La política norteamericana se ha convertido en un caso de estudio, no por su éxito ni su avance en resoluciones. Más bien, porque los legisladores y políticos estadounidenses se han convertido en un ejemplo de lo compleja e inentendible, que puede llegar a ser una cámara y un poder ejecutivo cuando la tensión y la división son llevadas a un punto máximo.
Desde hace meses, el Congreso Estados Unidos se encontraba dividido entre Republicanos y Demócratas por unos cuantos diputados, los cuales no representaban una mayoría fuerte ni prominente. Esto provocó que la elección de un presidente del congreso fuera muy complicada, pues el Partido Republicano que tenía algunos diputados más que el Partido Demócrata, pero contaba también con una gran división interna, por lo que algunos diputados extremistas se negaron a colaborar con su partido.
Esto provocó que históricamente el pleno de esa cámara no pudiera ponerse de acuerdo para elegir a un presidente, lo cual no es algo común dentro de su historia. Después de 15 históricas rondas de votaciones en donde no se alcanzaba el consenso para encontrar a un líder, por fin el congresista Kevin McCarthy se convirtió en el presidente de ese poder. Sin embargo era advertido por politólogos profesionales que su ascenso al poder se debió a importantes compromisos con diversas facciones del poder, que al no cumplirse podrían llevarlo a la destitución de su puesto.
Ese momento llegó cuando la aprobación de un presupuesto del gobierno para el año 2024 llegó a las manos del Congreso. El gobierno de Joe Biden ha financiado varios programas sociales importantes para su gobierno, también ha financiado ayuda por millones a Ucrania, para continuar su lucha con Rusia.
Esto ha molestado a los ciudadanos americanos, quienes consideran que sería más prudente invertir ese dinero hacia la ciudadanía americana. El desánimo también ha dado lugar a que diputados que viven del drama y los medios de comunicación, hagan campañas criticando el presupuesto que presentó el gobierno americano.
Este pequeño grupo de diputados quien por la delgada mayoría con la que cuenta el Partido Republicano tiene mucho poder, amenazó al presidente de la Cámara de Diputados con removerlo de supuesto si los términos en los cuales era aprobado este presupuesto no eran de su agrado. Las negociaciones fueron ampliamente agresivas, más aún cuando se acercó la fecha límite en la que si no era aprobado un presupuesto, el gobierno como si se tratara de un negocio sin fondos cerraría por tiempo indefinido. El presidente de esa cámara con un sentido de responsabilidad que a mi parecer es muy profesional, tuvo a bien negociar con el otro partido para alcanzar un acuerdo y aprobar un presupuesto que mantendría el gobierno abierto por otros 45 días.
Sin embargo; esto le bastó para que los diputados que están en contra dentro de su partido e hiciera mancuerna con la oposición para sacarlo de su puesto. Esto sonaría normal en la política mexicana, donde estamos acostumbrados a este tipo de movimientos.
Pero a pesar de qué la política norteamericana no es pulcra ni mejor que la mexicana, la figura que ocupaba Kevin McCarthy se respetaba porque ningún presidente había sido destituido por lo menos en 100 años.
Preocupación por varias cosas, primero que puede ser visto como algo normal la crisis como medio de resolución de acuerdos. Segundo que entrando en tiempos de campaña aquellos legisladores quienes tienen sus puestos políticos a partir del extremismo en sus ideas y la expresión de estas, están dispuestos no solamente en Estados Unidos, sino que en todo el mundo incluyendo México a poner en riesgo la integridad de toda una nación solamente por el tiempo mediático que esto pueda garantizarles.