Como en la cocina, para hacer algo bueno y efectivo, la magia surge a partir de los ingredientes y de la mezcla de los mismos. Un solo ingrediente puede hacer la diferencia, para bien o para mal. El gobernador del estado, Cuauhtémoc Blanco Bravo, siempre supo sabe que para tener un equipo campeón, basado en su exitosa carrera futbolística, se necesitan las personas adecuadas en las posiciones que corresponde. En su trayectoria tuvo la oportunidad de contar con grandes acompañantes en la ofensiva de los equipos en los que militó, pero también entendía que todo debía ser igual en todas las líneas de la cancha; es decir que, la fuerza de la delantera radicaba en una muy buena media y desde luego la media tenía su apoyo en una férrea defensa, que a su vez podía ubicarse correctamente y salir confiadamente con un excelente portero bajo los tres palos.
A su paso por el equipo de sus amores, Cuauhtémoc vio crecer a grandes futbolistas, a otros consolidarse, pero también a muchos los vio marcharse, los vio tener que dejar de ocupar un espacio por falta de talento, pero también muchas veces por falta de aptitudes y actitudes, algunos o casi todos siguieron siendo sus amigos, pero ya fuera de la cancha, porque sencillamente no tenían el nivel para continuar el equipo.
Llegó el momento en que por su trayectoria, el mismo Blanco se daba el lujo de elegir a los jugadores que le acompañarían; su desempeño y talento le permitían darse esos lujos.
Hoy, fuera de las canchas de fútbol, pero muy adentro, en lo más profundo de las entrañas de la vida pública, esta por cumplir cinco años, prácticamente está a nada de concluir su mandato y en un análisis objetivo, hizo cambios pero en áreas específicas no eligió bien y peor aún se empeñó en mantenerlos en sus encargos, quizá por amistad o por comodidad. No dudamos que en su equipo Blanco Bravo tenga hombres y mujeres muy valiosas, pero también algunos que no tienen capacidad y peor aún ni siquiera aptitud y compromiso; aquellos que sólo han visto la oportunidad de participar en el servicio público, como una manera de mejorar sus ingresos y su poder; personajes que todos los días se presentan en el cargo que ostentan como grandes aduladores, porque ni siquiera tienen lo mínimo en capacidades para desempeñarlo. Incluso a pesar de ello, muchos desde adentro y pese a la confianza que se les dio son los principales críticos del mandatario estatal y los que han causado mucho daño a la administración estatal.
Insisto, en un análisis real y objetivo al jefe del ejecutivo estatal nunca pudo deifique un rumbo claro de su administración, porque si hoy presume logros, seguros estamos que estos pudieron multiplicarse, tres o hasta cuatro veces si hubiese hecho los cambios necesarios que requería su gabinete. Nunca entendió, ni aprecio que en Morelos hay mucha gente capaz para defender el proyecto que inicio con la confianza histórica de 500 mil morelenses.
El todavía gobernador nunca supo cómo sacudirse todo lo que sólo ha servido de estorbo en su gestión y comenzar a dar pasos sólidos con un equipo comprometido con él, que no usara las posiciones para auto promoverse a otros cargos públicos o para enriquecerse; que trabajara 24/7 por un mejor Morelos.
Otro escenario tendríamos si Cuauhtémoc Blanco, quien pudo anteponerse a todas las adversidades que la vida le impuso, con valentía, hubiese optado por la toma de decisiones para pasos firmes, insistimos, hacia una mejor manera de gobernar. El tiempo se agota y el principal problema del gobernador fue cederle a otros las decisiones importantes de la más importante encomienda que ha tenido en su vida. Estamos seguros que en algún momento hará una retrospectiva, reflexionará sobre lo hecho y el juez más duro que enfrentará será él mismo. Lamentablemente para los morelenses, el Cuauh como Mejía Barón se guardó los cambios y el resultado no fue el mejor.