Inculquemos la alegría, de la temprana rebeldía

La misión docente

Tres yugos impone el espíritu quietista, autoritario y conservador: la rutina en las ideas, la hipocresía en la moral y la domesticidad en la acción; todo docente debe estar alerta y ejercitar a sus estudiantes en su diaria labor; para que puedan liberarse más temprano que tarde de estos lastres, blandiendo la espada flamígera de la buena educación.

Desde todos los hogares y luego en la escuela, se debe enseñar con el ejemplo, la genuina alegría que produce el ejercicio de la rebeldía; sólo los rebeldes e insumisos, aunque son expulsados del paraíso; son capaces de enfrentar desafíos, sumarse a las batallas diarias y responder con valentía y responsabilidad moral, a todos sus compromisos.

Gracias a los jóvenes subversivos se produce la evolución y el progreso; muchas veces, el sacrificio es sólo por disfrutar la dulzura de un beso.

La historia registra a tres ejemplares rebeldes que en su momento; fueron injustamente asesinados por los poderes establecidos, contra quienes se rebelaron; pero curiosamente, sus ideas siguen presentes, porque heredaron por la eternidad, a la humanidad sus legados.

La insumisión del filósofo griego Sócrates, lo orilló a tomar la cicuta, con digna y serena valentía; la rebeldía del nazareno Jesús, lo condujo al sacrificio de la cruz; la determinación inquebrantable y fiera de Giordano Bruno, lo llevó a ser devorado por la hoguera.

Cuando un Ser Humano está revestido por el Amor; desaparece todo temor; estas tres grandes luminarias, seguirán encendidas más allá de la desaparición de sus cuerpos terrenales; porque cuando se alcanza el máximo nivel de evolución; los Seres Humanos adquieren la potestad de transformarse en Seres Inmortales.

Frente a toda injusticia, es imposible no indignarse; la única opción es rebelarse; el que con todo lo que le rodea se conforma, difícilmente se transforma; los ideales, no necesariamente se defienden con violencia; pero exigen siempre: voluntad firme, determinación y persistencia.

Todo padre, madre de familia y docente en activo, deben estar siempre prevenidos; frente a la avasallante domesticación a la sumisión y la obediencia; se debe aplicar en dosis suficiente, la educación liberadora y el despertar de las conciencias.

Una niñez plena y de contagiante alegría; es el preámbulo para que la adolescencia y juventud, puedan en su momento, expresar con libertad su rebeldía.

Los docentes sabemos que nuestro punto de encuentro y coincidencia; es el respeto y tolerancia a nuestras diferencias; y, sobre todo, en la coherencia de lo que decimos y hacemos; es con la vocación, convicción y disponibilidad de transformar la realidad, como nos relacionamos y nos construimos los unos a los otros con fraternidad.

Los trabajadores al servicio de la educación, como ningún otro profesionista, trabajamos con sueños, con ideales, con esperanzas; en ocasiones ardientes y fuertes, tenues y tímidas en otras; lo cierto es que debemos siempre educar para la paz, pese a toda la violencia; educar con amor y valor, pese al miedo y temor; y educar para recuperar la vida saludable, pese a pandemias perdurables.

Quizá estamos siendo demasiado pacientes y tolerantes frente a los abusos, las omisiones y negligencias; abundan los funcionarios y servidores públicos que cínica y reiteradamente, ofenden la más elemental inteligencia.

Mientras que a nivel federal se encaminan los esfuerzos para rescatar la dignidad en el ejercicio de la política y velar por el bienestar de los más vulnerables; en nuestro estado, nuestros flamantes diputados siguen dando un espectáculo deplorable.

Los docentes sabemos muy bien que nuestros alumnos, con sus conductas reflejan el tipo de familias a las que pertenecen; si se inculcan valores y principios en el hogar, se aprovechan las energías en el proceso de educar; si, por el contrario, hay descuido y disfuncionalidad; se invierte mucha energía en el proceso de restauración de la personalidad.

En el caso de los diputados locales, la situación está para llorar; la mayoría llega sin conocer ni interesarse por asumir sus funciones; de tal manera que, en lugar de representar a la sociedad, quedan presos de sus mezquinas y desenfrenadas ambiciones.

Habrá que redoblar el paso en la tarea educativa; los docentes no tenemos alternativa; los nuevos senderos deben ser recorridos y fertilizados por las nuevas generaciones; la existencia no tendría sentido, sin sueños, ideales y renovadas ilusiones.

 

*IR