La guerra sucia que predomina entre los aspirantes a las candidaturas es parte del circo idiosincrático de nuestra clase política en tiempos pre y electorales, sin embargo, hoy las redes sociales magnifican esta práctica y la elevan a niveles que rayan en la ignominia, sobre todo, porque los protagonistas suponen que pueden escudarse en un presunto anonimato y en la magra regulación existente; sobreutilizan las herramientas digitales y se arman auténticas campañas en las que invierten tiempo y recursos para intentar “bajar” a sus contrincantes. Así, ayer como hoy, en la guerra y en la política, todo se vale.
Y esta ofensiva intestina se da en y entre todos los partidos, pero sin duda y por situarse hoy por hoy en la palestra del poder, los ojos están puestos en los aspirantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y para muestra, tenemos precisamente los enfrentamientos que han sido inevitables entre las llamadas “corcholatas” que, si bien parecen mucho más moderados en los medios masivos de comunicación, por las redes sociales se explayan y se dan con todo.
De esa forma, los aspirantes morenistas a la presidencial practican una especia de canibalismo en la que la primera a dirigir los ataques ha resultado quien lidera de inicio las preferencias, es decir Claudia Sheibaum y en seguida Marcel Ebrard, quiénes, por cierto, se han dado los mejores agarrones previo y durante el proceso casi por concluir, y que definirá al “bueno” para las elecciones del 2024.
Pero a nivel local nuestro estado es otro de los ejemplos contundentes de esta guerra malsana que atizan grupos en pro y en contra de sus favoritos, pero de los que en realidad están detrás los mismos aspirantes, pues se presume entre los analistas que los francotiradores están bien dirigidos y bien pagados, pero además son relativamente fáciles de desenmascarar.
Así, una de las primeras a quienes se han dirigidos campañas de denuestos y señalamientos es la senadora Lucia Meza, pero de la que no se han escapado casi ninguno de los que buscan y han manifestado su interés por hacerse de la candidatura de Morena a la gubernatura, es decir Rabindranath Salazar, Margarita González Saravia, Víctor Mercado, Juan Ángel Flores y Rafael Reyes, e incluso Ulises Bravo, el hermano del gobernador Cuauhtémoc Blanco.
Y vaya que en muchos casos no se trata sólo de exhibir los “trapitos al sol” sino expedientes completos que dan cuenta de malas acciones y decisiones, de sainetes políticos, de riquezas y poder mal ávidos y de relaciones y amistades incómodas. En estas campañas la presunción incluso de delitos, es un verbo presente en el menú cotidiano de las vidas de algunos de los aspirantes, y las redes de poder alcanzarían incluso relaciones con grupo delictivos, dejando entrever que en esta guerra sucia no hay lugar para minucias ya que de lo que se trata es que, mediante el escándalo y la difamación, se ponga en tela de juicio a los aspirantes, suponiendo que de esa forma decaerá el ánimo de sus simpatizantes.
En el mismo sentido, prevalece suspicacias por hacer pasar todo lo que ocurra en el ámbito de la vida pública de los actores políticos por un interés electoral, y en estatesitura se circunscribe incluso la detención y sometimiento a proceso penal del fiscal del estado Uriel Carmona, como parte de esa guerra sucia con la que se raspa a muchos y que beneficia a otros en los contextos local y nacional.
Así, nuestra cultura política no puede dejar de pasar por el maquiavélico hoyo negro que simboliza esa guerra sucia, y en la que el fin justifica los medios, ya que mientras los procesos andan todo se vale para lograr el objetivo, no importando cómo y de qué forma dejar en el camino a los contrincantes, pues al final el pastel será repartido y veremos a muchos darse la mano como si nada hubiera pasado, es decir, borrón y cuenta nueva pues vendrán otras más, a ver…
*IR