Somos Iguales

Mirador 21

En el marco del proceso electoral y en tiempos de tanta violencia, debemos decir que en los últimos 20 años hay palabras que han ido cobrando gran relevancia en el lenguaje diario de las sociedades, tales como diversidad, tolerancia e igualdad. Es más, hay quienes advierten que los tiempos nos demandan a todos ser más abiertos a la diversidad, ser tolerantes y mirarnos por el espejo de la igualdad, aún por encima de ideológicas, creencias y hasta condiciones sociales.
El mundo pasa por una diversidad, por una manifestación infinita de cosas, pero carece de tolerancia, lo que parece una idiota contradicción; porque si hay tantas disimilitudes, ¿cómo es posible que no reconozcamos esas reales diferencias entre todos los entes, tanto animados como 
Nosotros, humanos, irrespetamos desconsideradamente a los otros, aspiramos a que piensen y se sitúen en el mismo sitial o espacio a que pertenecemos. No hay peor conclusión egoísta, que apreciar al otro porque se identifica con nuestro juicio o postura. Ya lo hemos comentado: individuo viene de indiviso, lo que no es posible dividirse en el otro. El otro, es el otro, y nada más. Eso es la identidad, de que nos hablara el filósofo griego Aristóteles.
Hoy es tan fácil encontrarnos en conversaciones, en tertulias casuales o agendadas, también en el mercado, en los académicos y en los deportistas pareceres distintos en función de los mismos temas. Esa es la más clara evidencia de la diversidad que presentan los sujetos, tan, así como la biodiversidad de la naturaleza y el propio universo misterioso que pugnamos por conocer, pero que nos vence por su infinita complejidad. Estamos en el deber de construir la tolerancia entre nosotros, como en relación al medio ambiente, que exige una filosofía orientada en el respeto a la diversidad. Sin embargo, hoy cada vez es más pronunciado el hecho de que quienes piden igualdad y tolerancia, son los más intolerantes a las diferencias. 
Penetramos en aquello que sentimos vital para construir una vida mejor, una sobrevivencia de calidad y una zona de confort conforme a la cultura y el desarrollo económico adaptado al modo de existencia de la sociedad que nos tocó vivir. Somos seres aún insatisfechos, intolerantes, vanidosos y en gran parte soberbios.
Siempre queremos más, el deseo se impone a la necesidad; sin embargo, todo surge por una necesidad, como dijeran los atomistas griegos. Será entonces que la misma naturaleza intrínseca de la vanidad y el deseo desmedido en estos tiempos neoliberales y de la adicción por el ciberespacio nos crea modernas y digitales necesidades, basadas en el surgimiento de curiosidades y novedosas rutas de mercado, dice un especialista quien advierte que no toleramos algo que es parte de nuestra esencia: la diferencia.
Pareciera que estamos hechos para la insatisfacción existencial, tememos a la monotonía, a la paralización, a no progresar; por eso aquello de que el cambio es inherente a la sociedad, a los individuos y a los grupos sociales. Desde ahí se desata una pugna por el poder, por la toma de los espacios sociales y geográficos, desde los orígenes mismos de las primeras sociedades o aldeas.
Y volvemos a la diversidad de razas, etnias, clases sociales, culturas, grupos, creencias y lenguas. La diversidad se expresa por doquier, pero también abunda la intolerancia y en ello radica la perdición de la paz y seguridad entre los pueblos y razas. Lo vemos en África, Mundo Árabe, Europa y América, no importando su grado de desarrollo se producen en ocasiones críticas holocausto y hechos demenciales en Nueva York, Irak, Siria, Francia, España, Argentina, Afganistán, Rusia, Venezuela, Londres o África. Nadie escapa a ser sacrificado o agredido dado a la intolerancia por creencias, clases sociales, clanes de poder o ideología intolerante y avasalladora.
Hoy desde luego que los derechos de las minorías deben garantizarse, mientras que el respeto, la tolerancia y el reconocimiento a la diversidad deben ser lo que prive en las relaciones entre todos los que formamos parte de la sociedad, pero, no pensar o sentir igual debe ser motivo para insultar, atacar o hasta amenazar. Pensar diferente, no significa odiar a quien es distinto, mucho menos significa tenerle miedo, es sólo: pensar diferente. SI yo creo en Dios y tu no, adelante, tienes tus razones, pero no por ello debo atacarte. Si crees en la necesidad del aborto legal y yo no, aunque yo tenga o no la razón, no debe ser motivo para el insulto, para el ataque, sólo se trata de pensamientos y sentires diferentes. La tolerancia demanda que todos la usemos y no sólo la reclamemos cuando nos sintamos amenazados, aun cuando no tengamos la razón.

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