Es una vergüenza y una triste realidad que nuestro querido estado de Morelos se haya sumido en el olvido del desarrollo económico en el contexto del centro del país y la zona centro-sur. Durante el sexenio fallido de Cuauhtémoc Blanco, la inversión privada prácticamente fue nula, y la inversión pública, en su mayoría federal, no logró detonar un cambio significativo en la economía local. Las empresas que se encargaron de ejecutar las obras eran, en su mayoría, foráneas, lo cual trajo consigo un flujo de trabajadores de otras regiones, dejando a los morelenses en la periferia de la recuperación económica.
Mientras estados como Puebla, Querétaro, Hidalgo y Aguascalientes avanzan a pasos agigantados, Morelos se encuentra atrapado en lo que podría describirse como la peor sequía de inversiones de su historia. Durante los seis años de gobierno de Blanco, no solo se desestimó la llegada de nuevas firmas, sino que muchas de las empresas ya establecidas decidieron cerrar sus puertas o reducir su planta productiva. Este escenario desolador no solo afecta a la economía local, sino que también impacta la calidad de vida de sus habitantes.
El reto que enfrenta la nueva administración de Margarita González Saravia es monumental. Revertir esta tendencia y convertir a Morelos en un lugar atractivo para los inversionistas será una tarea titánica, que requerirá no solo de estrategias efectivas sino también de una visión clara y un compromiso real con el desarrollo económico local. Es imperativo que se fomente un ambiente de negocios favorable, que priorice las necesidades de las empresas morelenses y que, a su vez, incentive la llegada de nuevas inversiones.
El estado tiene un potencial inmenso. Su ubicación geográfica, su riqueza cultural y natural, así como su mano de obra, son activos que deben ser aprovechados para generar un crecimiento sostenible. Es hora de que Morelos deje de ser el patito feo del desarrollo económico en el centro del país y tome su lugar en la mesa de los estados prósperos.
Es fundamental que la nueva administración no solo escuche a los empresarios locales, sino que también establezca alianzas estratégicas con ellos para crear un ecosistema que propicie la inversión. La creación de políticas públicas que estimulen la innovación, la capacitación y el desarrollo de infraestructura son pasos necesarios para reactivar la economía morelense.
En conclusión, la situación actual de Morelos es insostenible. La inacción y la falta de visión durante el último sexenio han tenido consecuencias devastadoras. Sin embargo, con un liderazgo comprometido y una estrategia clara, la recuperación es posible. Morelos merece más que ser un estado olvidado; merece ser un referente de crecimiento y prosperidad en el país. Es hora de que todos, desde el gobierno hasta la ciudadanía, trabajemos juntos para hacer realidad este anhelo.