Canta la Inigualable Natalia Lafourcade, amenizada por los Ángeles Azules: “Nunca es suficiente para mí, porque siempre quiero más de ti; yo quisiera hacerte más feliz; hoy, mañana y siempre, hasta el fin…”
Estoy convencido que muchos de mis compañeros docentes en activo; comparten el mismo sentimiento y pensamiento; porque anhelan la realización y felicidad de sus estudiantes; ya sea que estén presentes o distantes.
Los maestros estamos convencidos, que un ejercicio pleno de la educación; es garantía de provechosa y floreciente satisfacción.
Educar es un proceso complejo de permanente transformación y evolución; es trabajar con la certeza y seguridad, de estar otorgando con ello, a los prisioneros de la ignorancia; su meritoria libertad.
Hay que enfrentar diversas adversidades y acechanzas; pero los docentes preparados y maduros; no se dejan impresionar por los fracasos y errores del pasado, ni por los riesgos y desafíos del futuro; son conscientes y persistentes, en la cristalización de sus objetivos y metas del presente.
Sabemos que, así como el sol y el oxígeno, indispensables para la existencia saludable, los recibimos de manera natural y generosamente; del mismo modo, nuestro cuerpo, el corazón y la mente, los obtenemos gratuitamente.
A partir del conocimiento anterior, sería justo establecer nuestras referencias y expectativas: lo más valioso de nuestros alumnos y compañeros, son sus talentos internos; lo más caro, algunos de sus objetos o bienes externos; lo primero es intangible y mejorable; lo segundo, temporal y desechable.
Los docentes no debiéramos distraernos ni ocuparnos en enjuiciar o criticar a partir de los errores ajenos y menos de las posesiones materiales; nuestra tarea es desplegar el potencial de los alumnos; e inspirarlos a desarrollar sus habilidades emocionales e intelectuales.
La incesante preparación y actualización profesional; es la razón principal por lo que deben alejar todo pensamiento de frustración y carencia. Ejercitar la fuerza de voluntad y la creatividad; aunada a su entrenada e ilimitada inteligencia; los hará mantener un ambiente en el salón de clases, de dinámica y fraterna suficiencia.
La permanente, amorosa y diligente siembra de confianza en las mentes y corazones de los estudiantes; el fortalecimiento de los valores impartidos en el hogar; y el rescate de aquellos que están a punto de zozobrar; es parte de la cotidiana tarea, de quienes se dedican a la noble tarea de enseñar.
Si hemos comprobado por propia o ajena experiencia, que la ignorancia nos hace vulnerables, manipulables, y víctimas de la injusticia que tanto daña y lastima; los Maestros no tenemos otra alternativa más que enseñar a nuestros alumnos a desarrollar su conciencia para que sean libres y por supuesto, ayudarlos a que sean felices, al potenciar su autoestima.
Cuando los Maestros tropecemos, con mil y una razones para quejarnos; tendremos siempre, el doble de motivos para alegrarnos; por supuesto que habrá que enfrentar y resolver juntos las injusticias; sin olvidar que nuestra tarea principal, es ser portadores de buenas noticias; al punto que, al vernos, nuestros alumnos sonrientes expresen: ¡¡Albricias!!
Despertémonos agradeciendo la oportunidad de sembrar Amor, confianza, generosidad, nobleza y belleza; y vayámonos a descansar cada anochecer; con la gratitud de haber cumplido, a través de la enseñanza, con nuestra noble tarea de trascender los límites de nuestro bendecido Ser.
*IR