Pongamos una situación hipotética y por favor, arriésguese a hacer un ejercicio conmigo. Supongamos que usted me encuentra en la calle a un par de cuadras del hospital y me pregunta “¿cómo estás?” Mi respuesta directa es “no muy bien, mi padre acaba de salir de una cirugía y en este momento está, según el parte médico, fuera de peligro, pero aún permanece en el área de recuperación, yo voy a casa porque llevo fuera casi 20 horas” ¿Cuál sería la frase, pregunta o comentario que usted haría enseguida de mi respuesta? Sólo piénselo un par de segundos…tic, tac..tic, tac… ¿Seguro? ¿Eso diría?
Las repuestas que recibí no fueron tan variadas. Las principales fueron “¿y de qué lo operaron?”. “¿pero está bien?”, “¿quieres que te ayude en algo?”, “si necesitas cualquier cosa, ya sabes que por aquí andamos”.
En ocasiones somos amables y damos repuestas políticamente correctas o de gentil manufactura, aunque de poca utilidad. Es importante practicar, en diferentes áreas de dominio, la empatía. Nuestro instinto es llenar los intervalos sin diálogo, y en esa dinámica respondemos con la mayor de las diplomacias cayendo en muchas ocasiones en frases hechas, sin demasiada profundidad, distantes de una situación real, cercanas a una realidad universal que se separa del individuo a quien nos estamos dirigiendo. Es más, habrá quien le parezca prudente hacer un chiste de la situación argumentando que su intención era hacerle sentir mejor. No digo que no sea válido, digo que, si está alineado a un tema de empatía, puede caber, pero será complejo determinar esa frontera, arriesgándonos a hacer un comentario poco o nada pertinente. Y es probable que nos confundamos entendiendo que somos empáticos cuando en realidad estamos siendo simpáticos.
Escuché alguna vez de la Dra. Brené Brown decir que “la empatía alimenta la conexión, mientras que la simpatía impulsa la desconexión” Y es un tema complejo. ¿Alguna vez han escuchado a alguien decir “…¡Ay! yo ya hubiera hecho…” cuando trata de consolar a otro? ¿Qué les parece, es empatía o simpatía?
La doctora Teresa Wiseman, nos dice que hay cuatro atributos en la empatía, los cuales podemos ir reconociendo a través de practicar nuestra empatía. El primero es identificar y asumir la perspectiva del otro. Cuando eres capaz de asumir la perspectiva de otra persona estarás en una posición de reconocer esa perspectiva como su verdad. Incluso podrías o no compartirla, lo importante es que la reconozcas de ese modo. El segundo es ser imparcial. Cuando aplicamos un juicio respecto a la situación, estamos descontando la experiencia de la persona, no estamos conectados con lo que siente, piensa y comunica (verbal o no verbalmente) la persona. El tercero es reconocer sus emociones o entender sus sentimientos. Se requiere de estar en contacto con tus propios sentimientos para distinguir lo que sientes de lo que la otra persona está sintiendo, puede que sea similar, pero no asumamos que así es, centrémonos en entender su emoción. El cuarto es comunicar a la otra persona tu entendimiento respecto a sus sentimientos. Es la manera en como tú validas, aceptas, reconoces y entiendes su emocionalidad.
Recuerdo aquella historia contada en la revista Selecciones del Reader´s Digest, cuando un matrimonio va llegando a casa con su pequeño de 7 años y el niño observa a su vecino sentado en una banca con la barbilla hundida en el pecho y las manos unidas colocadas entre las piernas. Era un anciano muy dulce quien había estado muy abrumado con el recién funeral de su hijo y aún se encontraba desconsolado. El niño suelta la mano de su madre y se dirige a la banca donde el vecino sollozaba. Los padres admiran la escena a la distancia y ven a su pequeño sentarse en el regazo del vecino, al parecer en silencio. Al poco rato el chiquillo regresa con sus padres y la madre le pregunta ¿qué te dijo el señor? A lo que el chico responde. Nada. Sólo le ayudé a llorar.
La empatía se trata de sentir con el otro. Estamos muy acostumbrados a sentir sólo nosotros. A disfrutar el momento. Eso no está del todo mal. Es sólo que en ocasiones es necesario desconectarnos de nuestro tren de pensamiento y tratar de entender como esa misma experiencia es sentida por quienes nos rodean. ¿Se vale ser egoísta? Si. Es válido. Siempre y cuando no seas ni indiferente con los demás, ni irresponsable con las expectativas en las que tú participaste.
Se trata de desconectarnos de nuestros paradigmas y dejar de pensar que las soluciones a los problemas que tú ya superaste aplicarán para cualquier persona porque debe sentir exactamente lo mismo que tú sentiste en una situación similar. De ese modo no estaremos sacando a nadie del fango, solo estaremos empantanando la empatía