Don Goyo

A media palabra

Para mí, el volcán Popocatépetl tiene su historia, como para Jaime Sabines el volcán Chichonal, ambos han sido motivo de pronósticos y premoniciones, en el caso del segundo, los zoques a través de sus sueños pronosticaron su erupción en 1982. Ciertamente dos historias llenas de misterios, historias que relacionan la imaginación con la realidad.

El Popocatépetl es un volcán que atrapa, que atrae y no le gusta que violen su territorio, tampoco que alteren la naturaleza de sus formas porque tiene algo de sagrado, tiene algo de profano, quizá dicha conducta se explique por su amor profundo a la Princesa Iztaccíhuatl a quien jurara cuidarla por siempre mientras despertara de su sueño, así continuar viviendo su amor. Él, constituye quizá el único conducto que pone en comunicación sagrada a la superficie con los niveles  profundos de la corteza, geosfera y núcleo terrestre, al tiempo que desea alcanzar al cielo con majestuosa altura y su cálido aliento.Al Popocatépetl, le han escrito mucho, por ejemplo  José María Heredia y Heredia, quien dijera:

 “Tú que de nieve eterna coronado;  alzas sobre Anáhuac la enorme frente; tú de la indiana gente temido en otro tiempo y venerado; Gran Popocatépetl, oye benignoel saludo humildosoque trémulo mi labio te dirige;escucha al joven, que de verte ansiosoy de admirar tu gloria, abandonarael seno de Managua delicioso;Te miro en fin: tus faldas azuladascontrastan con la nieve de tu cima,cual descuellas encimade las cándidas nubes que apiñadasestán en torno de tu firme asiento;en vano el recio vientoapartarlas intenta de tu lado¡cuál de terror me llenael boquerón horrendo, do inflamad tu pavoroso cóncavo respira!¡por donde ardiendo en iramil torrentes de fuego vomitabas,y el fiero tlaxcaltecael ímpetu temiendo de tus lavas,ante tu faz postradoimploraba lloroso tu clemencia! ¡quedábase al mirar tu seno ardientecentellas vomitar, que entre su gentefirmísimos creíanser almas de tiranos;que a la tierra infeliz de ti venían!y llegará tal vez el triste díaen que del Etna imites los furores,y con fuertes hervoresconsigas derretir tu nieve fría,que en torrentes bajandoel ancho valle inunde,y destrucción por él vaya sembrando;o bien la enorme espalda sacudiendo,muestres tu horrible seno cuasi roto,y en fuerte terremotovayas al Anáhuac estremeciendo,y las grandes ciudadesde tu funesta cólera al amago,con miserable estragose igualen a la tierra en su ruina,y por colmo de horroresden inmenso sepulcroa sus anonadados moradores...¡Ah! nunca, nunca sea!¡nunca, oh sacro volcán, tanto te irrites!lejos de mí tan espantosa idea;a tu vista mi ardiente fantasíapor edades y tiempos va volando,y se acerca temblandoa aquel funesto y pavoroso díaen que Jehová con mano omnipotente la ruina de la tierra decretara;El aquilón soberbiobramando con furor amontonarainmensidad de nubes tempestuosas que con su multitud y su espesurala brillantez del sol oscurecieron;cuando sus senos húmedos abrieron,el espumoso mar se vio aumentado,y entrando por la tierra presuroso,imaginó gozosoA su imperio por siempre sujetarla,los hombres aterradosa los enhiestos árboles subían,mas allí no perdíansu pánico terror: pues el Océanoque fiero se estremecetemiendo que la tierra se le huye,a todos los destruyeen el asilo mismo que eligieron; acaso dos monarcas enemigosque en pos corriendo de funesta gloria,sobrados materiales a la historia en bárbaros combates preparaban,al ver entonces el terrible aspectode la celeste cólera, temblaron:en un sagrado templo guarecidos,de palidez cubiertos se abrazaron y al punto sofocaronsus horrendos rencores en el pecho;pero enel templo mismolos furores del mar les alcanzabanque con ellos y su odio sepultabansu reconciliación y su memoria.Revueltos entre sí los elementos,su terrible desorden anunciabaque el airado Criador sobre la tierrael peso de su cólera lanzaba:tú entonces, del volcán genio invencible,el ruido de las ondas escuchaste,y al punto demostrastetu sorpresa y tu cólera terrible;cual sacude el anciano venerable, su luenga barba y cabellera cana,tal tú con furia insanala nieve sacudiste que te adorna,y humo y llamas ardientes vomitando,airado alzaste la soberbia frente,y tembló fuertementela tierra, aunque cubierta de los mares,entonces dirigistea la ondas la voz, y así dijiste:“¿Quién ha podido darossuficiente osadía,Para que a vista míami imperio profanéis de aqueste modo?Volved atrás la temeraria planta,y no intentéis osadaspenetrar mis mansiones, visitadas, sólo del aire vagaroso y puro”.Así dijiste, y de su seno oscurocon horrible murmurio respondieronlas ondas a tu voz, y acobardadasal llegar a tus nieves eternalescon respetuoso horror se detuvieron;de espumas y cadáveres hinchadas,mil horribles despojos arrastrandohasta tu pie venían,y humildes le besaban,y allí la furia horrenda contenían;Jehová entonces su mano levantando,dio así nuevos esfuerzos a las ondas,que súbito se hincharon,y a pesar de tu rabia y tus bramidosa tus senos ardientes se lanzaron………”

