A todos aquellos que nos dedicamos a la enseñanza, nos queda claro que es el ejemplo de vida; lo que los alumnos aprecian y nunca olvidan; Emerson dijo alguna vez, que lo más importante en un salón de clases no es lo que se aprende, sino con quien se aprende.
Los docentes deben enseñar con su debilidad a la tristeza, pero también con su generosidad y su nobleza; deben aceptar y enmendar prontamente, sus errores y deficiencias; porque es el más eficaz método, para edificar mejores existencias.
Si estamos de acuerdo que el cuerpo es del espíritu su templo; es obvio que estaremos espiritualmente inspirados, cuando demos buenos testimonios a través del ejemplo.
Una cualidad intrínseca y principal de todo docente; es su genuino interés por la gente, y su vocación de servicio; sabe bien que es promoviendo virtudes, despertando talentos y ejemplificando elevados principios, como se mejoran actitudes y se combaten adicciones y vicios.
El ambiente escolar es muy peculiar; para muchos es un segundo hogar; los niños y los adolescentes guardan aún en sus corazones un potente y fresco recuerdo del amor maternal que los coberturó en su crianza; y saben detectar y colaborar con quien les habla y los trata con amabilidad y les inspira confianza.
Amor pedagógico infinito, paciencia, perseverancia y energía perdurables; para todo educador, son características indispensables; su relación con Seres Humanos en evolución, le demandan clara inteligencia y honestidad plena en su enseñanza; su corazón no tiene espacio para rencores, envidias o venganzas.
Aunque desconocemos, todos intuimos desde antes; las posibilidades y potencialidades de éxito de nuestros estudiantes; y lo mínimo que podemos hacer, es respetar y alentar en cada uno de ellos; para que puedan desplegar de sus interiores, lo más sublime, excelso y bello.
Las convicciones firmes, desarrollan el carácter y potencian la fuerza de voluntad; a nuestros alumnos debemos enseñarles que sólo venciendo a la ignorancia, serán capaces de disfrutar de libertad; y será indispensable la libertad lúcida y responsable, para que la existencia se transforme en paraíso; y puedan hacer el bien, sin necesidad de pedir permiso.
Me es un tanto difícil no referirme a la magna enseñanza del Maestro Jesús; que nos dejó desde la cruz; tal vez su súplica sea escuchada a favor de los diputados hipócritas y farsantes: “Perdónalos Padre, porque son ignorantes.”
Los recientes acontecimientos políticos nos confirman una vez más, la urgencia de informar y concientizar a nuestra comunidad; hoy como ayer, y mañana como hoy; la ignorancia seguirá siendo una herida abierta, una factura pendiente que seguirá causando estragos a nuestra gente.
Los docentes tenemos que despertar de nuestro letargo; cierto que la pandemia de nuestras aulas nos alejó; pero después de este receso de Semana Santa debemos retornar con nuevas perspectivas, o el país se va a la deriva.
Propongo que, en cada Centro de Trabajo y Delegación Sindical, formemos Círculos de estudio, que nos permita nuestra realidad reflexionar, cuestionar y hacer propuestas, para nuestras condiciones contextuales transformar y mejorar.
Tomemos como modelo al Maestro Jesús, que el Poeta libanes Gibrán Jalil Gibrán, describe, desde su libro: Espíritus Rebeldes, de manera magistral, para el gremio magisterial:
“Jesús, no vivió una vida de miedo ni murió sufriendo o quejándose; vivió como un rebelde, fue crucificado como un revolucionario y murió con un heroísmo que atemorizó a sus torturadores.
Jesús no vino del más allá para hacer del dolor un símbolo de la vida, sino para hacer de la vida el símbolo de la verdad y la libertad; no tuvo miedo de sus perseguidores ni sufrió frente a sus asesinos. Él era libre, valiente y osado. Desafiaba a tiranos, déspotas y opresores. Cuando veía pústulas infectadas, las punzaba. Acallaba la voz del mal; destruía la falsedad y ahogaba la corrupción y traición.
Jesús no vino desde el círculo de la luz para destruir hogares y construir sobre sus ruinas conventos o monasterios. Él vino a esta tierra para inspirar un espíritu nuevo, que destruye con su poder, las monarquías construidas sobre huesos y calaveras humanas. Él vino para demoler los palacios majestuosos construidos sobre las tumbas de los débiles y derrumbar los ídolos asentados sobre los cuerpos de los miserables.
Él vino para hacer del corazón un templo, del alma un altar y del espíritu un sacerdote…”
*IR