y solicitud hacia los demás; porque sin los otros, no es posible vivir ni desarrollarnos jamás.
Si somos frutos y testimonios vivos del amor y bondad; como no guardar en nuestros corazones gratitud y generosidad; y la gratitud no es otra cosa mas que reconocer lo que los demás han hecho, en nuestro beneficio y provecho; bien haríamos en agradecer no el regalo recibido; sino el rasgo de bondad del dador que nos ha socorrido.
Despertemos, si queremos desaparecer de nuestras vidas y de las de nuestros alumnos, la fatalidad y lo adverso; aprendamos y enseñemos a dejar de pensar y sentir, que somos el centro del universo.
La grandeza y nobleza, gustan refugiarse en los corazones que buscan y encuentran en todo, la bondad y belleza; y si en las obras del Amor canalizamos nuestro mejor esfuerzo; es seguro que, a nuestro favor vendrán, todas las fuerzas del universo.
*IR