Hago un respetuoso llamado a mis compañeros trabajadores al servicio de la educación; para que, nuestro propósito del año que inicia, sea el bienestar integral personal, familiar y social; que implica, la satisfacción de las necesidades básicas: alimentación, vivienda, salud, educación, empleo, recreación y autorrealización.
Todo lo anterior debe dar como resultado, una existencia satisfactoria, pacífica, fructífera y magnífica; los docentes debemos devengar con dignidad nuestros salarios, velando y trabajando siempre por el bienestar comunitario.
Ahora que hemos retornado a las aulas debemos mantener vigentes las medidas preventivas; promover hábitos saludables y procurar la seguridad de la comunidad educativa; la prevención siempre será mejor y mucho más provechosa que la remediación; todo descuido, negligencia, desinterés u omisión; hace pagar un alto costo a la población, y le impide avanzar con confianza y alegría en su dinámico y natural proceso de evolución.
Noble y elevada es nuestra Misión; para llevarla a cabo, es indispensable comprometer al corazón; la confianza, el entusiasmo y la aprobación; debemos buscarlos y los encontraremos en nuestro interior, en la medida de nuestra permanente preparación, férrea convicción y apasionada vocación.
Recordemos que cuando se logra el equilibrio corporal, emocional y espiritual; podemos todo problema serena y valientemente enfrentar; y por sobre toda adversidad y tormenta trascender y avanzar; apelar al amor, en toda ocasión es indispensable; por fortuna, es un recurso renovable, sustentable e inacabable.
El amor pedagógico, lúcido y maduro; es la más cristalina fuente de salud emocional, y la mejor herramienta que nos permitirá, ir construyendo de manera firme nuestros desafiantes futuros; todos sabemos que cuando en nuestros corazones permanece el amor auténtico y sincero; siempre tendremos suficiente luz para iluminar nuestros senderos; no tengamos temor ni límites para amar; porque el amor blinda nuestras relaciones con los demás, y ese tipo de interacciones nada ni nadie las puede romper o fracturar.
Sigamos instruyendo a nuestros padres de familia y educando a nuestros estudiantes para que en lugar de las frecuentes batallas campales que causan daño y sufrimiento; los hogares y las aulas sean campos fértiles de permanente desarrollo y florecimiento; los celos, la envidia, las culpas y el dolor; son síntomas de relaciones neuróticas y de apego enfermizo, no de amor; la capacidad humana de amar, es una de las prioridades y facultades de nuestra naturaleza; y es a través de su desarrollo y aplicación, somo podemos apreciar y compartir toda su bondad, riqueza y belleza.
Cristalizar la utopía de “Uno para todos y todos para uno” es viable y posible; pero la condición previa es que seamos compasivos, pacientes, solidarios y sensibles; la violencia y la corrupción se engendra en corazones que anidan en su interior codicia, egoísmo, ira y frustración; es penoso y triste que algunos padres les hayan dejado como herencia a sus hijos esa maldición; pero lo importante es que se puede revertir lo negativo y transformarse en positivo, gracias al poder de la buena y amorosa educación.
Seguro que todos estamos de acuerdo cuando escuchamos decir que los humanos padecemos de aflicción; cuando tomamos con exagerada seriedad aquello que, para los dioses, es sólo diversión; y si en la medida que más sabemos nos percatamos que menos necesitamos; haremos bien si muchos más recursos y tiempo, a nuestro desarrollo personal, le invertimos y nos aplicamos.
La pandemia que hemos por más de dos años padecido; nos ha dejado a muchos, heridas abiertas y el corazón adolorido; pero este sufrimiento colectivo, de ningún modo nos ha rendido; este Nuevo Año, dejaremos atrás los daños, y lo visualizamos como la oportunidad, para retornar a nuestras labores, con ánimo renovado y decidido.
La pedagogía para la libertad y la autonomía; no es precisamente de cómoda armonía; es de permanente búsqueda del conocimiento y del intenso movimiento que nos conduce a la sabiduría; es salir de nuestro estado de confort frente a los demás; es dejar de decirles con una sonrisa en los labios: soy como tú me percibes, aunque tu trato me provoque agravios; es adquirir la firmeza y valentía para asumir la actitud de quien posee la conciencia despierta y su mente domina; es pensarse y actuar como un Ser Humano iluminado, que no necesita de externos reflectores; es quien con respetuosa y fraterna libertad hace, siente y opina, más allá, de la opinión que merezca, de sus interlocutores.
¡Qué en el 2022, seamos mejores!
*IR