Al iniciar el año 2022 pareciera que las utopías políticas y personales se desdibujan en el horizonte, que ganaran terreno las desesperanzas y agonías ante renovadas pandemias y persistentes crisis por las que atraviesa un mundo al borde de la catástrofe, instalados en esa barbarie cotidiana y un dolor que no cesa. Mantener en alto las banderas de lucha que nos guían hacia una sociedad con plenos derechos humanos para todas y todos, requiere redoblar esfuerzos para pergeñar un futuro distinto, entendiendo que, si el camino es largo y, como la utopía, se aleja a cada paso que damos, se hace tarde para empezar a andar.
Primero. Escribo tu nombre en las paredes de mi ciudad. Durante décadas, en mi memoria, las paredes han sido utilizadas para escribir pensamientos y consignas de lucha y de protesta. Así, los muros hablan, como se escribía en la Universidad de La Sorbona de París, en mayo de 1968. Así pintamos consignas exigiendo la libertad de los presos políticos y la presentación de los desaparecidos, luego del 10 de junio de 1971 en el CCH Atzcapotzalco, siguiendo el ejemplo de los estudiantes que pintaron en Tlatelolco, el 2 de octubre no se olvida. Ni una más, son las palabras escritas en los monumentos por las feministas que protestan contra el feminicidio y vivos los queremos, pintan los padres y las madres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Escribir en las paredes cuando se cierran los medios de comunicación masivos, para hacer escuchar los gritos de libertad. No son voces anónimas, sino acciones colectivas, que llevan el riesgo de ser llevados a la cárcel por faltas administrativas como pretexto de la represión.
Segundo. Muy diferentes resultan las mantas anónimas atribuidas a quien sea y utilizadas por quienes les conviene, llamadas narcomantas y que en verdad forman parte de una estrategia de desinformación, que se extiende por los principales noticieros del país y los titulares de los grandes medios de comunicación, siendo reproducidos profusamente en redes sociales, como altavoz de quienes utilizan un lenguaje de terror, insultos violentos y amenazas del peor sadismo. Especialistas del metalenguaje indican el grave daño social y psicoemocional que representan, más aún cuando van acompañadas de imágenes de personas cruelmente asesinadas, torturadas y mutiladas, que se reenvían añadiendo burla y escarnio, adormeciendo la conciencia y los sentimientos de conmiseración por el sufrimiento de personas a las que se les estigmatiza y criminaliza.
Tercero. El ruido ensordecedor en la red busca paralizar la acción organizada de la sociedad. Las mentiras dominantes se hacen pasar por verdades y las tendencias principales son indicadores de que la ideología de la clase en el poder se impone a las ideas emancipadoras y libertarias. Por eso, es importante no reproducir ni amplificar el contenido de las narcomantas, para no contribuir con esta estrategia perversa de desinformación que forma parte de la pedagogía del terror. La impunidad y la complicidad institucional con los que cometen delitos lo propicia. No hay delincuencia organizada sin complicidad gubernamental. Desmantelar el Estado capitalista delincuencial requiere información veraz y conciencia organizada para evitar caer en ilusiones propias de la alienación y enajenación del sistema.
Cuarto. Ante la situación actual en Morelos, exigimos que se lleve a cabo una investigación exhaustiva contra funcionarios que protegen a grupos delincuenciales y esclarecer el asesinato de Vinh Flores Laureano y luchadores sociales como el ambientalista Rodrigo Morales, a través de instancias autónomas para evitar complicidades. Junto con ellos, van 59 defensores muertos, víctimas de ejecuciones extrajudiciales, durante este sexenio y sumaron 25 activistas ejecutados en 2021, la mayoría por motivos políticos, como una forma de castigo por la actividad de defensa o ejercicio de algún derecho humano que las personas defensoras estaban realizando. Los perpetradores, en su mayoría, fueron agentes del Estado, bajo la modalidad de comisión o aquiescencia, de acuerdo al informe presentado por el Comité Cerezo.
Quinto. No a la mina de tajo abierto en Tetlama, que pretende construir la empresa minera canadiense Alamos Gold dueña de Esperanza Silver, que afectará a más de 200 mil habitantes de Temixco, Alpuyeca, Cuentepec, Coatetelco, Miacatlán y Xochitepec, en el sur de Morelos. El proyecto minero dejará muerte, enfermedades, devastación ambiental, desarraigos, conflictos internos y externos entre las mismas comunidades, además de inseguridad, desigualdad, mayor pobreza entre las comunidades indígenas, como señala la comunidad nahua de Cuentepec, que exige que se declare a Temixco como municipio libre de toda concesión minera, como la que está en curso en el cerro del Jumil y Jolotepec en la zona arqueológica de Xochicalco. “Axkanweliman, satepanayekmomilawak.Moneketehwanipantitlahtosketotlalwa.Hoy es tiempo, mañana es demasiado tarde. Somos quienes debemos defender nuestras tierras”, como dice la convocatoria desde Cuentepec Morelos Tosepan, a marchar por la vida y el agua, no a la mina, este 10 de enero de 2022 a las 9:30 del crucero de la cruz de Tetlama a la presidencia municipal de Temixco.
Sexto. “En tiempo de incertidumbre y desesperanza, es necesario sembrar proyectos colectivos y cosechar la esperanza” (Enrique Pichon-Riviére), como recuerda el Consejo promotor de la iniciativa legislativa para la creación del Municipio Indígena de Alpuyeca, en espera de llevar a cabo las reuniones con autoridades, pactadas para enero en la tregua navideña luego del bloqueo realizado en la carretera federal.
Es la hora de los hornos, y no se ha de ver más que la luz.
*IR