 

En su caso, Sabines, decía: “Sobre las ruinas, sobre los muertos, sobre las casas sepultadas y los campos yermos, ya no hay nubes de polvo, baja la luz, el sol, baja la lluvia. ¡La lluvia! El agua, nuevamente, limpia la atmósfera, enamora a la tierra, lava y acaricia a los hombres”.

A propósito de la actividad volcánica del Popocatépetl, muchos escritores se han ocupado de ello, como: Francisco Ramírez Santacruz, Víctor Toledo (Córdoba, 1957), Mario Calderón (1951), Emmanuel Cacho y Elsa López.

También cuenta la leyenda que: “desconsolado, tomó el cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron, lenta e irremediablemente, en volcanes.Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa un humo y, que el Citlaltépetl (Pico de Orizaba) o “Cerro de la estrella”, muere de celos y desde lejos vigila el sueño eterno de los amantes a quienes nunca, jamás podrá separar.

Los poetas Víctor Toledo y Mario Calderón, dicen, que el Popocatépetl es como la boca del alma de la nación mexicana, como el barro de un adolescente, es una señal de alteraciones de su cuerpo y, explican que la gravedad de los acontecimientos sociales, se relacionan con la actividad del volcán, al fin alteraciones ambas en sincronía como alude Carl Jung de que la gravedad de los acontecimientos es directamente proporcional a la importancia de la actividad volcánica o erupción.  Visto el fenómeno de esta manera, según Mario Calderón, pueden preverse las situaciones de peligro a través de la observación de los efectos de los fenómenos de la naturaleza, y en esa lógica cobran sentido los grandes augurios previos a los cambios en la historia de México, los que se afirma por estudiosos aparecieron antes de la conquista de Tenochtitlan.

Coincidencia o no, mi madre Luva Ruiz Coutiño el 23 de septiembre del año 1949 tuvo un sueño y en él, un augurio, un vaticinio, un pronóstico, anticipó un acontecimiento que se concretó el 26 de septiembre del mismo año, como reafirmando el contenido del libro de   Sigmund Freud “La interpretación de los sueños”, e ignorando ella que en la hermenéutica de la cultura se sabe que toda situación y todo acontecimiento posee dos aristas: la consciente y la inconsciente (lo bello del volcán y su actividad), así que la deducción del mismo fue tardía porque el 26 de septiembre de 1949, como todos los días procedente de Tapachula, Chiapas un avión habría de despegar, en ésa ocasión con 21 pasajeros y tres tripulantes. Las escalas: Tuxtla Gutiérrez y Oaxaca. Destino: México, Distrito Federal. El avión tenía que haber llegado ese mismo día a México, aproximadamente a las 13:30 horas, pues nunca llegó.

Hasta la madrugada del día siguiente, se ignoraba la suerte de sus 24 ocupantes, entre estos, el licenciado Miguel Arcadio Cruz González Blanco (mi padre), funcionario federal; el senador Gabriel Ramos Millán (el apóstol del maíz); la estrella de cine Blanca Estela Pavón; el investigador Salvador Toscano; el líder del Ejido Santo Domingo, Severiano Rodríguez; y otras personalidades.

La presunción: un lago de nubes impidió la vista y en un lugar denominado el “Pico del Fraile” del  Popocatépetl cerca de Amecameca, Estado de México, se estrelló. La empresa propietaria del aparato: la Compañía Mexicana de Aviación.

Se afirma que, la hora y fecha del accidente, coincide con la hora y fecha en que Eulalia Guzmán, descubriera los restos del Emperador  Cuauhtémoc en Ixcateopan, casualmente el último libro escrito por Salvador Toscano(uno más de los pasajeros) se llamaría Cuauhtémoc.

El día de hoy, hasta aquí.

*IR