Las elecciones de 2024 ya están en curso y las campañas adelantadas muestran las contradicciones que se expresan en todos los partidos, a la vez que indican los retos que se tienen en las organizaciones y movimientos sociales independientes. Más allá de las apariencias, es necesario tratar de descubrir lo que está en juego. Asumir que la izquierda socialista no tiene un punto de referencia propio en éstas elecciones no implica abandonar las perspectivas de la lucha. Por el contrario, se requiere más que nunca fortalecer una perspectiva autónoma e independiente desde las trincheras que nos toca construir.
Así lo hemos hecho desde inicios de los años 70s cuando recién iniciábamos a participar políticamente en el movimiento estudiantil que recibió su baño de fuego el 10 de junio de 1971, con una izquierda perseguida y reprimida violentamente por las políticas autoritarias y represivas el Estado. Si bien la Constitución garantiza la libertad de expresión y de organización, en la práctica se impedía la participación política por el sistema de dominación priista. En 1976 participamos en la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y con las doñas del Comité de familiares de presos, perseguidos, desaparecidos y exiliados políticos y decenas de organizaciones, formamos el Frente Nacional contra la Represión, que, entre otras demandas, presentó una iniciativa de Ley de Amnistía, misma que, con modificaciones, fue aprobada en 1978, dando paso también a la reforma política desde arriba que abrió la posibilidad de registro legal para partidos de izquierda comunista y socialista, dando pie a que años después, en 1982, postuláramos a Rosario Ibarra de Piedra, como la primera mujer candidata a la presidencia de la república.
El objetivo principal de la campaña electoral con el lema “Arriba los de Abajo. Por un Gobierno Obrero y Campesino”, fue avanzar en la construcción de un movimiento independiente de la clase trabajadora, desde las fábricas y centros de trabajo, desde los campos de cultivo y las colonias populares, impulsando las derechos de las mujeres desde el movimiento feminista y los derechos lésbico-gay desde el movimiento de la diversidad sexual, así como los derechos humanos y las libertades democráticas con el surgimiento de organizaciones no gubernamentales.
Mirar lo que se construyó durante décadas nos permite asumir autocriticamente que las divisiones y rupturas en la izquierda impidieron cristalizar un poderoso movimiento autónomo que lograra alcanzar los objetivos de una transformación revolucionaria de la sociedad. Sin embargo, muy lejos de la frustración o de la desilusión, podemos asegurar que estos años y décadas de lucha han contribuido a construir una serie de derechos que se han alcanzado mediante la lucha y no han sido dádivas desde el poder como nos lo quieren hacer creer.
Podemos asegurar que a lo largo de cinco décadas la izquierda ha contribuido con su dedicación y esfuerzo militante, a conquistar derechos que no se hubieran logrado de otra manera. Ese aporte histórico se trata de invisibilizar por quienes controlan las medios de comunicación y el aparato de dominación ideológico, pero aparece por las grietas del poder, como se muestra en los dimes y diretes del debate y descalificaciones surgidas a partir de los libros de texto, donde se dan algunos pincelazos de hechos históricos de luchas sociales que deben ser conocidos por las nuevas generaciones y que los sectores retrógradas tratan de descalificar mediante toda clase de insultos a quienes han luchado por construir una sociedad de igualdad de derechos, sin explotación, sin opresión, sin discriminación y sin violencia.
Si bien el debate en el seno de la misma izquierda sigue presente sobre las alternativas a seguir en el proceso electoral actual, es claro que hoy en México no hay un solo partido legal que pueda representar las aspiraciones de emancipación. La ausencia de debate de ideas y programas entre las dos fuerzas principales que están en la disputa electoral, lleva a espectáculos lamentables y denigrantes de insultos y descalificaciones, que en realidad muestran como se reciclan de un partido a otro sin el menor pudor ni principio ético en el quehacer político. No hay alternativa creíble entre optar por quienes llegaron con la promesa de que todo cambiaría y terminaron preservando el mismo sistema de dominación y mucho menos por quienes quieren regresar al poder para aplicar las peores recetas de lo que ya hicieron con las consecuencias nefastas para la inmensa mayoría de la población.
Escuchar y analizar todas y cada una de las propuestas y planteamientos de precandidatos no debe llevar a abandonar las propias alternativas de lucha de la clase trabajadora y el campesinado pobre, de los pueblos indígenas y de las mujeres en lucha. Hacia 2024 no se ha logrado reconstruir una opción como la que se impulsó con la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores y la otra campaña con Marychuy como candidata y se ve lejana la posibilidad de lograrlo, pero se han dado pasos significativos en los procesos de unidad y lucha desde la Asamblea Nacional Popular que tiene en el centro a las madres y padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa con la exigencia de que se abran los archivos militares hasta lograr la verdad y la justicia, de igual manera está la convocatoria a la Convención Nacional Democrática de las y los Trabajadores que ha realizado la Nueva Central de Trabajadores para el 28 y 29 de septiembre en las instalaciones del SME, así como las jornadas de articulación de las luchas en defensa del agua y la energía eléctrica como un derecho humano, además de pronunciamientos como el realizado por el Encuentro Nacional de Mujeres del Congreso Nacional Indígena del 6 de agosto de 2023, a 30 años de la aprobación de la Ley Revolucionaria de mujeres del EZLN, por un mundo libre de machismo y de violencia, así como las luchas contra el feminicidio y otras donde empeñamos nuestros mejores esfuerzos desde donde nos encontremos.
Los caminos de la vida se construyen andando.
Construir esperanza organizada con perspectiva de futuro es el desafío actual.