Estamos ya por despedir al presente Ciclo Escolar; donde los docentes nos volvemos expertos en hablar; como también, a nuestros alumnos, padres de familia, compañeros y directivos, escuchar.
Aunque se insiste que cuando se hace con gusto toda ocupación deja de ser una mortificación y se transforma en una venturosa recreación; lo cierto es que, a todos, con el tiempo nos fatiga; el desempeño diario de nuestra noble labor educativa.
Las cotidianas, complejas y emotivas relaciones; a veces multiplican y exceden nuestras obligaciones; y por ello se vuelven indispensables las esperadas vacaciones.
Por supuesto que lo que escribo, se comprueba en el ámbito educativo; contrario a lo que se predica, el exceso de socialización y desperdicio de energía; al interactuar con los demás, nos perjudica.
Es justo cuando estamos agobiados y estresados; que recordamos que, al mundo, solos arribamos; y generalmente, solos también de él, nos alejamos.
Y cuando la soledad no es impuesta u obligada; se vuelve luminosa y bienaventurada; imaginación y creatividad ilimitadas son los frutos de la soledad tan anhelada.
El equilibrio emocional, la serena y pacífica libertad; sólo se alcanzan y disfrutan, en la soledad.
Los abuelos aconsejaban para garantizar la alegría; que es mucho mejor estar solos, que compartir una inapropiada compañía; en la actualidad es muy difícil alcanzar la plena soledad; casi siempre nos acompañan las mascotas, los árboles, el viento; y por supuesto, nuestros persistentes y caprichosos pensamientos.
En la actualidad, es indispensable buscar espacios de soledad; si queremos disminuir los problemas e incrementar las soluciones; para dedicar el tiempo necesario, en profundizar y esclarecer el conocimiento, a través de nuestras profundas y conscientes meditaciones.
La ciencia ha descubierto que el silencio es terapéutico y reparador; silenciar nuestra mente y armonizar el corazón, además de brindarnos descanso mental y emocional; nos permite elevarnos y trascender la angustia y el dolor.
El polémico filósofo Federico Nietzsche manifestó en una de sus obras: que los humanos tenemos prisa por acercarnos al prójimo y prodigarle hermosas y dulces palabras; pero el amor al otro es síntoma de desamor para nosotros mismos; y lo que consideramos una virtud; es en realidad menosprecio y desinterés por nuestra persona, que nos impide desarrollarnos a plenitud.
Un tanto afín es el pensamiento de Schopenhauer, cuando dejó plasmado que: aquello que nos hace ser sociables no es otra cosa que nuestra incapacidad y temor de vivir en soledad; la sensación de vacío existencial y el desconocimiento de nosotros mismos nos impulsan a estar rodeados por los demás y juntos protegernos de la adversidad y fatalidad.
Es una costumbre frecuente buscar la compañía de los otros, cuando queremos olvidarnos de nosotros; por desgracia, es también común, que al olvidarnos de nosotros mismos; practiquemos junto con los demás, la hipocresía y el egoísmo.
Lo cierto es que necesitamos del silencio y la soledad, para que nuestro espíritu y corazón restablezcan la conexión con la divinidad.
Séneca nos recuerda, que en el trascurso de nuestras existencias; sólo podemos y debemos aspirar a cultivar la amistad, con nosotros mismos; lograr esa sublime experiencia, es la máxima felicidad; porque nunca más estaremos en soledad.
Escribió Lope de Vega: “A mis soledades voy, de mis soledades vengo; porque para andar conmigo, me bastan mis pensamientos… No estoy bien, ni mal conmigo; mas dice mi entendimiento; que un hombre que todo es alma, está cautivo en el cuerpo”.
Mario Benedetti concluye uno de sus poemas de la siguiente manera: “Después de la alegría, después de la plenitud, después del amor, viene la soledad… conforme, pero, que vendrá después de la soledad…
A veces no me siento, tan solo, si imagino, mejor dicho, sí sé, que más allá de mi soledad y de la tuya, otra vez estás vos, aunque sea preguntándote a solas… ¿Qué vendrá después de la soledad?”
La soledad ha sido un tema recurrente entre filósofos, poetas, psicólogos y científicos; y casi todos coinciden que es en el silencio y la soledad; donde se expresan y dan rienda suelta la creatividad, la originalidad y genialidad.
Vayan para todos mis compañeros trabajadores al servicio de la educación; mis sinceras felicitaciones y bendiciones; disfruten a plenitud de sus merecidas vacaciones.
*IR