El arte de hacer o no dejar hacer

Mirador 21

En los últimos años, la necesidad de incluir a nuevos personajes o hasta grupos al servicio público con la esperanza de cambiar la realidad de nuestros pueblos, ha permitido que muchas personas participen de la vida pública sin la mínima preparación y peor aún sin los principios necesarios para ello. Tenemos que entender que la política está en todas partes y es causa y consecuencia de los cambios sociales y económicos de todo el mundo. Desde las primeras democracias griegas, pasando por el Watergate y hasta la situación actual, la política es un juego complejo y retorcido que afecta a todo el mundo lo quiera o no.

Insistimos que, para poder ejercer la en la política se requiere preparación y experiencia, si se quieren lograr buenos resultados. Sin embargo, hoy vemos en el panorama no sólo local una gran improvisación en la política. Bajo el pretexto de que “ya estamos cansados de los políticos de siempre” como lo hemos dicho, en la pasada elección fueron favorecidos un gran número de personajes sin la mínima preparación para llegar al cargo que obtuvieron en las urnas.

Y es que, estamos claros de que hablar de política es como hablar de toros, de fútbol o de religión. No hay otra conversación en la que se muestre tanto desacuerdo, cada cual opina desde la perspectiva de su enfoque, tendencia, gusto o preferencia. Hoy, con las redes sociales todo el mundo sabe y todo el mundo tiene derecho a opinar, lo cual es loable y necesario.

Pero, así como de toros no saben ni las vacas, de política estría en duda si todo el mundo sabe algo, pese a los tratados y estudios que sobre la materia se han hecho.

Y es que de política se sabe únicamente lo que, en cada momento, nos hace creer, o nos inducen a adquirir cierta opinión para que votemos esta o aquella ideología, si es que existe, o una u otra política, si es que hay diferencia entre ellas. No hay cosa más manejada y manejable que la masa a la que precisamente van dirigidos los mensajes cuya visión de la realidad o la política va marcada por su economía subyacente, por el mercado de audiencia y por su latente ideología. Por cuya razón hay que estar ojo avizor para descubrir de dónde procede aquello que nos quieren vender en los momentos de elección o incluso para posicionar a ciertos personajes.

No hay producto más manejable que la política al que vestirlo de la manera más atrayente apenas si precisa buenos tejidos, con una careta y cuatro promesas basta. Con “pan y circo” –idea que se ha revitalizado- conformaban los emperadores a los súbditos mientras hacían y deshacían a su antojo, por el bien de Roma, pregonaban, sin distinguir si Roma era la capital o ellos mismos, nunca su ciudadanía, y menos sus esclavos. Eso es lo único en lo que buscan ocultarse o aprovecharse muchos de los actuales representantes populares, encumbrados diferentes posiciones, desde donde toman ventaja para seguir su carrera política.

De eso se trata. De salir elegidos. Pocos de los que hoy tienen un buen cargo entienden claramente la responsabilidad política y social que tienen sus hombros, pero al igual que sus antecesores se centran sólo en buscar sus propios beneficios. Es lo único que aprendieron. Por eso será muy importante que en el siguiente proceso no votemos sólo por lo distinto, por el cambio ciego; debemos ser más quisquillosos, sin importar colores partidistas. De ahí la urgente necesidad de tener claro el panorama para que al momento importante de las decisiones, no nos dejemos llevar por un “plato de frijoles con gorgojo” o por las promesas huecas de los que juegan con la dignidad del mexicano.

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