Hace dos años, se apartaron muy lejos, las posibilidades de los convivios y los festejos; el “quédate en casa” para evitar contagios y pérdidas humanas; nos cayó como balde de agua fría, sin darnos tiempo a resolver nuestras necesidades mundanas.
La inmunidad de rebaño, nos ha permitido llegar actualmente al semáforo verde; aún con cierta prudencia y rigidez; el 30 de abril, en algunas escuelas se celebró a la niñez.
El mes de mayo, nos proporciona la oportunidad de compartir momentos de felicidad; al celebrar a las Madres, a los docentes y a los estudiantes, el ya próximo veintitrés; no es concebible una buena educación; sin la participación del corazón.
Tengo confianza que las citadas y anheladas celebraciones; permitan recuperar y fortalecer entre la comunidad educativa, las buenas, vibrantes y saludables relaciones.
Los pensamientos negativos y las emociones con tendencia envidiosa, odiosa o codiciosa; enferman y desactivan de energía vital; a nuestra naturaleza material, emocional y espiritual.
Las emociones perturbadoras no sólo nos enferman físicamente; también nos inducen a actuar con negligencia, cinismo e inmoralmente; afectando con ello a gente inocente.
Los docentes sabemos que el tiempo no perdona; cualquier descuido o ausencia de desarrollo intelectual, emocional y espiritual, deteriora nuestra persona; parece contradictorio, pero sólo con el esfuerzo persistente y consiente se alcanza la paz interior; y a partir de ese logro y condición, se contagia e influye en armonizar nuestro mundo exterior.
Sé que hemos retornado de la prolongada pandemia; casi todos trastornados, heridos y agobiados por las pérdidas; pero sé también que los docentes hemos aprendido, a alejar de nuestras vidas las emociones perturbadoras; despertando cada mañana con nuestros corazones agradecidos, y trazando nobles propósitos cada nueva aurora.
Sólo realizando un esfuerzo genuino, persistente, consciente y sincero; nos transformaremos y sanaremos, y al mismo tiempo, contribuiremos a mejorar a nuestros alumnos, a nuestros padres y a nuestros fraternos compañeros.
Existe un Manual de Convivencia Escolar, derivado sin duda de Programa Nacional de Convivencia Escolar y de la Ley de Convivencia de Niñas, Niños y Adolescentes Morelenses, que a la letra dice: “La base de una sana convivencia, en nuestras escuelas, radica en que el educador, se enfoque en la correlación entre el conocimiento al que los alumnos son expuestos, y las actitudes que desarrollen para el cuidado de sí mismos, su entorno y sus semejantes.”…”De esta manera, se contribuye mediante el diálogo, al desarrollo de competencias para la resolución de conflictos y la construcción de ciudadanía.”
Y es verdad, a través de la espontanea, libre y también planificada y orientada conversación; se mejora el aprendizaje y se desarrollan destrezas generales de pensamiento, de positivo comportamiento, y de fluidez en la comunicación.
Todos los factores contribuyen al ambiente escolar: la personalidad del docente y de cada uno de sus estudiantes; las características de los lugares de donde proceden; el ambiente y condiciones del centro escolar; las relaciones entre los directivos y su personal; sabemos bien, que para que el proceso de aprendizaje mutuo y colectivo sea provechoso; debe prevalecer un orden y disciplina, pero, sobre todo, un ambiente fraterno y amoroso.
Las actividades a realizar en el aula o fuera de ellas, deben despertar el interés de los alumnos; para ello, deben tener relación con sus contextos y acontecer cotidiano; a través de los retos y desafíos escolares deben ejercitar sus destrezas y desarrollar sus habilidades; les debe quedar claro que ningún esfuerzo es en vano.
Es conveniente y recomendable salir de las aulas, visitar lugares de interés histórico, apreciar obras de arte, asistir a un teatro, realizar caminatas en el campo; todo lo que pueda promover la adquisición de cultura y fomentar la conversación y la sana convivencia; es elemental el intercambio de impresiones, en sus infantiles mentes y corazones.
A los adolescentes se les puede pedir que reflexionen sobre sus experiencias familiares; sus sentimientos, anhelos e ilusiones; que, a través de la conversación centrada e introspectiva, desarrollen conciencia crítica positiva; y puedan así, acostumbrarse a opinar y decidir con mayor seguridad y evitar marginarse o quedarse a la deriva.
Para nuestros estudiantes debe ser apasionante y divertido el poder expresarse no sólo con suficiente y vasto vocabulario, si no agregarle énfasis y poesía; a todo aquello que salga del corazón con espontanea alegría.
*IR