Colectivos feministas, estudiantes universitarias y ciudadanas de a pie, recorrieron las calles de Cuernavaca exigiendo, en una marcha separatista, un alto a la violencia de género en Morelos, en todas sus expresiones.
En su recorrido, el denominado bloque negro, realizó pintas, rompió mobiliario urbano y los vidrios de locales comerciales que cerraron sus puertas y despidieron a sus trabajadores, antes de que la marcha comenzara.
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Un centro histórico de cortinas abajo y locales tapiados, recibió al enérgico contingente que partió --entre lonas, pancartas, rostros de mujeres desaparecidas, el rostro de supuestos acosadores y un mar de mujeres vestidas de colores negros, verde y morado—de la Colonia La Carolina a la sede del Poder Ejecutivo.
Bajo la advertencia de que no habría espacio para la cobertura de los hombres reporteros, la expresión radical de la marcha, lo mismo arremetió contra la otrora sede del Congreso Local, que contra los cristales de una institución bancaria; que intentaron quemar el mobiliario de las oficinas del primer piso del Palacio de Gobierno. Sobre estas acciones, había siempre la advertencia de que “al bloque negro no se graba” o eras sujeto de un acoso que te sacaba de la manifestación.
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Tras su recorrido, sentadas en el piso, el movimiento cedió a los discursos, entre ellos, el de la Red Nacional de Periodistas. También se mostraron solidarias con las madres víctimas de violencia vicaria, del movimiento contra la termoeléctrica y los movimientos indígenas que en femenino, se gestan en Xoxocotla y Hueyapan. Denunciaron el creciente número de feminicidios y demandaron la despenalización del aborto.
Los discursos atemperaron los ánimos. Las pintas quedaron en las paredes y el suelo, los vidrios rotos y las puertas derrumbadas, en señal de que “el patriarcado va a caer, el patriarcado va a caer”.