Como docentes, hemos comprobado en nuestro quehacer cotidiano, que cuando por cansancio o descuido permitimos que nuestros pensamientos dejen de ser fluidos y livianos y se vuelvan fríos, rígidos y compactos como el hielo; empiezan a imposibilitarse y desvanecerse nuestro nobles propósitos y elevados anhelos.
Escribió en su poético esplendor, Salvador Díaz Mirón: “Confiado en el instinto que me empuja/ desprecio los peligros que señalas/ el ave canta, aunque la rama cruja/ porque sabe muy bien, que tiene alas”.
Por regla general, en nuestros años de niñez y adolescencia; somos como ríos de agua viva y a veces con corrientes caudalosas y turbulentas; nos sentimos autosuficientes y sobrecargados de energía; son comunes y frecuentes, los colectivos banquetes de sana alegría y festiva algarabía.
Recuerdo que, en nuestros momentos de reflexión y recreación literaria, compartía con mis adolescentes alumnos, la visión y opinión que tenía sobre ellos, el filósofo Aristóteles, que aunque lejana, sigue siendo contemporánea:
«Los jóvenes son propensos a desear y a hacer lo que desean. En cuanto a los deseos del cuerpo son especialmente inclinados a los sexuales, aunque también son inconstantes y dados a aburrirse de ellos; desean vehementemente, pero se les pasa rápidamente (…). Son temperamentales, apasionados e inclinados a la ira, y se dejan dominar por sus impulsos, pues por su pundonor no soportan sentirse menospreciados, sino que se irritan si creen que sufren un trato injusto. Son deseosos de prestigio, pero lo son más de ganar, pues la juventud desea ardientemente la superioridad. En cambio, ambas cosas son más importantes que el deseo de dinero…porque no han experimentado aún, lo que significa su falta.
No tienen mal natural, sino bueno, porque aún no han conocido muchas perversidades. Son confiados porque aún no les han engañado muchas veces, y esperanzados, porque tienen un calor natural, semejante al que sienten los borrachos. La mayor parte de su vida está llena de esperanza, porque la esperanza se refiere al porvenir, y el recuerdo, al pasado; y para los jóvenes el futuro es largo, y el pasado corto (…). También son engañadizos, por lo dicho, porque se confían con facilidad, y más valerosos, porque son impulsivos y llenos de esperanza: lo primero les quita el miedo, lo segundo les da ánimos… Son vergonzosos… y magnánimos, pues aún no se han visto humillados por la vida…
Prefieren realizar acciones hermosas mejor que provechosas, pues viven más de acuerdo a su modo de ser que con el cálculo…Son más amigos de sus amigos y de sus compañeros que los de las demás edades porque disfrutan de vivir en compañía y aún no eligen nada de acuerdo con el provecho, y en consecuencia, tampoco a los amigos. Todos sus errores son por exceso e impetuosidad: aman en exceso, odian en exceso…Creen saberlo todo y estar absolutamente seguros…Cometen agravios por injuriar, no por hacer daño. Son compasivos, porque suponen a todo el mundo noble y mejor de lo que es, pues miden al prójimo por el rasero de su propia inocencia…Son propensos a reír y por ello también más bromistas, pues la broma es una insolencia atemperada por la buena educación.»
Siempre he dichos a propios y extraños; que todo docente, debe tener presente como principio ético, el no causar a sus estudiantes algún daño; la tarea educativa es una verdadera bendición; y debe desarrollarse con verdadera vocación.
Necesitamos desarrollar la plenitud y armoniosidad del remanso cristalino; sin dejar de enseñar que las corrientes de agua se purifican al tropezarse con las piedras del camino; y al final, todos los ríos tienen como destino, la inmensidad del mar, que, pasadas las tempestades, mantiene su caudalosa serenidad.
Trabajar con niños y adolescentes, nos reviste de una personalidad luminosa y flexible; siempre abiertos y dispuestos a realizar lo inesperado, lo extraordinario e increíble.
El Ser Humano no tiene límites en su creatividad e imaginación; y cuánta falta nos hace promover la innovación.
Me entero con tristeza que algunos compañeros, por no cultivar su autodominio e interior fortaleza; tratan a sus alumnos con cierta desconsideración y aspereza; sin duda es lamentable; pero no deben desanimarse, deben esforzarse y dar pasos firmes en modificar su actitud y comportamiento; merecen cosechar espiritual contentamiento; y disfrutar en la intimidad de sus habitaciones; los frutos de su generosidad y benevolencia que se transforman en infinitas y continuas bendiciones.
*IR