Dijo alguna vez el escritor suizo Jean Jacques Rousseau: “Si hubiera una nación de dioses, éstos se gobernarían democráticamente; pero un gobierno tan perfecto no es adecuado para los hombres”.
La noche de ayer se llevó a cabo el debate entre la y el candidato a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, Kamala Harris y Donald Trump, pero sin entrar en detalles sobre eso hablaremos un poco sobre la candidata demócrata, convertida en la más importante imagen en todo el mundo de la mujer empoderada, quien es la primera vicepresidenta electa en nuestro vecino país del norte. Sin duda, la posición que ha ocupado dignamente, en el país más poderoso del mundo, ha pasado a un segundo plano cuando sus discursos dirigidos al sector femenino, sobre todo para las niñas, han hecho retumbar al planeta entero.
Sus declaraciones han sido contundentes: “Mujeres que lucharon y sacrificaron muchísimo por la libertad y la igualdad, por eso hemos llegado tan lejos. Las mujeres negras han sido ignoradas durante años, pero que han luchado por asegurar la democracia.” E incluso se dio el tiempo para motivar a las nuevas generaciones: “Cien años después de que las mujeres tuvieron acceso al sufragio, hay una nueva generación que salió a votar… Seré la primera mujer en este cargo, pero no la última, porque cada niña que nos mira hoy, ve que este es un país de posibilidades.” Y más aún, se encuentra ante la posibilidad de convertirse en la presidenta de los EEUU.
Es pues, Kamala el reflejo de una nueva generación que toma en sus manos el poder de una nación en momentos tan complicados para todo el mundo. Por eso, basados en ello, nosotros somos de los que creemos que para que nuestro país logre un verdadero cambio, urgentemente debe haber un cambio generacional. Y estamos en ese proceso.
Tomando como ejemplo al pueblo de Israel que estuvo cautivo durante casi medio siglo, a manos de los egipcios, hablaremos justamente de la necesidad de una nueva generación, totalmente distinta a la que al menos ha gobernado nuestra nación en los últimos 100 años. Según el relato bíblico, el pueblo de los judíos por fin pudo salir de la cautividad, pero vagó por el desierto durante 40 años, siendo que, según especialistas, la distancia entre el desierto y la tierra prometida pudieron haberla recorrido en algunas semanas. Sin entrar en mayores detalles, lo que si llama la atención es que sólo dos personas de los que salieron de Egipto (de la cautividad), pudieron entrar a la tierra prometida; el resto pereció antes de que lograra conseguir el triunfo tan esperado. Siendo así, prácticamente el pueblo judío estuvo cautivo alrededor de 100 años: la mitad en Egipto y la mitad en medio de la nada. Y aunque según la descripción bíblica, no les faltó comida, ni abrigo, los que salieron de cautiverio, no lograron la meta de llegar a ver la luz esperada.
El relato habla de que tuvo que llegar una generación completa nueva; una que nunca había estado cautiva, que sabía por lo que le contaban sus ancianos, sobre el tema, pero ellos no habían vivido eso; ellos crecieron en medio de la libertad. Si, en el desierto, pero sin ser sometidos por nadie, sin vivir abusos y sobre todo siendo libres.
Así como este ejemplo, nuestra nación a partir del año dos mil pudo sacudirse el pie de un sistema que había dominado durante 70 años y parecía que todo iba a estar bien, pero como el pueblo de Israel, la generación que salió de esa cautividad, continúa con una mente de derrota, de sometimiento absoluto y de muy poca esperanza por alcanzar la verdadera tierra prometida. Mucho se habla de democracia y se pregona que hay garantías para alcanzar en todos rincones del país, pero eso no va a suceder hasta que venga una generación totalmente libre, que así como Josué y Caleb, dos jóvenes que vieron más allá de la simple vista, se atrevan a tomar lo que les fue prometido.
Esta generación que necesita el país es una que no se acostumbra a ver la corrupción como una forma normal de convivir; que no tolera los abusos y que busca por encima de todo que prevalezca la verdad. No se trata de nada extraordinario, solo de una generación totalmente distinta y estamos seguros que ya se está preparando desde distintas trincheras, que no sólo tienen que ver con una preparación profesional, sino incluso espiritual. Esa generación debe tomar los espacios que hoy ocupa una generación acostumbrada a vivir sin libertad… en nuestro país nos encontramos en la encrucijada de seguir hacia el precipicio o lograr un anhelado “cambio verdadero”.