Agua y pobreza: el puente de la exclusión social

Opinión

El agua dulce es un recurso escaso que afecta todos los aspectos de la vida humana. Su existencia es limitada, mientras que su consumo crece rápidamente. La humanidad consume aproximadamente cinco trillones de metros cúbicos  de agua potable por año.

En las últimas cinco décadas, la población mundial se duplicó mientras que el consumo de agua se cuadruplicó. Se espera que aumente aproximadamente un 35% más, durante las dos próximas décadas de este siglo.

Si estas tasas se mantienen hasta 2025, el consumo de agua será igual a las reservas disponibles. A partir de esto, los ocho mil millones de personas consumirán más agua de la que proporciona la naturaleza.

Por otra parte, existen estudios que demuestran que el llamado impacto de los residuos domésticos está sobreestimados, dado que el 70% del agua es consumida por la agroindustria y el 20% por las industrias, dejando solo el 10% para todos los demás usos, incluido el humano.

La principal fuente de contaminación de los cauces de agua son las descargas de material tóxico de las actividades agroindustriales e industriales. 

La agricultura, los residuos industriales y los residuos urbanos constituyen las tres principales fuentes de contaminación del agua dulce, lo que se traduce en una reducción de la disponibilidad de este bien en una calidad compatible con las necesidades humanas.  

El aumento constante de la población urbana, la falta de acceso seguro al agua potable y al sistema de saneamiento básico en las ciudades es un factor de preocupación permanente. Las personas que no tienen acceso a estos elementos son las mismas que viven marginadas, excluidas y discriminadas. 

Las variables económicas de los recursos naturales han sido analizadas desde los inicios del pensamiento económico.  Con el tiempo, los campos de estudio en economía se han profundizado en diversos aspectos y, sin pretensiones, la naturaleza y sus recursos recibieron menos atención.

Es justo señalar que en los últimos 30 años el escenario ha mejorado principalmente por la preocupación por la naturaleza y las catástrofes climáticas. 

La preocupación por el tema del agua ha sido tema de discusión en varios organismos nacionales e internacionales, además de atraer a varios estudiosos a su problemática económica y social.
Publicaciones de la ONU y del Banco Mundial analizan el tema y hacen proyecciones preocupantes sobre el futuro de este recurso, importante para el mantenimiento de la vida en el planeta.

El agua, como el oxígeno, es un activo fundamental para la supervivencia de la biosfera, sin ella, no habría vida. Además del sentido de necesidad, el agua es esencial para mantener la salud, la dignidad humana y es responsable de mantener viva toda la estructura biológica de la Tierra.

Ante tal importancia para el ser humano y el planeta, la privación del acceso al agua se convierte en un condicionante de la exclusión social. 

Considerando la exclusión social como la privación del acceso a determinados bienes esenciales para el mantenimiento de la vida; el agua como uno de los principales representantes de esta necesidad.

Dada su importancia, es necesario establecer un paralelo entre agua, pobreza y exclusión social. 

El agua es un derecho humano básico que se encuentra actualmente en el centro de una crisis de suministro, que afecta principalmente a los segmentos socioeconómicos más vulnerables.

Una crisis abrumadora que cobra vidas y reduce las posibilidades del individuo, está privación se puede medir con estadísticas, pero las cifras no muestran los rostros humanos de los millones de personas a las que se les niega la oportunidad de desarrollar su potencial.

La falta de agua y saneamiento afecta directamente a la población a través de la incidencia de enfermedades relacionadas con la higiene, la necesidad de destinar parte de sus ingresos a comprar agua, destinar tiempo productivo a acarrear agua; en la segregación de género, donde las mujeres siempre son responsables de buscar agua de la fuente disponible.

Hoy es innegable la necesidad de analizar el acceso al agua relacionado con la pobreza en el entorno urbano. Ante la crisis del sector del agua y el aumento de la concentración poblacional en las regiones metropolitanas, la inversión gubernamental tiende a concentrarse en los grandes centros. 

Con aumento en las inversiones en agua potable y alcantarillado sanitario, surge la necesidad de verificar si hubo ganancia para la clase más pobre a través de los siguientes indicadores: Tasa de mortalidad infantil e ingreso per cápita.

La distribución de la cantidad de agua para satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos es desigual. Dentro de la misma región es posible ver niveles de acceso al agua equivalentes a los de los países más desarrollados, así como algunas áreas tienen realidades similares a países del África subsahariana. 

Una página del pasado para las ciudades desarrolladas son las enfermedades infecciosas transmitidas por el agua, enfermedades como la diarrea y la disentería se superaron con inversiones en abastecimiento de agua y saneamiento. Estas enfermedades son fatales para los recién nacidos y los niños de hasta un año, afectando principalmente a los menos afortunados que viven en áreas con problemas estructurales.

