La preservación de una faz inmaculada, es de vital importancia en la adolescencia, pues tiene que ver con hábitos alimenticios, práctica de ejercicio, higiene personal e higiene del sueño. Sin embargo, cuando los años se alejan de los “treinta y tantos” acusando el natural desgaste de las noches sin sueño, nos acecha la gerascofobia o el miedo a envejecer. A veces porque tan solo pensar en los achaques naturales del paso de los años, nos provoca un gran temor tener que limitar nuestro tren de vida y sentir nuestras energías desvanecerse para mantener el ritmo e intensidad del último acapulcazo. En otras ocasiones nos damos cuenta que vivíamos tan felices hasta que al pagar en el super, olvidas tu tarjeta del banco y el jovencito tatuado con el lado izquierdo afeitado que atiende la caja 6 se dirige a ti con toda categoría y en tono de barítono el desgraciado que ni se escuchó cuando preguntó si “encontraste todo lo que buscabas”, y su mensaje se escucha hasta servicio al cliente “señora, su tarjeta”, obvio haces lo que toda mujer con dignidad haría…le dejas la tarjeta y la reportas como extraviada, pero ¡ni volteas ni te detienes!
Y lo interesante aquí es que una cosa es tratar de preservar nuestra condición de salud y otra muy distinta es sólo intentar mantener una apariencia integral de juventud, ya que le incluyen seis kilos de filtros en las fotos, usan vocabulario de pubertad, hábitos digitales, frecuentan lugares con un aforo del 80% en edades que tú sabes que se está gastando su beca Benito Juárez o lo recién cobrado en “jóvenes construyendo el futuro”, cantando lo nuevo de Aguilar / Nodal, y ya con seis chelas pidiendo al DJ a Jenny Rivera y Ana Gabriel.
Nos convertimos en consumidores no sólo de productos, a los cuales por cierto les empezamos a asignar valor a ciertos atributos que eran más populares que útiles en el producto mismo, nos convertimos en consumidores de bienes, ideas, posturas y nos habituamos a ello de una manera vertiginosa. Empezamos a creer que cambiar de trabajo no era tan malo, era una forma de libertad, una forma de elegir tu propio destino. Los jóvenes empezaron a reclamar y a escandalizar las bajas notas que ventilaban el bajo rendimiento académico atribuyendo conductas malsanas de los profesores porque “no le caigo bien”, incluso algunos padres que ven en sus retoños la revelación de sus sueños de juventud, culpan y maltratan a los docentes por su incompetencia para dar clases porque “es su obligación que todos aprendan”. Y en ese afán de que sus niñas sean las más talentosas, caen en apoyarlas (porque eso es lo que ellas hubieran querido de sus progenitores) para que una niña de ocho años pueda tener “un tatuaje en la espalda, negra la minifalda, zapatos y el top” y cantar a toda voz “a mí me gustan mayores... a mí me gustan más grandes, que no me quepa en…” No pretendo ser puritano, pero ¿hay tal necesidad por que tengan ese comportamiento de adultos? ¿Para qué? ¿Para que cuando rebasen los treinta se sigan comportando como un adolescente que no quiere compromisos y quiere que sus padres le sigan cubriendo las consecuencias de no haber tomado responsabilidad de su persona? Ya nada es calificado como vulgar o como indecente, ¡ahh! ¡pero no digas un chiste usando la palabra “naco” porque ya eres clasista! ¡no digas “aguántese como los machos” porque eres sexista! ¡Carajo! ¡Yo quisiera que con decir Vallarta me convirtiera en vacacionista! Y no. Nunca ha pasado.
Querer mantenernos siempre jóvenes tiene consecuencias muy importantes. La realización de uno mismo tiene vital relevancia para desarrollar una personalidad que atienda las necesidades propias del crecimiento y de la integración en una sociedad capaz de tomar decisiones alejadas del hedonismo y más cercanas al bienestar comunitario, porque seremos ejemplo y un ejemplo de una mamá que sigue de fiesta a la par que sus hijos, debe ser muy divertido y creará vínculos fraternos con sus cachorros, pero la mayoría de las veces (obvio, no siempre), colocará en la mente de sus descendientes la necesidad de alargar la juventud a un precio que seguramente será muy diferente cuando hayan pasado quince o veinte años adelante.
Tal vez lo entendí mal. Tal vez estoy malentendiendo las posturas, pero me agradaba mucho la frase de Margaret Thatcher (ex primera ministra de UK) cuando decía “el poder es como ser una señora, si tienes que explicar que lo eres, significa que no lo eres”. Por supuesto que en aquel entonces se tenía un gran orgullo por llegar a ser señora. Los tiempos pueden ser diferentes, pero no menos valiosos.
Los padres tenemos el desafío de preparar hijos para la vida, cuando la velocidad a la que cambia la vida es diez veces más rápida de lo que la aprendimos. Un chico que acaba de ingresar a la universidad, corre el riesgo de que su profesión ya no sea relevante e incluso que ya no esté disponible para cuando el termine su carrera. Y no estoy exagerando. Te recuerdo que Chat GPT no tiene ni dos años; pilotear drones es una oferta laboral muy atractiva y el blockchain está haciendo nuevos inversionistas con jugosos dividendos, y para ninguno de ellos necesitas ni la prepa. Nos leemos en la segunda y última parte.