La mayoría lo saben o lo aprenden al paso del tiempo, y por ello, los docentes; lo enseñan con el ejemplo a sus estudiantes: todo aquello que acaparas, aún sabiendo que no lo necesitas y no lo entregas a los demás; no lo podrás disfrutar jamás.
La infrecuente dádiva del tacaño, no repara ni alivia ningún daño; es el dar inspirado por la bondad quien produce en ambos genuina felicidad.
Los Seres evolucionados, iluminados y venerables; nos han legado como herencia inapreciable: que se experimenta el sublime placer de vivir; cuando aprendemos a dar, en lugar de recibir; y sólo entonces dejamos de tener miedo a morir.
Para nadie es un secreto que el sistema neoliberal compulsivo y consumista; se implanta y prospera en una sociedad despojada de su esencia espiritual; una sociedad insensible, deshumanizada y egoísta; y el egoísmo no es una característica natural de la humanidad; nuestra esencia intrínseca es la solidaridad y fraternidad; y es la generosidad quien promueve la espiritual prosperidad.
Los docentes tenemos la misión ético moral de rescatar en los estudiantes la esencia primigenia de su Ser; de redescubrir y recuperar las riquezas infinitas; que, al tener conciencia de ellas, toda falsa sensación de carencia se aparta de la existencia, y la frustración y desencanto se evitan.
No estoy sugiriendo que aceptemos una vida mísera y carente de oportunidades de permanente evolución; pero es obvio que, a través de la buena educación, debemos clarificar la falsedad de la tesis que ha pretendido convencernos que la adquisición de bienes externos son sinónimos de superación.
Sin duda cuando dejamos de manipular a los otros como objetos de comercialización; y los visualizamos y aceptamos como sujetos de nuestra amorosa consideración; logramos transitar juntos, por el sendero de la transformación.
Pese a la fuerte y perniciosa adicción a los placeres fugaces; se debe insistir en las clases; que no existe el dulce o chocolate que pueda suplir o superar al sublime placer de un Ser generoso y bendecido; cuando experimenta internamente la felicidad que otorga el hecho, del deber cumplido.
Es indispensable tener claro que la mentalidad de carencia; a las personas las somete y las ata al yugo de la decadencia; el más claro ejemplo es de los funcionarios corruptos, pese a que lo tienen todo, siguen con su afán desmedido del ultraje y el robo; se han vuelto adictos a despojar a sus semejantes, sobre todo a los más vulnerables, de sus legítimas pertenencias; no tienen conciencia de su inmoralidad e indecencia; se olvidaron que serían mucho más dichosos; si procuraran la felicidad de los demás y fueran más compartidos y generosos.
Quizá por ello los abuelos del ayer decían que todo Ser, en sus negativas acciones llevaba implícita su penitencia; y que, en todo caso, asumiéramos con valentía y no con cobardía, sus fatales consecuencias.
Mi permanente exhorto a mis compañeros docentes en activo, es que sus relaciones con sus compañeros y alumnos, sean siempre para mutuamente despertarse e iluminarse.
Los que ya tiene más años en el servicio, saben bien que conforme se avanza en edad; se amplía el grado de felicidad; por la simple razón de que en la medida que transitamos este sendero terrenal; el corazón experimenta la sublime belleza de la dimensión espiritual.
Todos tenemos la obligación de ir transformando nuestras relaciones egocéntricas donde a uno le da por mandar y al otro obedecer; y si se da la insubordinación viene el enfriamiento o el rompimiento de la relación; debemos pugnar por esas relaciones inspiradas en el amor; donde a todos los anima el florecimiento de los corazones; cuando juntos descubren y aplican a todo conflicto, las más justas y equitativas soluciones.
Es tiempo de reconocernos y actuar, como eslabones de la cadena infinita y como parte indispensable de la unidad universal; donde el amor es el centro del universo; eso nos mantendrá firmes, felices y fortalecidos, incluso en la fatalidad y en lo adverso.
Habrá pues que insistir y convencer a nuestros alumnos a través del ejemplo cotidiano; que ningún esfuerzo es en vano; y que, practicando el altruismo y la generosidad, tendrán siempre la fuente inagotable de libertad y felicidad; deben saber también, y el tiempo les dará la razón; que para el bien hacer no requieren de externa autorización; es suficiente con consultar a la conciencia y el corazón.
*IR