Candidatos a cargos de elección popular y partidos políticos buscan toda forma de inducción del voto ciudadano, así sean acciones por encima de la Ley Electoral, el fin es ganar un espacio en las representaciones que den poder y dinero durante tres o seis años, según sea el caso.
La democracia en este país se antoja aún una galaxia, el elector es sometido a una serie de presiones o tentaciones, que dificultan la emisión de un voto libre y pensado y al final, aquellos aspirantes que tienen más dinero, son los que generalmente imponen condiciones.
Pero lo que ha venido perturbado la libre elección en los últimos años, es la violencia desbordante que imponen grupos criminales y también personajes mafiosos, incrustados ya en las estructuras de poder, y que parecen actuar en armonía, aterrorizando a la sociedad e induciendola al voto condicionado.
Otro factor presente desde hace años, sobre todo a partir de una mayor competitividad, es el referente a las diversas formas de compra de voluntades, que van desde la entrega de cantidades económicas, hasta de alimentos o despensas, que le siguen funcionando a los políticos.
Y aunado a lo anterior, en una desesperada forma de sacar ventaja, una serie de promesas de campaña que son literalmente imposibles de cumplir, ya sea porque no son de competencia de quien las ofrece, o porque no hay dinero como para hacerlas realidad. En esa etapa nos encontramos, a estas alturas del proceso, que cada actor echa mano de lo que piensa le puede redituar sufragios.
Y bueno, los ataques y acusaciones entre contrarios es quizás lo que ocupa los mayores tiempos destinados al proceso, mediante señalamientos, en la mayoría de los casos sin sustento ni pruebas de respaldo; hay que ganar espacio a costa de lo que sea, así se trate de calumnias, que legalmente debieran tener consecuencias, pero aplican aquello de que "en la guerra y en el amor todo se vale".