El efecto de este daño social se siente a través de las altas tasas de mortalidad infantil y, en consecuencia, la baja esperanza de vida al nacer. Además de un compromiso social de suma importancia, contar con agua en cantidad y calidad es un diferencial decisivo para el desarrollo de una nación.

Las bases que fomentan el crecimiento de la calidad de vida de la población están íntimamente ligadas al agua potable. La relación con el agua está presente en cada uno de los Objetivos del Desarrollo Sustentable, de Naciones Unidas, con mayor o menor relevancia. El suministro de agua sostenible abarca una amplia gama de dimensiones interconectadas con el desarrollo, desde la reducción de la pobreza extrema hasta la igualdad de género, pasando por la salud, la educación y el medio ambiente. 

El mapa de exclusión social en las regiones metropolitanas muestra un claro retraso en la calidad de vida de la población, con un sistema de servicios básicos insuficiente para garantizar la salida de núcleos poblacionales de esta condición. Este círculo vicioso necesita un impulso en uno de sus componentes para romper la inercia instalada. Entre las causas de exclusión, el acceso al agua potable representa, además de la alimentación, una necesidad básica diaria. Por ello podemos afirmar que su mejoramiento, puede ser un inductor para el desarrollo.

El concepto de exclusión es inseparable del de ciudadanía, que se refiere a los derechos que tienen las personas a participar en la sociedad y disfrutar de determinados beneficios considerados imprescindibles.

Este concepto tiene varias dimensiones, donde un conjunto de fenómenos sociales interconectados trae consigo el fenómeno de la exclusión, tales como: desempleo, marginalidad, discriminación y falta de acceso a servicios y satisfactores básicos para la vida. 

La exclusión surge del agravamiento de las desigualdades (inseparables de sus mecanismos de producción), resultando en una dialéctica de oposición entre quienes efectivamente movilizan sus recursos hacia la plena participación social y quienes, por falta de estos mismos recursos (recursos que van más allá del ámbito económico, incluidos los que se derivan del capital cultural y social de los actores sociales), no pueden hacerlo.

La exclusión resulta, entonces, de una desarticulación entre diferentes partes de la sociedad e individuos, generando la no participación en un conjunto mínimo de beneficios que definen a un miembro pleno de esa sociedad.  

La mejora de la vida de los pobres, el rescate de los excluidos, no depende directamente de índices de “crecimiento”, como un aumento del producto interno bruto, por ejemplo.

El crecimiento, además de proporcionar aumentos en la producción y los ingresos, también deberá eliminar los principales obstáculos a la privación de fundamentales derechos ciudadanos, principalmente: el hambre, el acceso a la salud, el trabajo, el saneamiento básico, la oportunidad de vestirse y, vivir en un lugar adecuado.

En las zonas urbanas, las acciones de mitigación de la exclusión social se pueden lograr a través del acceso, por parte de la población pobre, a empleos estables que retribuyan un trabajo acorde a estándares mínimos, compatibles con un nivel de vida digno. Sin embargo, esto obviamente debe estar asociado al acceso a políticas públicas de educación, salud, agua potable, saneamiento, recolección de basura y agua tratada.

Agua y pobreza, los extremos de un vínculo que a diferencia de las guerras y catástrofes climáticas que movilizan importantes esfuerzos internacionales, hoy día debe reconocerse como una crisis silenciosa que no despierta interés en los medios de comunicación, motivada por la indolencia de pocos funcionarios gubernamentales, condenando a gran parte de la población a mantener su estado de pobreza, vulnerabilidad y marginalidad. Esta crisis mata más que cualquier conflicto armado.

No se puede hablar de desarrollo mientras una gran parte de la población se ve privada de bienes básicos para sobrevivir. Las políticas públicas de bienestar están atacando la pobreza e ignorando la exclusión social, proporcionando transferencias de ingresos y descuidando la distribución universal de servicios.

Contrariamente al sentido común, la escasez de agua no está ligada necesariamente a la falta de agua en los embalses o al clima semiárido, está arraigada en la voluntad política de los gestores.

Es tiempo de prestar mayor atención a la parte más excluida de la sociedad. En el contexto de un adecuado abastecimiento de agua, el mejor remedio para evitar la mortalidad infantil sigue siendo la prevención. 

Es imprescindible generar intervenciones gubernamentales específicas, directamente en los sectores más marginados de la población, donde es económicamente más viable prevenir enfermedades relacionadas con el agua, que asumir los costos del tratamiento. Ahí, los programas de transferencia de ingresos, deben ir acompañados, de programas de abastecimiento de agua y saneamiento.

*PS