Martirio de los Jesuitas: testimonio, riesgo y compromiso

Filosofemas

La trágica muerte de los sacerdotes jesuitas en la Sierra Tarahumara nos obliga a reflexionar en esta tríada de conceptos que nuestro ejemplar Obispo, Sergio Méndez Arceo, utilizaba para ejemplificar la vocación cristiana.

Estos sacerdotes son ejemplo vivo de Vocación. Dieron Testimonio, asumieron el Riesgo y acreditaron con su vida, su Compromiso. Ser cristiano, van a disculpar aquellos que confunden su Fe con actos de culto, significa dar la vida por los pobres. Cristianos han sido Miguel Hidalgo, José Ma., Morelos y Matamoros. Cristianos, los mártires de la revolución sandinista como el Cmdte. Martín, Gaspar García Laviana, muerto en combate; el P. Ernesto Cardenal. Fray Tito de Alencar Lima, torturado y muerto por las fuerzas policíacas de Brasil… El Obispo Casaldáliga que entregó su vida a los indígenas del Matto Grosso… y otras y otros…

No haremos alusión a las circunstancias aposentadas del poder del Narcotráfico en nuestro país, vamos a destacar el trabajo y el papel de estos personajes comprometidos que no confundieron su vocación sacerdotal ni la redujeron a celebraciones litúrgicas. Su labor cotidiana fue el acompañamiento a las comunidades rarámuris, hablando su lengua, asimilando sus costumbres, integrándose a su cultura, comprendiendo sus relaciones humanas y su cuidado por la naturaleza.

Si hemos reducido la Fe a actos de culto, leamos al Profeta Amós 5, 21-24:

“Yo odio y aborrezco sus fiestas y no me agradan sus reuniones. No me gustan sus ofrendas ni las víctimas consumidas por el fuego, ni me llaman la atención sus sacrificios.

“Váyanse lejos con el barullo de sus cantos, no me molesten con la música de sus instrumentos.

“Quiero que la Justicia sea tan corriente como el agua y que la honradez crezca como un torrente inagotable”.

Utilizo una reflexión de la Hermana María José Encina Muñoz, de las Comunidades de Asís (Uruguay). Al profeta Amós se le ha llamado el profeta de los derechos humanos porque la injusticia sufrida por los más necesitados tiene su raíz en los comienzos de la historia. La denuncia es tremenda, no son pecados aislados, sino que son cometidos de manera intencional. La solidaridad, la preocupación por los otros no existe. El anunció profético de Amós va a ser justamente el llamado a un proyecto de solidaridad desde la posibilidad de esperanza ante un pueblo que lo ha perdido todo. Amós, 5,10-12:

“¡Ay de ustedes que transforman las leyes en algo tan amargo como el ajenjo y tiran por el suelo la justicia! Ustedes odian al que defiende lo justo en el tribunal y aborrecen al que dice la verdad.

   “…ustedes han pisoteado al pobre, exigiéndole una parte de su cosecha…

   “Yo sé que son muchos sus crímenes y enormes sus pecados, opresores de la gente buena, que exigen dinero anticipado y hacen perder su juicio al pobre en los tribunales”.

Los crímenes o pecados de las naciones son ante lo profundamente humano.

La labor de los cristianos -como estos sacerdotes- es precisamente, la profecía: Denuncia del Pecado, es decir, de la injusticia, de la marginación, del hambre de los pobres y Anuncio de una nueva Comunidad existencial basada en esa fuerza personal que llamamos Amor.

La indignación sobre el sufrimiento causado a los más débiles es evidente, “oprimen a los  indefensos, explotan a los necesitados” (Am 4; 1) los delitos éticos y sociales son claros, todo  está pervertido, desde lo judicial se odia a quien juzga correctamente, y al que dice la verdad  se le mira con desprecio, subyugan a los justos, se permiten sobornos, maltratan a los que  son indefensos, pisotean a los más pobres y les quitan todo lo que tienen,  pasan por sobre los humildes, falsean las balanzas, dan menos y cobran más, le quitan la  libertad a los desvalidos con dinero dejándolo todo para ellos.

La crítica de Amós, denuncia la actitud de los poderosos, políticos, religiosos, jefes de estado y particulares que se aprovechan de los indefensos.

Dios toma partido por los pobres y por los que viven la discriminación, es más, Dios, en el profeta, propone la comunidad nueva que debe ansiar el dinamismo de la Pascua definitiva, es decir, el paso de una condición marcada por el pecado -traducido en desigualdad y marginación- a un estado de plenitud y libertad.

Hagamos una otra reflexión. Primero, ¿cómo se puede vivir un profetismo actual? ¿Qué actitudes debe denunciar? Quizás una forma de poder resolver este planteamiento sea una mirada objetiva a los sucesos políticos, económicos, culturales y religiosos que abundan en nuestros días. La migración forzada de miles y miles de personas hacia distintos países por la escasez de alimentos y oportunidades, el cierre de fronteras de países vecinos que encarcelan a quienes ofrecen ayuda humanitaria, países poderosos que hacen sucumbir a las naciones más pequeñas con promesas de ayuda tanto económicas como de pacificación que terminan haciendo más daño aún.

Véase con atención e indignación el sufrimiento, el dolor y la muerte de los migrantes en España -un país que presume su catolicismo- asesinados a mansalva por la guardia fronteriza.

El Testimonio de los Padres Jesuitas, Javier y Joaquín, el Riesgo que padecieron nos entregan su Compromiso. Compromiso de acompañar al pueblo pobre y necesitado, de padecer con él, de juntos organizarnos para salir de esta postración, de buscar su (nuestra) liberación integral, de hacer realidad nuestra Fe, una fe sin obras, es muerta… recordemos. Como cristianos sí… como seres humanos no podemos, no debemos, no tenemos por qué quedarnos callados.

Compromiso a la vez de luchar contra la estupidez de lacayos obedientes al sonido del dinero, contra la conducta ignominiosa de un poder judicial convertido en autoridad cómplice, compromiso al fin, de hacer sucumbir este perverso capitalismo depredador de conciencias, de la vida y de la naturaleza.

*IR