Las didácticas ocupaciones, liberan de preocupaciones

La misión docente

Todo docente, y lo escribo enfáticamente; no será atrapado por la preocupación jamás; en tanto esté ocupado didácticamente, pensando en el beneficio de los demás.

La tarea educativa, es tan excepcional; que nos ofrece, frente a nuestro problema existencial, una satisfactoria y luminosa alternativa: al ejercitar en los salones de clase, el amor y la sabiduría; nos nutrimos y saciamos todos, de las fuentes inagotables de la salud y la alegría.

En el proceso educativo es donde el inconmensurable amor; adquiere su más alto significado, su verdadero sentido e invaluable valor.

El docente que se entrega a sus estudiantes, llevando a su corazón por delante; con sorpresa comprueba, que todo el amor que sale de su corazón; es retornado en mayor proporción.

Sus alumnos aprenden, pero también le enseñan, que al olvidarse de sí mismo; se aleja del egocentrismo; y que sólo pensando y actuando a favor de la felicidad ajena; se disipan las penas y se disfruta de optimismo.

Por supuesto que el sufrimiento y carencias de los alumnos, incomoda a todo docente consciente; lo hace tomar conciencia de su propia invulnerabilidad; y a partir de ello, se esfuerza en encontrar los medios para a sus alumnos despertar y liberar.

La nobleza y compasión generan una comunitaria y solidaria conexión; y es entonces cuando la educación, se reviste íntimamente, con los principios de su verdadera Misión: se trascienden las limitaciones materiales, raciales y actitudinales; surge la disposición de ofrendar la propia existencia por aquellos a quienes se imparte la docencia.

Y entonces se ejerce el compromiso, más allá de incumplidas leyes, coercitivas normas o estorbosos burocratismos; se asume con férrea voluntad y lucidez el voluntario compromiso ético-social, con los más vulnerables de la humanidad; con quienes llegan a la escuela uniformados de anhelos y esperanzas; los que pagan con sonrisas y cariños a quienes les imparten enseñanza.

Sin duda es indispensable, desde la edad temprana; que las escuelas sean espacios de la amorosa y respetuosa conexión humana; la tarea docente es una experiencia plena y esplendorosa; todos los que desempeñan esa labor, con vocación y amor; saben que tienen garantizada una existencia gozosa.

Cuando la educación se transforma en una práctica e intercambio constante de amor y compasión, se alcanza la mutua liberación; la liberación de las ataduras de la ignorancia, del egoísmo y del temor; y entonces se inicia la más audaz de las aventuras, vivir con alegría; y avanzar en nuestra propia evolución, con dignidad, constancia y valentía.

Las viejas prácticas del pasado por fortuna ya se han olvidado; era desde el miedo y el sentimiento de culpa que se inculcaba y manipulaba la obediencia; hoy deben establecerse límites a través del diálogo, que permite el intercambio de información; considerar los conocimientos previos y las experiencias; para luego, alcanzar acuerdos y traducirlos en responsable y colectiva realización.

El control a través de los premios y castigos; fue una herencia del conductismo colectivo; actualmente se ha comprobado, que dicho método, frustra y limita a los espíritus creativos.

Con el pasado, habrá que dejarlo muy claro; vale la pena reconciliarse; es una saludable y terapéutica manera de garantizar, que los proyectos del presente puedan realizarse.

Habrá que atender con diligencia todo aquello que podamos hoy realizar; y evitar perder el tiempo lamentando el ayer, que ya es imposible cambiar.

Tengamos las puertas abiertas de nuestros salones; y con todos los que ingresen conectemos armoniosa y fraternalmente nuestros corazones.

Habrá que actuar con sabia indignación frente a las injusticias; y nunca perder la serenidad y el buen humor, frente a los involuntarios errores de nuestros alumnos y sus innumerables impericias.

Y no se trata tampoco de que el Humano Ser, sólo busque los momentos de placer; como paliativos del sufrimiento y dolor; la solución que debe ofrecer la educación, es el intercambio liberador y transformador del amor.

Sabemos bien que se vale equivocarse a condición de que sea reconocida la falta y a la brevedad enmendarse; la valentía de atreverse y cometer errores en el proceso de evolución; son los retos y desafíos de la nueva educación.

A todo nos conviene ocuparnos, y así, dejar de preocuparnos y enfermarnos.

 

*IR