El estrés y la frustración, son los padecimientos comunes, no sólo de la niñez y juventud, sino de la sociedad en general; podemos decir que es la enfermedad del mundo actual; fue creada a propósito; para distraer a la humanidad; y ahora se nos ofrece para combatirla de manera superficial; los medios electrónicos y digitales de realidad virtual.
Si para los bisabuelos la ociosidad era la madre de todos los vicios; es probable que lo fuera porque habían encontrado la fórmula por la que, inspirados en el amor; la mayoría de su generación, donaba sus tiempos libres a los demás, brindándoles un solidario servicio; era muy común el amor donador o el donador de amor; las acciones de solidaridad eran espontáneas: los hombres apoyando a sus vecinos en la construcción de sus casas, en la reparación de su calle, en la poda de un sendero; en la limpia de un río; las mujeres solidarias en la cría de los niños, en los quehaceres de la alimentación y educación; era una entrega mutua que no representaba ningún sacrificio; había una sensibilidad y conexión tal que el más noble salario que se recibía era la satisfacción interna de haber prestado a otro Ser Humano, un servicio.
Abuelos, adultos, jóvenes y niños; todos participábamos y estábamos inmersos, con genuina alegría, libertad y valor; en ese infinito y añorado concierto de belleza, nobleza, generosidad y amor.
Quizá no teníamos el conocimiento que hoy es tan común, el saber que el tipo de pensamientos, activan nuestras reacciones positivas o negativas; hoy nos recomiendan como imperiosa necesidad, el desintoxicarnos del estrés y las depresiones; para armonizar y elevar la calidad de nuestras condiciones de vida y mejorar con los demás, nuestras interacciones.
Los docentes, y los padres de familia tenemos conciencia que de la interpretación que le damos a la realidad, se desprende en mucho nuestro estado interno de armoniosa serenidad; si sometemos a los niños y adolescentes de manera permanente a la violencia verbal o virtual; es evidente que serán formados en esos ambientes de deterioro y desintegración social.
Por desgracia, los grandes consorcios que dominan al mundo a través de la luz, el sonido y el movimiento; atrapan en todo momento nuestra atención; nos atrofian el cerebro y nos conducen inexorablemente hacia la involución.
La educación humanista, científica, laica y con el compromiso ético de la liberación; implica enseñar a dejar de ser víctimas o victimarios del autoritarismo y manipulación.
Empecemos a desprendernos de la adicción al uso de los dispositivos; salvo en aquellos casos que pedagógicamente nos brinden un beneficio colectivo; se antoja a una burda paradoja; porque con la llegada de la pandemia, la tecnología digital fue una herramienta que nos vimos obligados a utilizar; pero es ahora que enfrentamos el problema de la adicción colectiva; que debemos rescatarnos a nosotros mismos y no quedarnos a la deriva.
Lo hemos comprobado muchas veces, en la medida de nuestras estrecheces y limitaciones; dañamos, fracturamos y damos al traste con nuestras relaciones; aceptemos que está dentro de lo posible y tolerable que los otros, en ocasiones, nos traten con cierta rudeza, por la ignorancia que a sus conciencias empaña; pero procuremos no darnos ese lujo nosotros mismos, si sabemos que la luz del amor siempre nos acompaña.
Asumamos el compromiso de reconectarnos con los humanos; la ciencia y la tecnología deben estar a nuestro servicio; no podemos robotizarnos e insensibilizarnos; nuestra tarea de cada amanecer y anochecer debe ser liberar e iluminar a nuestro Ser; para que podamos con los estudiantes, nuestro buen ejemplo trascender.
Dejaremos de ser víctimas de las distorsionadas y enfermizas interpretaciones cuando nos enlacemos y unamos a los demás, a través de nuestras fraternas y amorosas vibraciones; las relaciones con los otros sólo tienen valor; cuando se inspiran y construyen con amor.
Los Maestros sabemos que impulsar la ciencia con conciencia, la cultura, el deporte, el arte y recreación; es la misión de la Educación; nuestra tarea permanente es ser positivos y persistentes; hasta convencer a nuestros estudiantes a dejar de ser compulsivos y actuar de manera responsable y consciente.
Nunca será lo mismo paciencia que pereza; como tampoco lo es la serenidad, a la ausencia de entereza; una vez conocidos y disfrutados los frutos de la libertad y la osadía, de una victoriosa vida; difícilmente se puede retornar a la prisión, de una existencia rutinaria y desabrida.
*IR