En estos albores del siglo XXI, a diario hay información sobre asesinatos, descuartizados, robos, secuestros, desapariciones, corrupción, impunidad, tráfico de influencias, nepotismo, conflictos de interés, enfrentamientos por plazas y un variopinto catálogo de desesperanza que por su permanente recurrencia, ya se va adoptando como algo normal en la dinámica de la sociedad, pero esa anormalidad no debe terminar siendo aceptada como algo rutinario y menos adherirse al lenguaje coloquial como “normalidad”.
A nivel global, por las cualidades tecnológicas de internet y las redes sociales, conocemos que en el planeta a cada momento hay un amplio catálogo de manifestaciones ciudadanas exigiendo la intervención de las autoridades para remediar, paliar, solucionar o erradicar lo anormal y, esos consecuentes reclamos son una lógica polaridad de la “normalidad” que al parecer transita sobre una cinta de Moebius y por eso no se llega a un final.
La “normalidad”, está evidentemente en una absurda esfera dialéctica donde cada uno de sus conflictos y soluciones son pírricos, es decir; se arriesga y apuesta mucho y se gana o consigue poco y está orillando a la psicología social a un fenómeno de Indefensión Aprendida, y el término, no es ninguna ocurrencia, pues es un fenómeno estudiado desde los años 60´s, o sea; el siglo pasado.
Cuando una persona o grupo social experimenta situaciones en las que consideran que sus acciones no tienen ningún impacto en el resultado de determinada situación, se obtiene una percepción de falta de control y lleva sentimientos de impotencia y desesperanza, lo que afectar negativamente la motivación y autoestima en los grupos sociales desfavorecidos.
Por si suena conocido o familiar, es de recordar que esta recurrente situación en una sociedad impregnada de Indefensión Aprendida, -que como hemos dicho, se refiere a una profunda y duradera sensación de impotencia cuando se cree que no hay control sobre el entorno o la vida personal, incluso cuando se puede en realidad tener la capacidad de cambiar dicha situación- es curiosamente a nivel global, la fuente para diseñar las narrativas populistas y demagógicas en temporada de urnas.
Es entonces “normal”, estar preparados en la indiferencia para escuchar una mesiánica retórica impregnada de mensajes con ingenierías de sueños donde hay una palpable erradicación de asesinatos, descuartizados, robos, secuestros, desapariciones, corrupción, impunidad, tráfico de influencias, nepotismo, conflictos de interés, enfrentamientos por plazas y la absoluta eliminación del variopinto catálogo de desesperanzas que por su permanente recurrencia, se tiene ya adoptado como algo normal en la dinámica de la sociedad, pero que ahora en estos amaneceres del siglo XXI, esa “normalidad” que ha enfermado la psicología social, se va a terminar y nunca más la denigrante descripción de “normalidad”, será aceptada como algo rutinario y menos adherida al lenguaje coloquial… y eso, en el clímax del espectáculo, será una escena de compromiso firmado ante notario.
Esta Indefensión Aprendida ha sido en últimas fechas tan susceptible, que ya provocó en la sociedad estrés crónico, porque no se sabe qué esperar o cómo adaptarse a la constante incertidumbre en el entorno, hay ansiedad y preocupación excesiva, no hay certeza sobre el futuro, hay pérdida de empleos, cierre de negocios, falta de inversiones, es latente la depresión por vivir en una sociedad donde hay una alta inseguridad y persistente falta de estabilidad y desesperanza.
Ahora la sociedad de la red de redes, se mantiene en una constante sensación de miedo y amenaza y es notoria la baja autoestima en diversos sectores porque no se tiene claridad sobre el sentido de un propósito en verdad colectivo y menos hoy cuando también el clima de polarización y desconfianza, se ha logrado maquillar y simular a cada minuto de las 24 horas del día.