Indigentes, indiferencia gubernamental y social

Vidas truncadas, agonía sin conciencia, muerte ineludible en el abandono total, frente a la indiferencia gubernamental

Vidas truncadas, agonía sin conciencia, muerte ineludible en el abandono total, frente a la indiferencia gubernamental y, peor aún, el desinterés social frente a las personas que sin casa, abrigo y comida deambulan por las calles de toda la entidad. Muy pocas manos, insuficientes, se abren y se extienden para rescatar a los seres humanos que sin destino deambulan por nuestros municipios.

De acuerdo con el censo de población del 2020, el más reciente del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) a cargo en la entidad de Ricardo Torres Barreto, se detectaron 122 personas vagando por las calles sin destino, presas de las adicciones muchos de ellos, que buscan lugares en los que la providencia, la caridad o un gesto amable se conviertan en una moneda para subsistir.

Pero no todos deambulan por las calles porque hayan perdido su vida entregados al alcohol o las drogas, sino porque algunos padecen algún trastorno mental que les ha hecho perder la noción tanto de la realidad, como del tiempo y hasta ha borrado de su recuerdo los rostros amorosos de sus familias.

 

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De acuerdo con los censos realizados por el INEGI, los indigentes se ubican principalmente en los municipios de Cuernavaca, Cuautla, Jiutepec, Yautepec, Temixco y Emiliano Zapata. Deambulan en las inmediaciones de los mercados, como el Adolfo López Mateos, terminales de autobuses, parques y bajo los puentes.

De acuerdo con la Estrategia Hemisférica sobre Drogas de 2020, los estados tienen la responsabilidad de ofrecer servicios de prevención y tratamiento para quienes consumen drogas, en especial para las personas privadas de su libertad, como parte de las medidas orientadas a la reinserción social.

Sin embargo, hasta ahora es poco o nada lo que se hace por las personas que deambulan por las calles, lo mismo que los que están recluidos en algún centro penitenciario, sean hombres o mujeres.

 

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Irremediablemente, hasta ahora por lo menos, el destino de las personas que deambulan por las calles por problemas mentales o porque son víctimas de las adicciones parece inminente: morir en el abandono.

Cotidianamente somos testigos de aquellos que, tendidos en el piso, cabello y barba crecidos, con ropas sucias y raídas, yacen en las calles, sin saber si viven o mueren. No hay programas estatales para la atención a estas personas. Indiferencia gubernamental contra seres vulnerables sin manos que se tiendan generosas.

Otros, tambaleantes, agitando los brazos, como viviendo en una realidad alterna, dialogan con quien no está ahí, con nadie, con las personas y las imágenes que sus cerebros dañados tanto por las sustancias tóxicas como por el hambre y los padecimientos mentales les muestran enfrente, pero que no existen.

Es indiferencia gubernamental, pero también social, la humana, la de nosotros, la de todos, frente a seres humanos que requerirían no de caridad, sino de verdadero apoyo para evitar un destino y una muerte terribles, como las que les aguardan si no hacemos nada.

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